Por: Eduardo Lleras.
Un colombiano de a pie, de esos común y corriente, habla a la cámara y comenta con alegría como ha sido burlada la seguridad de los estadios en Rusia, y acto seguido se zampa un guaro, que en esas lejuras debe saber mejor. Su video se hace viral y 24 horas después es destituido de su cargo en la compañía Avianca. Para la empresa, los actos de nuestro gran colombiano violan los principios y valores corporativos y como si fuera poco la normatividad vigente. Para completarle el día, a nuestro hincha tricolor, las autoridades colombianas presentes en Rusia lo denuncian (o “sapean”) ante las autoridades rusas para que ellas se hagan cargo del caso.
Segundos después explotan las redes y los medios de comunicación. Indignación y vergüenza clamamos. Expertos en comportamiento humano salen a decirnos lo obvio, lo que ya sabíamos y es que somos una sociedad donde la cultura del vivo es lo que nos gobierna. Obvio pues quien quisiera alardear de ser bobo, nadie acá en estas tierras y menos en la lejana Rusia. No quiero caer en el lugar común de llamar a esto una doble moral, más bien quiero explorar la oportunidad de oro que no solo dejó pasar Avianca si no el país para hablar de las consecuencias de nuestros actos individuales y colectivos, y sobre ello construir saber como “diríamos” en la Colombia Humana.
Primero quiero explorar el dilema moral que deben estar viviendo los responsables en Avianca de la decisión de destitución de nuestro querido Luis Felipe Gómez. Algunos deben estar teniendo regresiones tipo Flatliner que les recuerdan sus asistencias a conciertos elaborando complejos planes para inyectar, en botellas de agua y cajas de jugos Hit, el almíbar sagrado que aquí llamamos aguardiente. Seguro algunos más avezados se las ingeniaban para esconder uno que otro porro en las costuras de sus chaquetas. Era ¿o es? todo un plan y a muchos de los que hoy se rasgan las vestiduras los vi y hasta con algunos compartí las mieles de la viveza.
Como somos una raza con memoria selectiva, muchos de los que me leen dirán que ellos nunca lo hicieron (así como nadie de centro recuerda haber votado por Uribe), pues bien, si el desmemoriado trabaja en Avianca quiero entonces mencionarle que el mentirles a sus usuarios sobre la cancelación o demora de un vuelo es tan grave o tan inocuo como el comportamiento de Luis Felipe. Si vamos a ser puristas, hasta hacer doble fila en el giro de un semáforo o parquear en la calle en lugar prohibido cae en la categoría culpable que debe llevar a su destitución. Vista así la cosa el mayor pecado de nuestro hincha tricolor debe resumirse en ser un güevón al hacerse un video.
En el mundo binario de Avianca, en donde solo era posible la destitución de Luis Felipe, hay únicamente dos posibilidades: o aplican a raja tabla su regla y se quedan sin empleados, o les permiten seguir siendo humanos y humanas, no güevones o güevonas -quiere decir sin hacer videos y declaraciones-, y les enseñan a ser solapados y rastreros. ¿Cambios de comportamiento?, mmmmm, no, me permito decirles que por ahí no es la cosa. Luis Felipe es tan solo un pequeño engranaje en un sistema mucho mas amplio y complejo que hasta en el mas mínimo detalle está gobernado por los mismos principios. Luis Felipe mi viejo eres simplemente un empleado mas de Avianca y un colombiano mas así de puro y simple.
Ante esta encrucijada, entonces ¿qué hacer? es la pregunta. Desde mi perspectiva la oportunidad de oro para Avianca estaba en generar con Luis Felipe de protagonista, un proceso conversacional y cultural que permitiera traer a la mesa aquellos comportamientos que podemos clasificar de antiéticos, tramposos o simplemente inadecuados en el día a día del negocio. Vía este proceso generarían en los empleados altos niveles de lectura de entorno y consciencia que llevarían a cambios de comportamiento colectivos y por ende de cultura organizacional. La posición vulnerable de Luis Felipe en un entorno seguro permitiría la apertura para expresarse con libertad e identificar y transformar aquellos comportamientos no deseados. Hoy por hoy han reforzado el miedo, amenazado al individuo y están dirigiendo la cultura a los terrenos del actuar solapado.
En la opinión que expreso en el párrafo anterior estoy asumiendo que la intención que tuvieron era reforzar su cultura y compromiso con los comportamientos éticos. Ahora bien, si lo que querían era también hacer un show mediático, vía el proceso que propongo los réditos pueden ser mucho mayores. El manejo del caso y su impacto podría convertirse en un referente de estudio de transformación organizacional de amplia aplicabilidad en el entorno nacional. Culiprontos, creo yo.
En el entorno del país, la oportunidad de oro se encuentra no en la lapidación publica, que lo único que logra es lavar momentáneamente nuestras consciencias y llevarnos a la negación del impacto de nuestros propios actos. Siguiendo el camino de la negación, ponemos nuestras esperanzas de cambio en estatutos anticorrupción redactados por corruptos y consultas anticorrupción redactadas por moralistas que buscan un espectro electoral, que para nada nos invitan a cambiar nuestros propios comportamientos. Creamos estructuras legales para otros y desde la barrera juzgamos sin darnos cuenta que somos parte del mismo problema. Somos tan colombianos y tan colombianas como Luis Felipe.
Por último, quiero mencionar que a nivel organizacional y cultural siempre he creído que los dilemas morales y de responsabilidad se deben resolver en el core mismo del negocio y no con estructuras externas y señalamientos de otros. Si así seguimos actuando, a futuro de lo mismo nos seguiremos quejando.
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