El avispero de Robinson

Por: Francisco Manrique.

El profesor James Robinson, coautor del libro “Porqué fallan las naciones”, se está volviendo famoso en Colombia por el artículo que escribió para El Espectador el pasado 14 de diciembre del 2014, sobre el papel de la tenencia de la tierra y la educación en el post conflicto en Colombia, y su respuesta a las críticas que recibió, en otro artículo publicado en enero 18 de este año -(http://www.elespectador.com/noticias/politica/colombia-esta-vez-diferente-articulo-538466)-, . Estos dos artículos, despertaron la semana pasada, el avispero de los comentaristas e intelectuales de este país.

Para quienes estén interesados , pueden leer los 16 comentarios que recogió La Silla Vacía -( http://lasillavacia.com/node/49426)-, los comentarios de Armando Montenegro -(http://www.elespectador.com/opinion/cola-no-mueve-al-perro-columna-539819)-, y Mauricio Botero -(http://www.elespectador.com/opinion/ropas-nuevas-del-emperador-columna-539820)-, en El Espectador. De estas 18 opiniones, solo 4 tienden a darle la razón a Robinson, las demás están abiertamente en contra bajo diferentes argumentos. Invito al lector a ir a los respectivos artículos porque son muy interesantes e indicativos de nuestra forma de pensar.

El argumento de fondo de Robinson es que Colombia no puede tratar de abordar el post conflicto como si estuviera partiendo de cero. Según su opinión, casos exitosos de reforma agraria como Taiwán y Corea del Sur, no pueden ser un referente porque su contexto histórico es muy diferente al nuestro. El verdadero problema que tenemos es el de un Estado muy débil, incapaz de implementar de manera efectiva una agenda muy ambiciosa respecto al tema rural en Colombia, y la forma de hacer política. Estos dos temas se retroalimentan.

Hay que señalar, que su argumentación es coherente con la tesis expuesta sobre los países con economías y políticas extractivas. En su libro, los autores ven con preocupación, que el Estado no tenga el monopolio del uso de la fuerza para lograr el control en el territorio, especialmente en las zonas de la periferia, que han sido tradicionalmente olvidadas por las élites de las zonas urbanas.

Acemoglu y Robinson, los autores de “Porque fallan las naciones”, son ecépticos con relación a Colombia, porque no ven un proceso democrático pluralista, con una centralización política fuerte que mantenga la unidad. Dudan que el sistema político esté suficientemente maduro para enfrentar el reto de cambiar los modelos mentales y la institucionalidad que requiere Colombia hacia el futuro. Estos son aspectos centrales en los planteamientos de estos autores sobre los retos del desarrollo en países como el nuestro. De hecho, son bastante pesimistas cuando se refieren al caso colombiano: “Nuestra teoría sugeriría que el crecimiento económico sostenible es muy improbable en Colombia”. (pag 430 Kindle Edition)

Para sustentar la afirmación, de que el problema de la restitución de tierras, bajo la sombrilla de un Estado débil no es el mejor camino, Robinson muestra la tremenda dificultad que hoy presenta el proceso. Al paso que va su implementación, pasaran mas de 500 años antes de que se haya logrado un resultado contundente. Según la Fundación Forjando Futuro, este es el tiempo que le va a tomar a la Unidad de Restitución de Tierras procesar todos los reclamos que se han recibido hasta la fecha.

Para reforzar su argumentación, Robinson en su segundo artículo en El Espectador, menciona que un estado efectivo, como es el ejemplo de los Estados Unidos, cuando “pasó la Ley de Asentamientos Rurales en 1862; también entregó títulos de propiedad y los hizo respetar”. Mientras que en Colombia “tuvo su famosa expansión igualitaria en la frontera de Antioquia, ¿pero quién recibió títulos de propiedad?”

Robinson continua: “De hecho, el caso de Antioquia ilustra de manera brillante el problema con este modelo para Colombia. Allí, con un Estado ausente, incluso un modelo equitativo de distribución de tierra no conlleva a paz y prosperidad. En cambio, es el hogar del paramilitarismo en Colombia y es el departamento con las dos terceras partes de todas las masacres registradas en el país.”

También se muestra escéptico en relación a otro tema critico: “La Ley de Víctimas fue diseñada para fracasar, la estructura institucional simplemente no está ahí”.

Lo interesante de observar en los comentarios recibidos de diferentes expertos, en especial de quienes se indignaron por las apreciaciones de Robinson, es que no leí ninguno que refutara los puntos anteriores. Ninguna mención al argumento central: la debilidad institucional. Hubiera esperado que el ex ministro Juan Camilo Restrepo, responsable de la estructura que se puso en marcha para este fin, no se refiriera a el problema de la tremenda lentitud con la que avanza el proceso. ¿Alguien quiere refutar el ejemplo de Antioquia?. ¿Algún comentario en relación a la Ley de Víctimas?

Y en todos estos puntos Robinson pone el dedo en la llaga, así duela mucho reconocerlo. Hay una realidad: el estado del desmadre catastral, que hoy se trata de arreglar, y la debilidad institucional de la Justicia y los organismos responsables por los problemas de las tierras y de las víctimas. Si aceptamos lo anterior, no es absurdo afirmar que, la magnitud y complejidad del problema, desborda hoy la capacidad del Estado para enfrentarlo. ¿De verdad creemos que en estas condiciones vamos a lograr cambiar la realidad?.

