Por: David Arturo García Torres.
El Profesor William Nordhaus de la Universidad de Yale y Paul Romer profesor de varias universidades como Berkeley y NYU, han sido escogidos por el banco central de Suecia como ganadores del premio en memoria de Alfred Nobel. Para los académicos en economía es la máxima distinción que reconoce los aportes realizados por importantes economistas e investigadores desde 1968, de la corriente principal (mainstream u ortodoxia económica como se le conoce).
Nordhaus y Romer han generado importantes contribuciones en la teoría económica, en especial la teoría del crecimiento. El trabajo del primero, ha estado centrado en comprender y modelar los efectos que tiene el cambio climático en la economía de manera agregada, proponiendo que el mayor control que puede generarse para frenar el problema es a través de impuestos a las emisiones. El segundo, ha tomado las conceptualizaciones del ganador de este mismo premio en 1987 Robert Solow, ampliándolas permitiendo demostrar cómo matemáticamente no solo la productividad y el capital contribuyen en el crecimiento, sino también, como el cambio tecnológico (innovaciones) ayudan a tener niveles mayores de producción en la economía.
Por años los economistas los hemos tomado como importantes referentes en nuestros análisis, y reconocemos sus aportes que como en toda ciencia, pueden ser falseables. Sin embargo, una crítica mayor que se da entre economistas no se asocia a los aportes de cada investigador, sino al premio en sí mismo, y al favorecimiento sobre la corriente principal.
Hay que reconocer y diferenciar que el premio a diferencia de los demás premios entregados por la fundación Alfred Nobel, es reciente y ni siquiera estaba incluido en el testamento de empresario y científico sueco. Los demás premios son reconocimiento de esfuerzos significativos sobre para la sociedad y las artes, desde la medicina hasta la paz, se resalta el trabajo notable de dichos esfuerzos. Sin embargo, Nobel no consideraba la economía realmente como una ciencia, de hecho, como lo mencionan los profesores Offer y Söderberg en el libro El Factor Nobel, en una de sus cartas señala como odia los negocios con todo su corazón considerándose un socialdemócrata.
Al reconocerse como Socialdemócrata, va en contra de la corriente principal y da una luz de cómo su pensamiento está más en favor de construir un sistema que no se base simplemente en las relaciones de mercado, sino que exista un apoyo mutuo en la sociedad que pase de generación en generación. El premio, particularmente, entregado por los banqueros suecos, tiene una tradición de resaltar la excesiva modelación matemática que atañe la economía, simplificándola y atándola a supuestos que se cumplen en condiciones particulares. Incluso el mismo Romer señala que el presentar un modelo es como hacer un truco de cartas en el que todo el mundo sabe que hay una trampa, un truco o juego de manos que nos hará ver lo que no es.
En una conversación con el profesor Alejandro Nadal, del Colegio de México, me señalaba que fundamentalmente los premios no los entregan realmente a alguien que lograra generar un cambio significativo en la economía de un país. Algo completamente cierto, ya que ni siquiera el mismo Friedman, quien logró establecer las recomendaciones para que Chile funcionara como una “economía de mercado” apoyado el golpe de estado, fue crítico de la dictadura y sus excesos.
La crítica a la modelación es completamente válida, dada la pretensión de muchos economistas de considerar el interés privado como el principal motivador principal del comportamiento humano, delimitando las recomendaciones a la ideología del factor individual, bañado de una matematitis crónica. El sistema económico es más complejo, tiene una serie de interrelaciones dinámicas y abiertas que al limitarlas a los supuestos modelizables solo deja al ceteris paribus como explicador de la medida de nuestra ignorancia.
Varios premiados con esta distinción han sido críticos de la corriente principal, Myrdal por ejemplo criticó al movimiento econométrico de ignorar el problema de la distribución de la riqueza en su obsesión por el crecimiento económico de usar estadísticas defectuosas y por usar letras griegas por datos faltantes. Los dos economistas galardonados este año a su manera también critican el sistema de mercado y la modelización corriente, ya que el excesivo sistema de producción y la dependencia a los recursos no renovables nos han llevando a un caos de magnitudes globales, algo que no corresponde a un problema local o una economía nacional. Así mismo, la innovación como factor importante de crecimiento y el progreso, se ve limitada por una serie de factores no modelizables matemáticamente; como la falta de incentivos al desarrollo de negocios, el bloqueo al autodescubrimiento, los excesos de legalidad y la competencia agresiva. Incluso, pese a que hemos desarrollado como sociedad innovaciones importantes para mitigar los efectos de gases de invernadero, el sistema de mercado sigue produciendo de la misma forma dado el modelo de generación de economías de escala por las grandes industrias.
Romer, en una nota escrita en su página web (paulromer.net) sobre la aceptación del premio reflexiona sobre cómo podemos reconciliar los resultados del progreso tecnológico con una evaluación realista del riesgo muy real que enfrentamos ahora al dañino cambio climático. El progreso no ha sido gratis, los modelos y la evidencia sugieren que los beneficios que obtenemos cuando las personas hacen las cosas que producen progreso son tan grandes, y los recursos que se necesitan para producir el progreso que hemos disfrutado son tan pequeños, que el progreso parece ser gratuito
La reflexión, más allá del merecido premio, está en lograr generar vínculos significativos no solo en lo teórico, sino en lo práctico, preocupándonos más como economistas y sociedad por soluciones fuera de la esfera principal y que no están contribuyendo de manera concreta a favorecer nuestros estilos de vida y permanencia en el planeta. Como señalaba el escrito y político Almeida Garrett, hay que preguntar a los economistas políticos, a los moralistas, si han calculado el número de individuos que es necesario condenar a la miseria, al trabajo desproporcionado, a la infancia desamparada, a la ignorancia crapulosa, a la desgracia invencible, a la penuria absoluta, para producir un rico.
Addendum: Que pensaría Myrdal de Romer quien aceptó que, por motivaciones políticas, alteró el ranking de competitivad empresarial de Chile durante las administraciones de Michelle Bachelet y que Chile no empeoró como publicó el Banco Mundial.
Nota publicada en © Blogs Uninorte, reproducida en PCNPost con autorización
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SOURCE: Blogs Uninorte
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