“Vida de convento” para los guerrilleros de las FARC, “familias y amigos postergados” para la delegación gubernamental: los diálogos de paz para Colombia cumplieron este jueves en Cuba tres años de rutinas y sobresaltos, con una buena cuota de sacrificio personal para ambas partes.
“Aquí llevamos una vida de convento”, bromean algunos miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC, comunistas), principal guerrilla del país, sobre su confinamiento en La Habana desde el 19 de noviembre de 2012 para negociar con el gobierno de Juan Manuel Santos el fin de más de medio siglo de conflicto armado.
Dejar la selva para encerrarse a conversar con sus enemigos significó un cambio radical para los rebeldes, aunque su estadía en la isla también les ha permitido someterse a tratamientos médicos y cirugías, y abrazar después de largo tiempo a familiares.
“No veía a mi hija desde que ella tenía dos años (ahora es mayor de edad)”, dijo un guerrillero bajo reserva.
1095 días en La Habana y 90 vuelos:
Los negociadores gubernamentales, encabezados por Humberto de la Calle, también han visto su vida personal trastocada por las conversaciones, que se dividen en ciclos de 11 días, seguidos de un receso de una semana.
“Debemos reconocer el sacrificio de nuestras familias. Padres y madres, abuelos, aquí en La Habana durante 1095 días, los hemos privado de nuestro aliento y nuestra voz”, dijo este jueves de la Calle, al hacer un balance de un “proceso que ha tomado más tiempo de lo esperado”.
“Hemos tomado más de 90 vuelos, hemos trabajado cientos de horas en extensas jornadas”, añadió de la Calle, quien vivió una compleja situación hace un tiempo por la enfermedad de un nieto, que lo obligó a ir a Bogotá.
Su número dos, Sergio Jaramillo, casi se queda sin fiesta de cumpleaños el pasado 17 de octubre, cuando un viaje a La Habana para finiquitar el acuerdo sobre desaparecidos se alargó más de lo previsto.
De guayabera y maletín:
Los salones del Palacio de las Convenciones de La Habana han sido escenario de las pláticas, protagonizadas por viejos adversarios que nunca se habían visto, como los generales Jorge Mora y Óscar Naranjo y los comandantes rebeldes Iván Márquez, jefe negociador de las FARC, y Pablo Catatumbo. Ahora ninguno viste uniforme ni porta armas, y hasta toman café juntos, algo impensable para bandos sumidos desde hace décadas en combates que han dejado 220.000 muertos y unos seis millones de desplazados.
De guayabera y maletín, los guerrilleros “trabajan arduamente”, según reconoce su contraparte. Al comienzo visitaron algunos lugares de Cuba, pero todo cambió cuando trascendió una foto en la que se veía a algunos navegando en un catamarán, sugiriendo que estaban de vacaciones. Desde entonces, prohibieron las “selfies” y casi no salen. La última semana de octubre, dos dirigentes de las FARC invitaron a cenar a un profesional extranjero, pero tuvieron que pedirle que les recomendara un restaurante, porque ellos no conocían ninguno.
Siempre sin corbata, los negociadores del gobierno tampoco han sido vistos en los sitios más turísticos de Cuba.
En un proceso de paz conducido casi exclusivamente por hombres, las mujeres sólo abundan en los equipos de prensa. Por ejemplo, las FARC producen un noticiario de TV, conducido por la holandesa Tanja Nijmeijer, que difunden semanalmente en Internet.
“Todo es simétrico”:
Las pláticas inician a las ocho de la mañana. Las delegaciones -cada una tiene cinco “plenipotenciarios” y cinco suplentes- se sientan frente a frente en una mesa rectangular, acompañadas por representantes de los garantes Noruega y Cuba, quienes se limitan a escuchar.
Personajes anónimos, pero vitales para superar los periodos de crisis, han sido estos diplomáticos: el noruego Dag Nylander y el cubano Rodolfo Benítez.
Nylander ha vivido los últimos tres años entre el frío polar de Noruega y el calor tropical de Cuba, donde tiene asignada la casa 23 de “El Laguito”, no lejos de las de los negociadores de cada parte.
Los anfitriones, que según fuentes diplomáticas son quienes han financiado buena parte de los gastos de manutención, logística y seguridad, brindan las mismas comodidades a cada bando. “Todo es simétrico, si una delegación recibe algo, la otra también”, contó una integrante del equipo del gobierno.
Según supo la AFP, al comienzo las sesiones se desarrollaban bajo mucha tensión y desconfianza, pero de a poco el ambiente se fue relajando, por lo que ahora a veces hacen bromas y ríen. Sin embargo, hasta ahora no han compartido almuerzos y siguen viendo por separado los partidos de la selección cafetera de fútbol.
Al cabo de las deliberaciones cotidianas, todos vuelven a “El Laguito”, un complejo de residencias de protocolo del gobierno de Cuba, zona de embajadas en el oeste de la capital, donde se hospedan. De exuberante vegetación tropical, sólo tiene un inconveniente: hay mosquitos. AFP
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