En aquel momento, por supuesto sin ninguna reflexión, lo único que creíamos posible era que ella pusiera un alto a esa relación. Varias veces me pregunté ¿por qué no lo deja?, muy pronto tuve las respuestas.
Algo normal
Vivimos en una sociedad que asume que las violencias contra las mujeres son normales y que las acciones de mayoría de los hombres “para darse a respetar”, son para mantener un orden en el que ellos sigan dominando lo que creen es de su propiedad.
Cuando constato que la mayoría de hombres jóvenes, sin importar su nivel académico, raza, clase, etnia disfrutan de los privilegios que les otorga el machismo, siento una mezcla de tristeza e indignación. Si bien es algo que empieza a normalizarse desde muy temprana edad, donde las niñas “deben” y los hombres “pueden”, todas las personas sabemos que cada hombre tiene la capacidad de renunciar a sus privilegios, porque todos son abusos de poder.
Un tema prohibido
¿Cuántos hombres se atreven a cuestionar a sus amigos, familiares, vecinos y compañeros de trabajo? Una vez un joven me dijo que había intentado cuestionar a su papá y tíos, pero que siempre le criticaban mucho y que entonces había preferido renunciar y hacer en casa lo que él creía que estaba bien. Esto ya es algo, pero no es suficiente.
La violencia no se da únicamente en las relaciones de pareja. El reflejo de una sociedad que avala el machismo como forma de vida es que una de cada cinco adolescentes en América Latina y de los países en desarrollo están o hayan estado embarazadas, que cada día mueran de forma violenta 12 mujeres en nuestra región, que mujeres centroamericanas paguen hasta 30 años de cárcel por haber abortado, que sean totalmente desconocidos los derechos de las lesbianas y trans, que los hombres sigan teniendo más ingreso que las mujeres aún cuando realizan el mismo trabajo.
Por una vida sin violencias
Ya he perdido la cuenta de cuántas vidas he visto esfumarse, pero no perderé la fuerza que me han dado aquellas mujeres que han logrado transformar sus vidas, y que junto al movimiento feminista y otras organizaciones comprometidas con la igualdad, han aprovechando cada oportunidad para defender nuestro derecho a vivir sin violencias.
Por el derecho a caminar a cualquier hora por las calles, de vestirnos a como queramos, de romper una relación cuando sospechemos que nos hace daño, a no guardar silencio “porque calladitas nos vemos mejor”, a sentarnos como nos plazca, a que nadie nos imponga las medidas del “cuerpo perfecto” y claro, dejar de pensar que nuestra vida se completa con un matrimonio e hijos. Todo esto quiero para mi hija y por supuesto para todas las mujeres.
Como mujer, feminista y parte del equipo de Oxfam, quiero seguir creyendo que es posible que más hombres y mujeres, instituciones, organizaciones, periodistas, estudiantes y artistas junten su voz y sus acciones para decir !Basta! acabemos con las violencias contra las mujeres.
Nota publicada en Oxfam, reproducida en PCNPost con autorización
SOURCE: Oxfam
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