Por: Andrés Quintero Olmos.
Los resultados del Censo Nacional Agropecuario parecen abrir el debate sobre la real situación de la Colombia rural, más allá de los sabelotodo de La Habana.
El columnista Mauricio Vargas (El Tiempo) se sorprende –con razón- que sólo el 6.3% de la tierra agropecuaria se cultiva; siendo la mayoría usada para el engorde de animales. Además de esto, en los últimos años, los cultivos de corto plazo se han reducidos en forma alarmante, concentrándose el 74.8% del área sembrada en cultivos permanentes, como la palma africana, la caña de azúcar o los bosques.
El cultivo de algodón está casi extinto así como la soya, el ajonjolí, la cebada y el trigo. El maíz seguramente correrá la misma suerte cuando se implementen los TLC y hay grandes dudas en cuanto al provenir del arroz colombiano. A pesar de que algunos, hoy, estén emocionados con la devaluación del peso, pocos se han percatado de nuestras verdaderas dificultades a la hora de producir. Mientras Estados Unidos y otros países daban saltos en biotecnología, genética y semillas resistentes, en Colombia no fuimos capaces de dar el salto en productividad. Por ejemplo, en el caso del café, en el período 1990-2013, nuestra productividad disminuyó 13%. Mientras tanto, en el mismo lapso, la productividad aumentó en Vietnam en 280%, en Honduras 85%, en Nicaragua 142% y en Brasil 185%. En 1990, nuestro país producía 14.2 sacos de café por hectárea. En ese año, Vietnam producía 11.1 sacos y Brasil 7.7 sacos. Sin embargo, en los últimos años, Colombia ha venido produciendo 12-14 sacos por hectárea, cuando Vietnam y Brasil producen respectivamente 39.3 y 24 sacos por hectárea.
¿Por qué nos dejó el bus?
Claramente por un conjunto de elementos, que describiré más exhaustivamente en mi próxima columna, pero, según Gustavo Castro Guerrero, exministro de Agricultura, todo parte del agravante que han vaciado al Ministerio de Agricultura de su capacidad de formular políticas para el sector: “hubo una época en que la agricultura era el centro de atención de la nación. En tiempos de “oro” se alcanzó, con apoyo institucional, a cultivar más de 320 mil hectáreas sólo en algodón (era la segunda exportación del país con inmensa capacidad de generación de empleo). Eran esos períodos donde el Ministerio tenía las herramientas políticas y económicas para empujar el agro: controlaba cuatro bancos de desarrollo agropecuario (el Ganadero, el Cafetero, la Caja Agraria y Cofiagro), intervenía en el mercado con IDEMA y ALMAGRARIO y contaba con almacenes de provisión agrícola. El Ministro tenía puesto en el Banco de la República y la actividad investigativa del ICA tenía trascendencia internacional. En ese entonces la agricultura colombiana tenía competitividad a nivel mundial y sus exportaciones lo comprobaban”.
Es imprescindible volver a dotar al Ministerio y estabilizar su nómina; no puede ser que hayamos tenido en los últimos 5 años a 4 diferentes ministros. Lo cierto es que en los últimos treinta años dejamos de ser un país exportador de productos agrícolas para convertirnos, cada vez más, en un importador; materialización misma de nuestra enfermedad holandesa, ¿a imagen y semejanza de Venezuela?
Imagen tomada de www.procolombia.co
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