Con trazo rápido y seguro, escribe nombres a mano en cientos de invitaciones: en vísperas de los desfiles de moda de París, Nicolas Ouchenir, calígrafo especializado en los eventos de la industria del lujo, vive los momentos más intensos de una profesión que pocos conocen.
En su taller, el celular no para de sonar: los encargados de relaciones públicas de las marcas corrigen listas de invitados -compradores, famosos y periodistas- lo llaman para contratar sus servicios. Los desfiles comienzan el miércoles en París y “hay que estar listos”, sonríe este morocho treintañero de vaqueros y camisa blanca.
En su despacho se apilan las cajas junto a frascos llenos de portaplumas, estilográficas y un escritorio lleno de manchas de tinta.
Su tarea es escribir los nombres de los invitados a los desfiles en sobres e invitaciones. El calígrafo conoce al dedillo este mundo que tiene sus códigos. Y especialmente el “seating”, es decir el lugar atribuido a cada invitado, señal de la importancia que tiene para la casa de modas, que reserva la primera fila a sus preferidos.
“No tengo horarios”, resume Nicolas Ouchenir, atareado en los locales de su taller en la calle Saint-Honoré de París, donde trabajan varias personas.
“A veces trabajo toda la noche, otras me quedo dormido en el taller y me despierto con manchas de tinta, o paso noches enteras a la espera de las listas en un despacho de relaciones públicas”, comenta, con un buen humor que le sirve de arma en un mundo de la moda “donde hay muchas crisis de nervios”.
Autodidacta:
Calígrafo desde la edad de 12 años, Nicolas Ouchenir admite que siempre tuvo la “obsesión” de la escritura, especialmente cuando veía a su pediatra hacer garabatos en la prescripción con su estilográfica. Pero aprendió solo su oficio, sin formación, luego de hacer estudios de comercio. Todo comenzó un día en que siendo asistente en una galería de arte, el joven parisino comenzó a escribir las invitaciones manuscritas para los vernissages.
“No sabía que era una verdadera profesión. Yo estaba encantado… Funcionó perfecto y la gente se acostumbró. Cuando veían la escritura en los sobres, casi no necesitaban abrir la invitación para saber quién la enviaba”.
Ese lado “exclusivo” es, según él, la llave del éxito. Para cada cliente, el calígrafo compone una escritura a medida, “como una firma”. Para Berluti es “muy masculina, muy sencilla”. La letra Versace es rococó, llena de garabatos. Con Margiela, para la alta costura es al estilo John Galliano mientras que para el prêt-à-porter, es más bien “máquina de escribir”.
Dior, Hermes, Louis Vuitton, Miu Miu, Gucci, Pucci, Missoni… Nicolas Ouchenir cuenta que colabora con las marcas más importantes pero también con los jóvenes creadores como Elie Top (joyas) o Hugo Matha (pañuelos).
Se ocupa mucho de moda, pero no exclusivamente: hace ilustraciones para revistas, trabaja para la bienal de Venecia, fabricantes de automóviles, bodegas de champagne, grandes familias aristocráticas o particulares a la búsqueda de un tatuaje original.
Los pedidos de los clientes son más o menos clásicos: algunos les piden escribir mensajes en lápidas funerarias. Una pareja le encarga redactar las reglas de un contrato íntimo sadomasoquista. Un oligarca ruso le encargó una participación para su boda escrita con sangre, que el calígrafo consiguió en una carnicería.
En la era digital la letra manuscrita va cayendo en desuso, pero Nicolas Ouchenir sigue enviando tarjetas postales, además de correos electrónicos y mensajes de texto.
Hoy en día “mucha gente le teme a la letra manuscrita”, señala. Por esa misma razón la caligrafía llama la atención porque se convirtió en una habilidad poco frecuente. Al igual que la alta costura: cuanto más exclusiva, más deseada. (AFP)
Debes loguearte para poder agregar comentarios ingresa ahora