Los países emergentes viven un periodo difícil, entre las convulsiones bursátiles en China y la crisis en Brasil, que preocupan a unos mercados europeos pendientes del futuro de Grecia.
La poderosa federación de la industria alemana acaba de reconocer en un comunicado que “las empresas alemanas se habían preparado para una ralentización del crecimiento chino, pero que se sorprendieron con los cambios extremos en los mercados bursátiles” del gigante asiático.
Las bolsas chinas han sufrido enormes pérdidas desde mediados de junio, desconcertando a los pequeños accionistas que constituyen la inmensa mayoría de los inversores.
El martes, la agencia de calificación Standard & Poor’s consideró que la deuda de Brasil se acercaba cada vez más a la categoría de inversión “especulativa”. La moneda del país sudamericano y las de otros países emergentes como México, Sudáfrica, Colombia y Turquía cotizan a su nivel más bajo desde hace años en los mercados de divisas.
Esas caídas reflejan la bajada de los precios de las materias primas, hidrocarburos o metales como el cobre, que pierden peso en las exportaciones de numerosos países emergentes.
La semana pasada, dos de las mayores compañías mineras del mundo, Anglo American y Lonmin, anunciaron miles de despidos en Sudáfrica y en otros países.
Para muchos economistas, la llegada de Cuba e Irán al escenario económico mundial complicará aún más la situación de numerosos países, sobre todo los exportadores de hidrocarburos y los que dependen en gran medida de Estados Unidos.
Christopher Dembik, economista de Saxo Banque, opina que la mayoría de los países emergentes “no hicieron las reformas estructurales necesarias, no tienen una industria diversificada ni una verdadera sociedad de consumo” para absorber los choques externos.
El economista cree que, a diferencia de los países desarrollados, los emergentes no tendrán largos periodos de prosperidad para consolidar sus modelos por culpa de “la precipitación de los ciclos económicos”, cada vez más cortos porque están más vinculados a los versátiles mercados financieros.
‘Un caso aparte’:
Dembik considera, no obstante, que China es “un caso aparte” y se muestra “optimista a medio y largo plazo” sobre el futuro del país asiático, debido al alto nivel de ahorro privado y al intervencionismo del Estado.
La directora general del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, declaró el miércoles que la economía china es “resistente y suficientemente fuerte para soportar ese tipo de grandes variaciones en los mercados”.
Patrick Artus, economista de Natixis, vaticina que “la fuerte ralentización del crecimiento potencial de China (del 8% anual entre 2000 y 2010 hasta el 3% anual que se prevé en los años 2020) tendrá efectos considerables” sobre la economía mundial, que bajará de “un punto al año”.
El economista jefe de la aseguradora Euler Hermes, Ludovic Subran, subraya la debilidad persistente del comercio internacional que, según él, es resultado de una suerte de “contraglobalización” y de la aparición de “fortalezas” en Estados Unidos y en Europa, donde la economía se reactiva sin que los países emergentes se beneficien de ello.
“Los consumidores europeos y estadounidenses no van a salvar el mundo, el patriotismo económico y financiero aumenta”, asegura.
Subran también recuerda que, en algunos países, la opinión pública está cada vez más pendiente de las desigualdades y se muestra más reticente a la hora de dejar sus recursos naturales en manos extranjeras.
En esos Estados, la sociedad pide más explicaciones a sus políticos, lo cual cambia el panorama para los gobiernos y los inversores. “No se pueden importar capitales y tener responsables formados en el extranjero, sin importar un poco de democracia”, afirma Subran. (AFP)
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