Por: David Robalino.
Crear más y mejores empleos es un aspecto fundamental de nuestra labor en el Banco Mundial, y una meta común de prácticamente todos los países, tanto desarrollados como en desarrollo. Sin embargo, a veces el debate sobre políticas se enfoca en el costo y la eficacia de los programas y proyectos para la creación de puestos de trabajo.
A modo de ejemplo, recientemente me encontré en medio de una discusión sobre un proyecto de desarrollo cuyo objetivo era la creación de empleo: uno de los examinadores objetó el proyecto debido a que el costo de cada empleo creado era demasiado alto. “Más de USD 20 000 por puesto de trabajo”, señaló, comparando dicho costo con cifras mucho más bajas (entre USD 500 y USD 3000), generalmente asociadas con programas activos del mercado laboral, como capacitación, asistencia en la búsqueda de empleo, subsidios salariales u obras públicas.
¿Pero, en qué se basan estas cifras?
A diferencia de un programa activo del mercado laboral, que pone en contacto a los trabajadores con empleos existentes, o con obras públicas que generan empleos de baja productividad, con ingresos por debajo del salario mínimo, el proyecto antes mencionado promovía inversiones para crear nuevos puestos de trabajo en el sector formal.
Crear nuevos empleos no es barato
Se tiende a asociar el costo de un puesto de trabajo con los salarios y las prestaciones pagados a un trabajador. Sin embargo, para que ese trabajador sea capaz de hacer algo útil, tendrá que contar con el equipo necesario y, supuestamente, con un lugar donde realizar su trabajo. Con toda probabilidad, la empresa que lo contrate deberá pagar seguros y distintos tipos de permisos, además de servicios básicos, como abastecimiento de agua y electricidad. En el margen, agregar un nuevo puesto de trabajo probablemente “solo” cueste el salario, un escritorio y una computadora; pero, para poder crear ese puesto de trabajo, primeramente hubo que establecer una nueva empresa, con capital asociado y gastos de operación.
Consideremos el caso de un café en los Estados Unidos. Según Crimson Cup Coffee, establecer un negocio de este tipo que tenga espacio para sentarse puede costar entre USD 80 000 y USD 250 000. Los costos comprenden el arriendo del lugar, reservas para el pago de salarios y prestaciones, comisiones para los arquitectos y abogados, equipo, materias primas, impuestos a la renta, y otros gastos. En un café normalmente se emplea a entre tres y siete personas, lo que significa que cada puesto de trabajo cuesta entre USD 25 000 y USD 35 000.
Con mi colega Mohamed Marouani —economista y profesor asociado de la Sorbona— hemos utilizado modelos de equilibrio general para calcular cuántos empleos se podrían crear en distintos sectores de la economía de varios países con una inversión de USD 10 millones.
En un comienzo nos sorprendimos de que las cifras no fueran muy altas: solo unos pocos centenares de empleos directos.
Por ejemplo:
en el sector del comercio, maderero o de la construcción, pero menos de 100 en el sector eléctrico o del transporte (véase el gráfico). Nuevamente, esto significa un costo de alrededor de USD 30 000 por puesto de trabajo. Estas cifras pueden duplicarse si se tienen en cuenta los empleos indirectos, es decir, los que se crean debido al aumento de la demanda de insumos, bienes y servicios como resultado del crecimiento de un sector determinado. Pero los empleos indirectos requieren sus propias inversiones, por lo que el costo por puesto de trabajo no varía mucho.La pregunta fundamental para las autoridades encargadas de las políticas que intentan emplear a más personas es: ¿cómo uso los limitados recursos públicos?
¿Los asigno a programas activos del mercado laboral, o los utilizo para promover la creación de nuevas empresas o la expansión de otras ya existentes?
Evidentemente, la respuesta dependerá de la naturaleza del problema. En una economía dinámica que está creando suficientes empleos y donde la cuestión es simplemente reducir el desempleo friccional ayudando a quienes buscan empleo a contactarse con fuentes de trabajo, un Gobierno podría contentarse con respaldar programas activos del mercado laboral más baratos y bien diseñados. Pero cuando el problema es estructural, es decir, cuando no existen suficientes empleos —al menos, no suficientes empleos de calidad—, el Gobierno tal vez no tenga otra alternativa que estimular las inversiones y la creación de empleo. Por lo general, ello implicaría impulsar la demanda agregada o las inversiones orientadas a sectores específicos.
En consecuencia, tal vez el indicador adecuado para evaluar las políticas sobre creación de empleo no sea el costo por puesto de trabajo, sino la tasa de rentabilidad social asociada a la intervención.
En un próximo blog analizaremos cómo calcular esta tasa de rentabilidad (y cómo tener en cuenta las externalidades sociales de la creación de empleo) a partir de nuestra nota sobre el análisis de costo-beneficio de proyectos de inversión en empleo. (PDF, en inglés)
Nota publicada en Voces, Perspectivas del desarrollo del Banco Mundial, reproducida en PCNPost con autorización
Posts relacionados:
Debes loguearte para poder agregar comentarios ingresa ahora