Por: Francisco Manrique.
Hace diez y seis meses escribí un blog con el título “La fiesta se acabó“. Hace seis meses volví a escribir otro blog sobre el mismo tema, pero desde otro ángulo con el título de “Abrocharse los cinturones: un nuevo panorama económico“. En ambas oportunidades el tema fue el cambio de las tendencias de los flujos de inversión y las condiciones macroeconómicas que habían sustentado nuestro crecimiento por una década.
Al leer las ultimas noticias relacionadas con el presupuesto de la Nación, que está ajustando el Ministerio de Hacienda y el DNP, es evidente que mis preocupaciones de entonces se están materializando, a una velocidad alarmante que parece haber sorprendido al Gobierno, lo que es inadmisible. Durante meses, a pesar de que las señales ya eran evidentes, el Dr. Cardenas, Ministro de Hacienda de este gobierno, aseguraba que Colombia estaba bien preparado para afrontar el impacto de la caída de los precios del petróleo y la desaceleración de la China.
Me pregunto: ¿donde estaban los mapas de riesgos elaborados por el DNP, o los escenarios donde se proyectaran una caída drástica en los precios del petróleo?. ¿Donde estaban los planes de contingencia? Es evidente que el cambio en el sector petrolero, del que se dependía de manera imprudente, cogió al Gobierno y su Ministro de Hacienda, con los calzones abajo.
Con una miopía que llama mucho la atención de una persona que se supone muy bien preparada, y de su jefe quien también había ocupado la cartera de Hacienda en épocas de Pastrana, nos echaron el cuento de que el manejo de las finanzas colombianas había sido tan bueno, que podíamos aspirar a mantener tasas de crecimiento por encima del 4%. Una posición absurda, cuando todos nuestros vecinos en AL, también dependientes de las exportación de materias primas, veían desplomar sus expectativas en esta materia. Ahora, que la realidad es tozuda, las proyecciones apuntan al 2% , y no debería sorprendernos, si el resultado es mas bajo.
Y como los borrachos, el triste despertar después de una juerga, las consecuencias de la parranda se hacen sentir con mucha fuerza. Hoy nos entera el ministro Cardenas, que las expectativas de ingresos por concepto de renta petrolera, se van a desplomar de $ 23 billones en el 2013 a solo $ 3 billones en el 2016. Como al drogadicto que depende de la droga, y un día se encuentra sin recursos para comprarla y no sabe que hacer, al Gobierno Nacional le pasó lo mismo con su dependencia de los ingresos petroleros, y ahora tampoco sabe que camino coger.
Las consecuencias de esta imprevisión han disparado el déficit consolidado. Se preveía hace un año, que para el 2015, este iba a ser de $ 9.6 billones, y ahora nos enteramos que se ha disparado a $ 19.1 billones. Para el 2016 la situación pinta aun mucho peor: 31 billones o el 3.5% PIB, y hay que cubrir otros $ 20 billones de deuda. Alberto Carrasquilla, ex ministro de Hacienda, lo ha denominado “la tormenta perfecta” .
Para evidenciar todavía más el problema, las exportaciones se desplomaron de US 28.000 millones a 19.300 millones en un semestre. La caída se debe en una disminución del 47% en las ventas de petróleo y derivados, que representan el 57% de las ventas totales. Estas cifras demuestran la petróleo-dependencia de la economía a este rubro. La caída de las manufacturas fue del 3,7%.
Estas disminuciones tienen un impacto dramático en la balanza comercial. Y lo mas impresionante, es que en un año, pasamos de un dólar de $ 1.850 a casi $ 3.000. Esta devaluación debería ser una lotería para quienes se quejaban que no podían exportar por no ser competitivos, al tener una tasa de cambio tan desfavorable.
Ahora, cuando la devaluación está por encima del 50% en 12 meses, las exploraciones no tradicionales no han respondido y vienen cayendo. Algo estructuralmente muy malo está pasando en el aparato productivo colombiano. Cada vez más se hace evidente el debilitamiento del sector industrial y su incapacidad de responder a los retos de un país globalizado.
La situación presupuestal y de balanza comercial del país, está mostrando la precariedad de las bases del desarrollo económico en las cuales nos montamos hace una década. Y si bien, el fenómeno es latinoamericano por la dependencia de las exportaciones de recursos naturales, no es una excusa para haber apostado todas las fichas a un solo caballo.
Ahora bien, dada la magnitud del cambio, es claro que la economía colombiana no está en condiciones de reaccionar a la velocidad que se necesita. Después de haber negociado varios TLCs con más de 50 países, no hemos desarrollado las capacidades para competir con exportaciones de alto valor agregado. La descolgada del petróleo puso en evidencia esta realidad y ahora no sabemos como vamos a salir de esta encrucijada, que deja un monumental hueco en las finanzas públicas.
