Los medios británicos usan el neologismo “chillaxing”, algo así como “relajarse”, para describir al primer ministro conservador David Cameron, un político en las antípodas de Margaret Thatcher, poco dado a la confrontación y a las grandes visiones.
Cameron se convirtió en el primer ministro más joven en 200 años y el hombre que devolvió al poder a los conservadores tras 13 años de laborismo.
Combinaba una imagen sonriente y moderna, como la de Tony Blair, y la determinación que se le supone a los conservadores de hacer el trabajo sucio de limitar la inmigración y cuadrar las cuentas públicas, algo que de repente era importante para el electorado.
La determinación de cambiar las cosas caiga quien caiga, que caracterizó a Thatcher, no es la de Cameron: la inmigración no se ha reducido, y las cuentas están solamente un poco más saneadas, aunque en cualquier caso el país crece a buen ritmo (2,5% en 2014). “Cameron es básicamente un conservador, y en esa tradición no es muy dado a las grandes visiones”, explicó Nick Clegg, su viceprimer ministro y líder de los demoliberales, los socios minoritarios de la coalición de gobierno.
“Si hubiera un deporte de relajarse, sería campeón olímpico”, dijo un colaborador suyo, nada detractor, a sus biógrafos.
“Es una extraña combinación”, escribió su primo Harry Mount en The Sunday Times el domingo.
“Un hombre inteligente y políticamente ambicioso en un cuerpo afable y poco amante de las complicaciones”.
David William Donald Cameron nació el 9 de octubre de 1966 en una familia acaudalada y se crió en Peasemore, una pequeña localidad del condado de Berkshire. Su padre era corredor de bolsa y su madre magistrada.
Al igual que sus tres hermanos, gozó de una educación privilegiada. Con siete años, ingresó en la escuela Heatherdown, que contó entre sus alumnos con los príncipes Andrés y Eduardo de Inglaterra, antes de pasar cinco años más tarde al elitista colegio Eton -que con él ha dado 19 primeros ministros al Reion Unido-, formando parte, junto al alcalde de Londres, Boris Johnson, del famoso club de estudiantes Bullingdon, famosos por sus juergas legendarias.
Luego estudió en la Universidad de Oxford, de la que salió en 1988 licenciado en Filosofía, Política y Economía.
Descendiente de reyes y primo lejano de Kim Kardashian:
Cameron es descendiente directo del rey Guillermo IV (1830-1837), y según confesó recientemente, primo decimotercero de Kim Kardashian, la celebridad estadounidense.
Al parecer, según un sitio genealógico, los árboles de uno y otro se tocan en un tal Sir William Spencer, un inglés nacido en 1555. Su bisabuelo materno, su tatarabuelo y el padre de éste fueron diputados conservadores.
Aunque no militó políticamente en la universidad, entró a trabajar de inmediato en el Partido Conservador, en el departamento de investigación.
Tras colaborar con el primer ministro John Major en la preparación de sus comparecencias en el parlamento, asesoró a varios ministros.
En 1993, sin embargo, dejó temporalmente el partido para convertirse en director de comunicación en el grupo de medios Carlton, donde perfeccionó sus dotes de relaciones públicas y aprendió a lidiar con la prensa. Su única experiencia en el sector privado terminó en 2001 cuando, tras un primer intento fallido, ganó finalmente un escaño en el parlamento.
A partir de ese momento, su ascensión en el Partido Conservador fue meteórica. En 2004, entró en el gabinete de la oposición y al año siguiente, después de la tercera victoria de Tony Blair en las urnas, obtuvo el liderazgo. Cameron, que no partía como favorito, conquistó a los miembros de su formación con un elogiado discurso sin notas -pero aprendido de memoria- en el que abogó por “una nueva generación de conservadores”.
Cameron dejó que los medios exploraran su faceta de padre de familia casado desde 1996 con Samantha Sheffield, de más rancio abolengo que él pero más bohemia.
Samantha y Cameron tienen tres hijos. Tuvieron uno más, el primero del matrimonio. Se llamaba Iván, sufría parálisis cerebral y epilepsia, y acabó falleciendo en febrero de 2009, a los seis años de edad, un tema que el primer ministro no esquiva.
Cameron gusta a los electores, pero su partido no ha logrado desprenderse de la etiqueta del “partido malo”, decía The Economist, para explicar que no acabe de desprenderse de los laboristas en los sondeos pese a las buenas cifras macroeconómicas.
Michael Ashcroft, un ex dirigente conservador dedicado ahora a los sondeos, dijo que “es un caso excepcional entre los líderes, su popularidad es superior a la de su partido”.
“Pero eso significa que, en puntos muy importantes, al menos a ojos de los electores, Cameron no ha sido capaz de cambiar el partido que dirige”, añadió. (AFP)
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