Una crítica que hace Robinson a lo discutido en la Habana, es que la educación no sea un tema de la agenda. Su planteamiento en este punto es el siguiente: educar es mucho menos conflictivo que el reparto de la tierra. Esta última política es de suma cero mientras que: “educar, educar, educar”, genera mucho menos resistencia y un valor positivo para la sociedad.

A este planteamiento, algunos de los críticos a lo propuesto por Robinson, argumentan que de nada sirve la educación si no hay oportunidades de trabajo. Pero parecen ignorar varias tendencias. La primera de ellas: el talento humano formado es la clave del desarrollo del siglo XXI. Traducción: gente sin educación de calidad, tienen muy pocas oportunidades de progresar.   La segunda tendencia: la aspiración creciente a mejores niveles de vida motivada por los medios de comunicación que hoy llegan a todas partes. Y la tercera tendencia mundial: la migración a las ciudades desde el campo. Esto explica el porque la urbanización a venido creciendo a nivel mundial. En Colombia ya llega hoy a niveles del 80%.

Aquí me cabe una reflexión que también no mereció ningún comentario en los artículos a los que he hecho referencia al principio de este blog. La propuesta de Robinson en su esencia, es una invitación a mirar el tema agrario desde otra perspectiva. Reconociendo el descuido que este aspecto de la sociedad y la economía colombiana han tenido por tantos años, su solución no se debe de abordar con las mismas aproximaciones que se han tratado de implementar por décadas. Robinson se atrevió a cuestionar a la sociedad al plantear, si “el Santo Grial de la reforma agraria en Colombia”, debe ser el mejor camino que el país necesita en el siglo XXI para avanzar. ¿O será que llegó la hora de innovar?.

Como bien lo expresa Robinson al final de su segundo artículo: “Mi argumento es que en la “Colombia que realmente existe”, tal economía y tales políticas son políticamente inviables.”. Más adelante afirma: Mi sugerencia tampoco pretendía defender el modelo rural de desarrollo de Vicente Castaño. Mi punto al citarlo era señalar que este ya es el modelo de desarrollo rural que impera en Colombia y es uno que se debe enfrentar en lugar de desear que no fuera así. Mi objetivo era simplemente exponer este problema y tratar de pensar en formas prácticas para avanzar. Mi sugerencia es menos ambiciosa en comparación con las aspiraciones de otras personas, pero de hecho es bastante esperanzadora dado el desastre que es la “Colombia que realmente existe”.

La reacción airada y displicente de algunos críticos de Robinson, refuerzan mi tesis expuesta en mi blog anterior: el país necesita una infraestructura basada en una nueva mentalidad, una cultura acorde con los desafíos que hoy enfrentamos, y un liderazgo capaz de retar a la sociedad a cuestionar sus supuestos más sagrados. Sólo así, dejamos de dar vueltas y vueltas alrededor de los mismos problemas con las mismas soluciones, que no nos sirvieron hacia atrás.

La falta de curiosidad para preguntarse que hay detrás de la invitación de Robinson, es una señal alarmante teniendo en cuenta los cambios que la sociedad colombiana va a tener que hacer, en los próximos años. Por esta razón, yo sigo insistiendo que nuestra historia es el ancla que no nos deja avanzar. Necesitamos unas nuevas narrativas para progresar e incorporar la Educación y la Innovación como parte de un nuevo mundo de posibilidades. Pero también, como lo señala Robinson, necesitamos unas políticas y una institucionalidad inclusiva y no extractiva como se señala en el libro “Porque fallan las naciones”.

Ojalá hallan muchos mas personas como Robinson, que nos pongan el espejo a los colombianos, y en el cual rehusamos vernos como sociedad. Esa es la oportunidad que hoy tenemos con el proceso de negociación en la Habana. ¿Será que seremos capaces de entender esta posibilidad?.

Y hay otras preguntas que nos deja este profesor ingles que nos sigue retando, y cuyas respuestas están curiosamente ausentes en todos los comentarios de los “expertos e intelectuales” consultados en los artículos referidos al principio de este blog:

  • ¿Está la política lo suficientemente madura para que se pueda resolver este problema?.
  • “Si la paz territorial del alto comisionado Jaramillo va a ser exitosa, es necesario encontrar una forma de cortar el nudo gordiano de fracasos institucionales, debilidad estatal e intereses que compiten entre sí. ¿Cómo va a suceder esto? ¿Cuál es el plan a poner en marcha? ¿Cuáles son los obstáculos específicos y cuál es la estructura institucional que puede superarlos? “

Las respuestas a estas y otras preguntas de fondo, es lo que debería enmarcar la conversación nacional sobre el futuro de la paz en Colombia. Y mi pregunta de fondo: ¿Será que existe el liderazgo en el país que nos enfrente con esta realidad que no queremos ver, y que se atreva a formular las preguntas difíciles que habrá que hacer para que el proceso sea exitoso, hacia adelante? ¿Tendremos el valor de aceptar que nos confronten?


 

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