Para rematar, el año pasado el Gobierno improvisó una reforma tributaria, que colocó a las empresas con tasas de tributación superiores al 70%. Ahora, hay una “comisión de expertos” estudiando una propuesta para finalmente hacer una reforma integral. Lamentablemente, la situación financiera del Estado, no va a facilitarle al Gobierno las decisiones que se han debido de tomar hace años.
Las consecuencias de la falta de previsión, se ven reflejadas en los recortes al presupuesto que se publicó en estos días. Me llamó especialmente la atención dos rubros que fueron fuertemente impactados: el de agricultura y el de ciencia y tecnología. El primero tuvo una reducción de $ 3.9 billones a $ 2.4 billones, lo que significa una reducción del 39% !!!. En el segundo caso la caída fue del $ 300 mil millones a $ 200 mil millones, lo que significa una disminución 33% !!!.
El mensaje de los recortes de estos dos rubros es muy disiente en términos de cuáles son las prioridades de este gobierno, en momentos de crisis. Veamos
Es paradójico el recorte en el sector agrícola que juega un papel tan central en las negociaciones de la Habana. Pero también, porque es una solución de largo plazo para resolver el problema de falta de exportaciones, como ha sido el caso en el Brasil y el Perú. La señal que envía el Gobierno con este recorte, desnuda una vez mas la incapacidad que tenemos, para volver al sector agroindustrial un motor de desarrollo.
Ahora bien, el recorte al pírrico presupuesto de ciencia, tecnología e innovación -(CTI)- es igualmente disiente, pero no es sorprendente. En el primer período de Santos la Innovación era una de las cinco locomotoras en el Plan Nacional de Desarrollo. Durante sus primeros cuatro años, está “locomotora” como se le denominó, fue la cenicienta en términos de visibilidad. Colciencias no levantó cabeza en ese período, e Innpulsa, con un magro presupuesto, fue la luz en medio de la obscuridad.
Iniciando el segundo cuatrienio de Santos, CTI desaparece de las prioridades del Gobierno. El recorte presupuestal propuesto, no hace mas que confirmarlo. Y la paradoja, es que hay gran preocupación porque el sector industrial colombiano, muestra una gran incapacidad de innovar y de utilizar las investigaciones de las universidades, para exportar productos con valor agregado más sofisticados.
Lo irónico del tema es que la meta del Gobierno, para el 2018, es llevar las exportaciones no tradicionales a US 30.000 millones. La pregunta es si esa apuesta se va a basar en una tasa de cambio disparada, o si lo logramos porque desarrollamos unos sectores innovadores, competitivos, y con capacidad de alto valor agregado.
Si el camino elegido es el segundo, nos vamos a topar contra otra realidad muy preocupante: Colombia muestra una inversión del 0.16% del PIB en CTI contra un promedio superior al 2% en los países que han entendido cuál es juego del desarrollo del siglo XXI. Llevar al país a los niveles mínimos del 1% del PIB de inversión en CTI, requiere de un gran esfuerzo inicial del Estado, como lo han demostrado los países que son referentes en el mundo. Y el tema es aún más importante, cuando se busca cambiar el modelo de desarrollo, de una sobre dependencia de los exportaciones de materias primas sin valor agregado.
En resumen, cuando la crisis que afecta las finanzas públicas es tan grande, la situación debería aprovecharse para apuntalar las apuestas de mediano y largo plazo, que sirvan de bases para el cambio de modelo económico del país. Ahora, es evidente que las decisiones tomadas van en la dirección contraria. Parecería que un gran problema, como es el desbarajuste que hoy tenemos, no lo estamos aprovechando para lograr una gran oportunidad.
Me da la impresión, que la obsesión de apuesta de Santos por la paz, le hizo perder de vista otro tema fundamental para respaldarle su apuesta: la salud sostenible de la economía en el mediano y en el largo plazo. El tema es crítico, porque el proceso que hoy se sigue en la Habana, va a demandar unos recursos muy cuantiosos, cuando las arcas del Estado van a estar vacías,. La vaca, que debería producir la leche en el largo plazo, no estará en capacidad de hacerlo.
Mirando la realidad, que hoy se presenta como una película a gran velocidad, estoy convencido que me quedé corto en los títulos de los dos blogs a los que me referí al principio. Creo que los debería remplazar por algo mas descriptivo: de abrocharnos el cinturón, pasamos a tener que reconocer que la crisis del petróleo nos cogió con los calzones abajo.
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