Por: Andrés Quintero Olmos.
Ya pasaron las elecciones y el Gobierno anuncia que, por ocasión del fenómeno de “El Niño”, subirán en diciembre nuestras facturas de electricidad. Típico de un Gobierno que anuncia las buenas en campaña y susurra, con los escrutinios cerrados, su realidad. Analicemos la situación.
El 70.5% de nuestra generación de energía proviene de las hidroeléctricas y el 29% de las termoeléctricas (gas y carbón). La generación hidroeléctrica es considerada como una energía renovable. Sin embargo, cada vez que llega el fenómeno de “El Niño” nos damos cuenta que el agua no es tan renovable como creíamos. Además de esto, el impacto ambiental de una hidráulica mal implementada puede transformar su calificativo de energía limpia a sucia (como lo demuestra la represa de Belo Monte en Brasil).
De esta manera, ¿cuánta energía totalmente renovable y limpia es generada en Colombia? El 0.5%. La energía solar, eólica, geotérmica y de biomasa es tan insignificante en nuestro país que el Gobierno la llama “energía renovable no convencional”. Esto demuestra cuán lejos estamos de otros países como Costa Rica que genera más del 20% de su electricidad a partir de parques eólicos y plantas geotérmicas.
De esta manera, nuestra matriz energética depende esencialmente de la cantidad de lluvia que cae sobre nuestros embalses, lo cual implica que en momentos de poca precipitación, la responsabilidad de producción recaiga sobre las térmicas. En tiempos de sequía como hoy éstas representan más del 50%, lo cual, además de ser insostenible para nuestro bolsillo, lo es también para nuestro ecosistema.
Peor todavía si se toma en cuenta que el cambio climático hará más drásticas las temporadas de sequía, haciendo que el paisaje de nuestros embalses se entristezca con el paso del tiempo. Asimismo, la situación de nuestro sistema eléctrico no es nada alentadora, y más aún si añadimos el pésimo servicio que prestan Electricaribe y otras distribuidoras y el hecho de que no todos los colombianos pagamos el mismo precio por kilovatio.
El Ministro de Minas y Energía, Tomás González, dijo esta semana que el problema radica en que hay dificultades para abastecer las plantas termoeléctricas en gas y que, por eso, se acrecentarán nuestras facturas. No, señor Ministro, más allá de su improvisación en momentos de superávit, el problema es que dependemos altamente de la pluviometría y esta, subsiguientemente, depende de nuestro ecosistema que empeora -en círculo vicioso- con estas termoeléctricas funcionando a tutiplén en detrimento del calentamiento global.
¿Soluciones? El Gobierno tiene que dejar de recostarse sobre el saludo a la bandera que simboliza la Ley 1715 de 2014. Se requiere que el Gobierno invierta directamente, o por medio de los privados, en energías alternativas para aminorar esta dependencia hídrica y térmica. Necesitamos construir grandes parques solares y eólicos, aprovechar nuestros recursos geotérmicos y desarrollar la biomasa en paralelo a la industrialización de nuestra agricultura.
La otra solución, señor Ministro, siempre será aumentar el precio al consumidor, seguir contaminando sin límites o dejarle al cielo la responsabilidad de la lluvia, pero así nunca lograremos abandonar nuestro complejo de niño.
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