El Estado colombiano se ha trazado la meta de construir las escuelas necesarias para garantizar la jornada única en todo el territorio nacional, pero en el proceso no se pueden descuidar aspectos claves para la calidad de la educación.
Por: Observatorio de Educación del Caribe Colombiano.
Si consideramos los aportes que desde distintos ámbitos académicos se han realizado al análisis de los resultados de los sistemas educativos, encontramos algún nivel de consenso sobre la idea de que una escuela es “eficaz” o “de calidad” cuando promueve el progreso integral de todos los estudiantes más allá de lo que sería esperado, considerando sus posibilidades iniciales y su situación social, cultural y económica, y puede garantizar de alguna manera su éxito en la comunidad en la que está inmerso (bienestar), o ser promotor del cambio social.
Bajo esta perspectiva, múltiples estudios han recopilado evidencia sobre los factores que inciden o que influyen sobre la eficacia de una escuela. Dichos estudios concuerdan en la existencia de variables interrelacionas que afectan esta condición y que pueden organizarse en tres grandes grupos. En primer lugar están las características del estudiante, como el desarrollo biológico, los talentos innatos, el contexto socioeconómico, entre otros. En segundo lugar, las características del docente, como su nivel de formación, manejo de recursos del aula, experiencia laboral, la metodología de enseñanza, las estrategias comunicativas, la edad, el ejercicio de la autoridad, métodos de evaluación, entre otros. Y en tercer lugar, las características de la escuela, que contempla la gestión administrativa, la experiencia del personal administrativo, su capacidad de gestión y ejecución, así como las condiciones y características de la planta física.
Si tenemos en cuenta lo expuesto en el Plan Nacional de Desarrollo (PND) 2014-2018: Todos por un nuevo país, encontraremos que la infraestructura escolar, como característica de la escuela, es considerada un pilar fundamental para la implementación de la jornada única, una de las principales estrategias para mejorar las condiciones de calidad del sistema educativo colombiano.
Lo anterior no es novedad si tenemos en cuenta que la Ley 115 de 1994 (Artículos 84 y 138) establece los requisitos mínimos en cuanto a infraestructura educativa, la necesidad de su evaluación y, en general, la necesidad de que los establecimientos educativos cuenten con una planta física adecuada de tal modo que se garantice el mejoramiento de la calidad del servicio.
El PND 2014-2018 contempla el diseño y puesta en marcha del Plan Nacional de Infraestructura Educativa (PNIE), el cual se materializa en el documento Conpes 3831 de 2015, donde se establece como meta la construcción de 51.134 aulas necesarias para implementar la jornada única en el 100% del territorio nacional para el año 2030, así como alcanzar por lo menos el 60% de esta meta en 2018 (30.680 aulas), con base en un déficit estimando de 51.134 aulas.
Esto indica que un porcentaje importante de las sedes educativas consideradas en el diagnóstico, en especial aquellas ubicadas en las zonas rurales, deben ser reubicadas o que deben recibir adecuaciones, porque se encuentran en situaciones de riesgo, como inundaciones o deslizamientos, o no tienen acceso a servicios públicos o a vías de acceso adecuados para la prestación del servicio educativo.
Ante este panorama, la propuesta de PNIE de posicionar la infraestructura escolar que soporta los procesos pedagógicos como un factor fundamental asociado al desarrollo de las competencias de los estudiantes, resulta ser una apuesta muy atractiva. Difícilmente un proceso de enseñanza y aprendizaje podrá desarrollarse en todo su potencial si no se cuenta con los espacios y materiales adecuados que lo apoyen.
Sin embargo, es importante examinar con mayor detalle esta propuesta. Consideremos que la investigación reciente sobre resultados académicos también ha destacado la importancia de factores institucionales que tienen que ver con el aprovechamiento de estos recursos. Aquí entran la autonomía de la escuela para tomar decisiones sobre pedagogía, recursos y personal; así como la presencia de espacios distintos a las aulas de clase, es decir aquellos que apoyan la labor del docente y las actividades extracurriculares de los estudiantes; también aspectos relacionados con la disponibilidad de internet, las áreas de usos múltiples y espacios para enfermería o servicios psicopedagógicos. Todos son aspectos asociados con mejores resultados de aprendizaje.
Si bien la construcción de nuevas aulas enmarcado en el PNIE tiene la potencialidad de generar una influencia positiva sobre la calidad del servicio educativo, es claro que el espacio del aula debe contar con unas mínimas condiciones de mantenimiento y limpieza, iluminación, temperatura y ausencia de ruidos externos, entre otros. Sin embargo, la inversión en más y mejores aulas, al igual que la extensión de la jornada escolar, pueden generar un entorno propicio para mejorar los resultados de aprendizaje, pero no resuelven problemas de fondo, que tienen que ver con el ámbito pedagógico o curricular de las escuelas.
Los beneficios que traería la inversión en construcción o renovación de la infraestructura escolar sobre la calidad educativa pueden llegar a constituirse en un espejismo, si esta transformación en el plano material no se acompaña de otro tipo de inversiones que impacten de forma significativa lo que sucede dentro de estos espacios, que impacten lo que sucede en la escuela a nivel pedagógico o curricular, estas inversiones pueden resultar poco o nada efectivas de cara a una mejora real de la calidad educativa.
Por otra parte debemos considerar la heterogeneidad de los sistemas educativos y sus actores. El desarrollo de la investigación sobre los resultados de aprendizaje a nivel mundial demuestran que existen diferencias en el rendimiento académico de los estudiantes entre escuelas, aun si estas poseen características similares en cuanto a su planta física, lo cual reivindica el valor de la escuela —pensada como un conjunto de actores relaciones, recursos y comportamientos interrelacionados— en el proceso de formación.
El llamado es a considerar que la construcción y adecuación de más y mejores aulas debe estar acompañada del diseño e implementación de mejores currículos o proyectos educativos.
lborge@uninorte.edu.co
Nota publicada en UnNorte, publicación de la Universidad del Norte, reproducida en PCNPost con autorización
SOURCE: UnNorte - Universidad del Norte
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