El deshielo del permafrost, la capa de hielo más profunda, es una “bomba climática” que ya está afectando a la naturaleza, las infraestructuras y las formas de vida del Gran Norte, desde Siberia hasta Groenlandia, pasando por Escandinava y China.
Calentamiento casi en todas partes:
El permafrost cubre un 25% de las tierras emergidas del hemisferio norte (23 millones de km2), desde Canadá hasta Alaska, pasando por Siberia, Groenlandia, Escandinavia, Mongolia y China.
Estos suelos no son siempre continuos, pueden ser muy finos o muy gruesos y estar compuestos de pequeñísimos fragmentos de hielo o de grandes masas. Pero como consecuencia del cambio climático, que en estas regiones es dos veces más rápido que en el resto del planeta, “el permafrost se está calentando casi en todas partes”, explica el geógrafo Antoni Lewkowicz, de la universidad de Ottawa, presidente de la Asociación Internacional del Permafrost (IPA).
El ritmo de este deshielo bajo tierra es más difícil de evaluar y varía según las regiones pero seguirá en las próximas décadas, asegura Lewkowicz.
Suelos hundidos y corrimientos de tierra:
Como consecuencia del deshielo, los suelos se están hundiendo, lo que provoca corrimientos de tierra e inestabilidad en carreteras y pistas de aeropuertos.
En Salluit, en el norte de Quebec, se hundió una caserna de bomberos y en Yukon, otro territorio canadiense, la autopista que lleva a Alaska está en muy mal estado en sus últimos 100 kilómetros, explica Lewkowicz, que lleva 40 años estudiando el permafrost.
Este deshielo también está erosionando las costas. En Alaska, “está desestabilizando un territorio en el que viven 100.000 personas, amenazando sus casas y estropeando las infraestructuras de transporte y energía”, dijo el presidente Barack Obama durante una visita a la región en septiembre.
Este fenómeno también podría afectar a los ecosistemas, sobre todo acuáticos, y a los regímenes hidrológicos porque, como consecuencia del deshielo, el agua podría llegar profundo donde hasta ahora sólo se quedaba en la superficie.
Es el caso de la meseta de Peel (noroeste de Canadá) donde los hundimientos y los derrumbes ya han cambiado la composición química de los ríos. En algunos casos los árboles también se han visto afectados y caen como si fueran dominós.
También en los Alpes:
Más al sur del planeta, el deshielo del permafrost afecta a las montañas más altas. Como en los Alpes, donde la desaparición de este “cemento del hielo” ha provocado importantes derrumbamientos en los últimos 20 años. Y 2015 podría ser un año récord en este sentido.
“Hay que tener en cuenta que las altas montañas no son algo muy sólido. Muchas veces son una simple superposición de elementos rocosos cuya estabilidad depende de que haya hielo”, explica Ludovic Ravanel, investigador del CNRS francés. “Si se funde el cemento de las montañas, puede desestabilizar vertientes enteras”, advierte. AFP
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