Para Cielo Gómez todos los días son de trabajo, comenzando con un café a las 5:30 a.m. Ella es madre de tres hijos, esposa y ahora una cultivadora de café con su propia tierra, un trabajo de amor.
Cielo y su familia viven en el municipio de Tablón de Gómez, en el sureste del departamento de Nariño, Colombia. El municipio es conocido por su café, pero marcado por décadas de conflicto entre la guerrilla colombiana, el ejército y las fuerzas paramilitares. Sin embargo, ahora también es conocido por la restitución exitosa de tierras a los agricultores con 562 familias que forman parte del programa y 198 sentencias de restitución implementadas desde 2013.
Más de 7 millones de personas en Colombia fueron desplazadas por el conflicto armado desde 1985 y alrededor de 8,3 millones de hectáreas de tierras fueron ocupadas ilegalmente. El Acuerdo Final de Paz entre el Gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) se firmó en 2016, poniendo fin a más de 50 años de conflicto.
La Ley de Víctimas y Restitución de Tierras (Ley 1448) tiene como objetivo devolver las tierras adquiridas ilegalmente a sus ocupantes legítimos. En muchos casos, el proceso de restitución de tierras formalizó la propiedad de la tierra para aquellos que ya habían regresado, pero que no tenían cómo probar su propiedad.
En abril de 2003 hubo un conflicto entre la guerrilla y el ejército. Todos estábamos asustados. Un niño murió en el fuego cruzado en La Victoria. Los militares fueron a todas las casas, buscaron a los guerrilleros y tiraron nuestras cosas: colchones, ropa, todo. Estaba en la casa de mi suegro cuando los militares llegaron a nuestra casa. Los guerrilleros habían puesto bombas en el camino entre mi casa y la de mi suegro para que los militares no pudieran acercarse: Cielo Gómez
La historia de Cielo la comparten muchos otros en el área. Hubo un éxodo masivo de personas tratando de escapar de la violencia, teniendo que abandonar sus hogares, tierras y posesiones que no podían llevar con ellos. La familia Gómez fue una de las que decidió regresar después de un mes escondiéndose, ya que no tenían otro lugar adonde ir. “Cuando regresamos, descubrimos que el techo de nuestra casa fue destruido, no había electricidad … El ejército dijo que habían matado y enterrado a los guerrilleros en fosas comunes”.
Cielo y su familia recuperaron sus tierras como parte del proceso de restitución iniciado por el Gobierno de Colombia, pero al principio la tierra estaba solo a nombre de su esposo.
A través de un proyecto de ONU Mujeres implementado por la Corporación para el Desarrollo Social, Tecnológico y Económico de Colombia (CORPDESARROLLO), financiado por el Gobierno de Suecia, Cielo aprendió sobre su derecho a la tierra y desarrolló habilidades de liderazgo y comerciales. “Había tres lotes de tierra y ahora poseo uno de ellos, y los otros dos están a nombre de mi esposo. Juntos cultivamos café en los tres lotes y somos ahora propietarios. Eso es autonomía económica”, dice orgullosamente Cielo.
Desde entonces, ella solicitó un préstamo al banco y compró otro pedazo de tierra.
“Tengo 10,000 arbustos de café ahora. Antes pensaba que las mujeres solo podían plantar, cultivar y cosechar café, pero no venderlo”, afirma Cielo agregando que le pidió a su esposo que la ayudara plantando café. “Sería una asociación 50-50, le dije, y ambos nos beneficiaríamos de vender el café”.
Cielo ahora puede contratar a 10 personas para que trabajen su tierra. Para Deyanira Córdoba, una joven del mismo proyecto, cultivar café ha estado en la familia de generación en generación. “Mi sueño es convertirme en una empresaria del café y ayudar a mis padres y a mi comunidad”, dice Deyanira. “No solo los hombres pueden hacer negocios. Las mujeres podemos lograr nuestros propios objetivos “.
Los hombres también fueron involucrados en el proyecto y se discutieron temas sobre masculinidad con ellos. “Mi esposo entendió que las mujeres trabajan todo el tiempo, incluso los domingos, mientras que los hombres descansan en casa. Él entendió que las mujeres también tienen derecho a descansar. Ahora comparte algunas de las tareas domésticas. Él lava sus propios platos y alimenta a los animales “, dice Cielo.
Oneda Albán, de 40 años y proveniente del pueblo La Victoria, tiene una historia muy similar. Ella es la primera mujer de su familia en poseer una tierra, aunque cultivó café toda su vida. No solo el proyecto le hizo conocer sus derechos, sino que tuvo un tremendo impacto en la relación con su esposo.
“Mi marido fue a los talleres sobre masculinidad”, explicó Oneda. “En el segundo taller al que asistió, le dieron esta pequeña vasija y le pidieron que la tirara y que pensara en la persona que amaba”. Para el esposo de Oneda, la vasija la representaba a ella y cómo le había impactado la violencia. “Mi esposo volvió a armar la vasija y escribió mi nombre en ella. Llegó a casa, me dijo que tenía una sorpresa para mí y me la entregó. ¡Nunca me había traído un regalo! Desde ese día, comenzamos a hablar entre nosotros como una pareja. Les estamos enseñando a nuestros hijos a tratar a las mujeres con respeto”.
Cultivar café es un trabajo duro. A menudo los pequeños agricultores como Cielo, Oneda y Lucía no ganan lo suficiente por sus productos. Es justo ahí donde Joana Gómez, coordinadora del equipo comercial de la Asociación de Productores de Café (ASOPRO Café) en Tablón de Gómez, quiere marcar la diferencia. Ella es la única mujer en el equipo comercial y se unió al proyecto de ONU Mujeres en 2017.
“Me encanta el café y saber todo sobre él, así como también a dónde va”, dice. “Los productores de café hacen todo el trabajo, pero ganan una cantidad mínima de dinero. La mayor parte de las ganancias van para los intermediarios que comercian con el café”.La Asociación no hace uso de intermediarios y así los agricultores pueden llevar sus granos, tostarlos y comerciarlos directamente. Actualmente, la Asociación puede producir un máximo de 1,000 libras de café al año. Un proyecto complementario de la FAO enseña a los miembros prácticas agrícolas sostenibles, así como habilidades de degustación para que puedan tostar diferentes variedades de café.
“Estamos aplicando para tener registros de calidad, código de barras y permiso de la Federación Nacional de Cafeteros. Sin este permiso, no podemos producir más y no podemos comerciar internacionalmente”, explica Joana Gómez.
“Mi sueño es exportar este café a nivel internacional para que las personas conozcan su excelente calidad. Todos los que lo prueban les encanta. No encontrarás otro café como este en Colombia”.
Dos años después del histórico Acuerdo de Paz que puso fin formalmente a cinco décadas de conflicto entre el Gobierno de Colombia y las FARC, hoy la paz está íntimamente ligada al empoderamiento económico, la justicia y la vida digna. Para las mujeres cafeteras del Tablón de Gómez, por fin la vida es más segura. Ahora están trabajando para mejorar sus vidas, cultivando café y sembrando la paz.
Nota publicada en ONU Mujeres, reproducida en PCNPost con autorización
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SOURCE: ONU Mujeres
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