Víctima del conflicto en Colombia, Adriana Restrepo aún no cumplía los 19 años y ya estaba embarazada cuando asesinaron a su compañero, pero lejos de amilanarse esta creadora lucha por el planeta, convirtiendo desechos en objetos de diseño.
Los recicladores de Medellín, que despliegan sus magros tesoros debajo del paso del metro elevado, la conocen bien.
Con paso decidido, la “Mona (rubia) todo terreno”, como la llaman algunos cariñosamente, va de puesto en puesto, rodea drogadictos descalzos, acaricia un perro y hurga entre juguetes viejos, CDs y cajas, todos desdeñados por el consumismo y que ella reutiliza.
“Toda la vida he sido muy sensible a lo de la naturaleza. Entonces, por medio de mi marca, trato de transmitir la idea de cuidar el ambiente dándole una segunda vida a las cosas. ¡Pero que sean bonitas! Porque, ¿a quién le gusta lo feo?”, sonríe esta diseñadora especializada en marroquinería.
En el pequeño apartamento donde vive con David, su hijo de 15 años, Adriana muestra su taller: una mesa de cocina y estantes de madera aglomerada. Allí transforma tapones de corcho en llaveros con dispositivos USB, llantas viejas en modernos bolsos, dinosaurios de plástico en macetas.
En la otra punta de la ciudad, recorre el distrito minorista para conseguir neumáticos y restos de computadoras desguazadas. “¡Son mis compras, mi shopping!”, dice extasiada, agitando discos duros que convertirá en portavasos roqueros o en relojes pop.
Está orgullosa de sus dos máquinas de coser, una de ellas regalo de la Unidad de Víctimas, el organismo del gobierno colombiano que ayuda a los afectados por más de medio siglo de conflicto armado, como ella. “Los Triana, la banda vinculada a los narcos, a la guerrilla, mataron a mi novio, David Alexander. Nunca supe por qué. Estaba embarazada de tres meses”, recuerda esta treintañera, quien desde entonces sólo tiene una preocupación: sobrevivir. “Mi mamá cuidaba al bebé. Yo estudiaba, trabajando también, en casa”.
Medellín, segunda ciudad de Colombia (noroeste), es una de las más marcadas por la conflagración interna en Colombia, que durante décadas ha enfrentado a guerrillas, paramilitares, fuerzas militares y bandas narcotraficantes, dejando oficialmente unos 220.000 muertos, miles de desaparecidos y seis millones de desplazados.
Antes reutilizar que botar:
Catalina Casas, de 23 años, también ha padecido el conflicto. Su familia debió huir de Segovia, un pueblo minero 200 km al noreste de Medellín, y de su taller para procesar oro. “La guerrilla nos pedía mercado (víveres). Los paramilitares se dieron cuenta y mataron a mi tío”, explica la joven, madre adolescente al igual que Adriana. “Quedé embarazada de un bandido, a los 17 años”, dice.
Pero muestra un optimismo inquebrantable. “¡Adoro coser! Nunca habría imaginado que de un neumático pudiera salir un bolso”, se entusiasma, decidida a aprender con Adriana.
Sus creaciones se venden vía Facebook en “Adriana Restrepo ECO Diseño”, pero también a empresas, como VIVA SAS. de Bogotá, que compra regalos para sus clientes.
“Adriana labora con materias primas recuperadas, aplicando ecodiseño, por lo cual adquirimos sus productos”, explicó el jefe de esta consultora en gestión ambiental, Sergio Camargo, desde París, donde asiste a la conferencia internacional sobre el clima.
En la ONG Crisálidas, Adriana trabaja codo a codo con otras creadoras víctimas del conflicto. También comparte su oficio en la Comuna 13, en las colinas de Medellín. “¡Hoy es taller navideño!”, dice, jocosa, al llegar al salón comunal de esta gigantesca barriada.
Con pinceles, pegamento y servilletas de papel con imágenes de Papá Noel, pasará la tarde enseñando a una docena de personas de todas las edades a convertir un CD rayado en un portavasos con motivos navideños. Porque, para ella, sí “se puede reutilizar las cosas en lugar de botarlas”. AFP
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