Por: Pascual Gaviria Uribe
Volodymyr Zelenski está empeñado en sacar a los atletas rusos de todos los campos y las pistas de París 2024. Sus palabras son las del comandante en jefe en medio de la guerra, las de un hombre asediado, las de un líder que no puede renunciar a ningún arma en el combate: “La mera presencia de representantes del estado terrorista es una manifestación de violencia y anarquía… Dios no lo quiera, pero los principios olímpicos serían destruidos si los atletas rusos pudieran participar en cualquier competencia…”
Anne Hidalgo, la alcaldesa de París, ha entrado en la misma línea de batalla, cree como Zelenski que los ciudadanos de un país deben perder algunos derechos universales (hacer parte del espíritu olímpico podría ser uno de ellos) cuando el gobierno que representa ese Estado y esa nacionalidad comete actos de barbarie, incluidos delitos de lesa humanidad: “Mientras Rusia siga con la guerra de Ucrania, deseo que no haya una delegación rusa en los Juegos de París 2024… Me parecería indecente, que un país desfilara como si nada, que vinieran a París mientras siguen cayendo bombas en Ucrania”. Hace un año, al inicio de la invasión, tenía una opinión distinta. En su momento dijo que ningún atleta debía ser descalificado solo por su pasaporte.
No es un asunto fácil de decidir. Se entiende el cambio de opinión de la alcaldesa y las distintas posiciones expresadas por algunos países. Estados Unidos apoya la participación de los rusos con la prohibición de los símbolos de su bandera y su himno durante competencias y premiaciones. Emmanuel Macron ha dicho que no se debe politizar el deporte y que los deportistas rusos tienen derecho a jugar.
Polonia encabeza a los países que piden el veto a los rusos y detrás han salido los gobiernos de Letonia, Estonia, Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega y Suecia. Hace un año los directores del abierto de Wimbledon sacaron a los tenistas rusos de la cancha de grama. La ATP abrió la discusión y consideró injusta y peligrosa la decisión unilateral de los ingleses: “La discriminación basada en la nacionalidad también constituye una violación de nuestro acuerdo con Wimbledon, que determina que el ingreso de jugadores esté basado simplemente en el Ranking ATP.”
Creo que los deportistas rusos deberían competir en París 2024 con un compromiso previo que les prohíba hacer propaganda al régimen de Putin. La obligación de vestirse bajo una bandera neutra y no poder cantar el himno es un “castigo suficiente”. Inclusive podría decirse que es una privación de la nacionalidad, de la pertenencia a un Estado, por las decisiones de un gobierno. Pero la bandera rusa en lo alto del podio sería humillante para las víctimas de la brutalidad de Putin. Más de doscientos deportistas y entrenadores ucranianos han muerto en combates o bombardeos desde el inicio de la invasión.
En la discusión ha salido a relucir la larga “eliminación” de los deportistas surafricanos durante el Apartheid, desde 1964 hasta 1988. La gran diferencia es que el régimen racista solo incluía atletas blancos en su delegación. Sus disposiciones influían directamente en la elección de los deportistas y violaban la Carta Olímpica.
En el caso de Rusia la carta parece ser clara en el respaldo a los competidores rusos: “Los Juegos Olímpicos son competiciones entre atletas, en pruebas individuales o por equipos, y no entre países.” Si se comienza a castigar deportistas por el ranking de derechos humanos de los países, tendremos extrañas tablas de medallería y árbitros con grandes sesgos en la clasificación mundial de regímenes. La brutalidad de unos no debe condenar la velocidad de otros.
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