El Coro Infantil y Juvenil de Colombia reúne durante diez días a un centenar de menores con todo tipo de historias de superación y valentía venidos de diferentes partes del país para preparar un gran recital que tendrá lugar el próximo 20 de noviembre en el Teatro Colón de Bogotá.

En los ensayos destaca por dulce y armoniosa la voz de Benjamín Rodríguez, de 11 años, que cuando la directora del coro, la cubana Digna Guerra, se lo ordena, exhibe con envidiable humildad su poderosa habilidad cantando como solista.

El joven, nacido en Medellín, padece una enfermedad degenerativa en los huesos y las articulaciones que le impide jugar y correr como los otros niños de su edad, así que fue en el canto coral donde Benjamín encontró desde los tres años su espacio de libertad y esparcimiento.

“La música para mí lo es casi todo, me da felicidad en momentos de soledad en los que me siento inútil porque los otros niños hacen cosas que yo no puedo hacer, como patear un balón o saltar”, relata con una gran entereza.

El chico confiesa que uno de sus sueños sería cantar el “Ave María” para el papa Francisco si el pontífice finalmente visita Colombia el año próximo.

Benjamín hace parte del grupo de 93 niñas y siete niños de entre 10 y 17 años que representan las cinco regiones naturales del país (Andina, Amazonía, Caribe, Orinoquía y Pacífica) y que se prepararán bajo la batuta de Guerra.

El retiro artístico tiene como sede Fusagasugá, un municipio agropecuario situado unos 60 kilómetros al suroeste de Bogotá, ya que su clima templado sirve para aclimatar a los chicos que vienen de las regiones costeras antes de subir a la fría capital colombiana, situada a 2.640 metros sobre el nivel del mar.

El programa Coro Infantil y Juvenil de Colombia forma parte del Plan Nacional de Música para la Convivencia del Ministerio de Cultura y busca fortalecer el movimiento coral del país generando espacios de paz y reconciliación para jóvenes que, en muchos casos han vivido impactantes historias de violencia o superación.

Según el Ministerio de Cultura, la música juega un importante papel de “reparación” y “transformación social” enfocado a mejorar la vida de niños y niñas víctimas del conflicto armado o en condiciones de extrema pobreza.

“La música es capaz de sanar las heridas, en este caso, los niños son las víctimas y para muchos de ellos cantar en un coro es la mejor terapia”, agrega Guerra.

Con una energía admirable, la directora coral guía con una equilibrada dosis de severidad, desparpajo y cariño al centenar de voces infantiles congregadas en un apacible hotel de Fusagasugá.

Durante los ensayos, los niños y niñas venidos de todo el país, entonan al unísono canciones como “Guantanamera” y ponen en evidencia el ritmo y el amor por la música del pueblo colombiano.

“El arte y dentro del arte, la música, engrandecen el espíritu. Hacer música y cantar permite tener otra visión de la vida a pesar de las carencias que cada uno haya sufrido”, afirma la directora del coro, quien describe a los chicos participantes en esta iniciativa como “ángeles”.

Gabriela Ramos, una de las participantes en la iniciativa, procedente de Pasto, capital del departamento de Nariño, fronterizo con Ecuador, explica que tanto ella como su familia tuvieron que desplazarse en el pasado por culpa de las guerrillas, sin embargo, asegura que la música puede contribuir a la paz y la reconciliación del país.

“Cantando uno puede expresar sus sentimientos, y algunas personas incluso cambian escuchándola”, apunta.

El centenar de infantes y jóvenes seleccionados en esta edición del coro demuestran una enorme versatilidad estilística y gran capacidad de equilibrar sus “voces blancas” con los ritmos y estilos propios de todas las regiones de Colombia.

El repertorio va desde la música popular contemporánea a otras composiciones más tradicionales e incluso navideñas, y durante los descansos de su maratoniana jornada de ensayos, muchos de ellos siguen cantando y bailando, llenando el hotel en el que se hospedan de una alegría y una magia especial. EFE