“Hasta 2014, unos 167 millones de personas latinoamericanas se encontraban en situación de pobreza, lo que supone representa el 28% del total de la población. De ese universo de pobres, unos 71 millones, el 12% del total, padecía indigencia, es decir, carecía de ingresos suficientes para comprar la comida básica.” (CEPAL)
Los actuales sistemas económicos, sociales y políticos globales alimentan un continuo de desigualdad y violencia. En América Latina y el Caribe, como en casi todo el planeta, enormes contingentes de población siguen enfrentando a diario la imposibilidad de resolver sus necesidades básicas y la amenaza del desarraigo, el despojo, la migración forzada, el desplazamiento y hasta la muerte. Su relación con los mercados se mantiene a través de precarias relaciones de trabajo y explotación, y sus vidas se gobiernan desde poderes que orquestan las elites políticas, económicas y partidarias en sintonía con invisibles corporaciones y organizaciones paraestatales.
La acumulación por desposesión de tierras, territorios, recursos naturales y derechos humanos ha modificado los equilibrios de la naturaleza, y las hambrunas y las crisis cíclicas se suceden, amenazando y debilitando las capacidades de afrontamiento de las comunidades y las personas que en ellas habitan.
Las mujeres y las niñas son las que más sufren la violencia:
En esta grave situación es prioritario seguir insistiendo en que las mujeres y las niñas, más de la mitad de la población de América Latina y el Caribe, siguen sobreviviendo además en específicas condiciones de subordinación y opresión. Para ellas la desigualdad y la violencia tiene más caras, daños y razones.
Se trata de que además del miedo a ser expulsadas y despojadas de sus tierras y violentadas además por otros desconocidos, enfrenten el miedo a que sus propios compañeros de comunidad y vida las agredan y maten. Son las que sufren el valor expresivo de la violencia, de forma que, con sus cuerpos muertos, golpeados, violados, mutilados y desmembrados, se convierten en expresiones simbólicas del control de unos hombres sobre otros y de su enorme poder en negocios y territorios. Son las mujeres como arma de guerra de Colombia y son las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez, por ejemplo. Sin embargo, son realidades que suelen repetirse en otros contextos.
Los actuales sistemas económicos, sociales y políticos globales alimentan un continuo de desigualdad y violencia, especialmente contra mujeres y niñas.
Las mujeres rurales doblemente perjudicadas:
Se trata de la violencia que siguen enfrentando las mujeres rurales, de zonas urbano —marginales— afrodescendientes e indígenas, con el abuso y la deshumanización que el legado de la “colonialidad” del género ha normalizado, y que sigue expresándose en el continuo racismo y la exclusión de sus derechos humanos más básicos. Además, se trata de la violencia que sufren aquellas que defienden los derechos de otras y que por su condición de defensoras y/o feministas sufren doblemente las violencias de los grupos de poder. Se encarna en los cuerpos de las lesbianas, que enfrentan la violencia por desafiar el mandato de la heterosexualidad obligatoria, y de las mujeres trans quienes son asesinadas por su transgresión de las normas del género.
También lo son las niñas y adolescentes obligadas a ser madres, cuya maternidad es en la inmensa mayoría de los casos fruto de la violación de hombres, vecinos y amigos del propio entorno familiar y escolar, que aparentemente son leídos por la sociedad como garantes de su protección y seguridad. Asimismo, lo son las mujeres que sin derecho a decidir sobre sus propios cuerpos mueren por abortos inseguros o enfrentan condenas de prisión de más de 30 años por abortos espontáneos, ante el doble discurso de gobiernos e iglesias que se muestran como protectores de sus derechos.
Se trata de la violencia que significa sufrir los golpes y el maltrato psicológico, sexual y patrimonial de quien se erige en dueño y amo, y amparado por los imaginarios sociales del amor romántico, pone en peligro sus vidas, amenaza a sus hijos e hijas y con total impunidad las asesina. Y se trata de los Estados y sus órganos legislativos, jurídicos y ejecutivos que actúan impregnados de criterios discriminatorios de género, mientras siguen sin actuar con la debida diligencia, y, por el contrario, defienden conciliaciones y mediaciones frente a mensajes claros de repudio y condena, y de justicia y reparación.
Finalmente, se trata de las mujeres que con sus trabajos de cuidados siguen garantizando la sostenibilidad de todas las vidas humanas que este sistema patriarcal, capitalista e inhumano desatiende y violenta en América Latina, y donde la “invisibilización” del trabajo y valor de las mujeres opera como pilar básico donde se sustentan las lógicas de poder y la perpetuación de las violencias y las sociedades violentas.
América Latina sigue siendo la región más desigual del mundo:
Frente a estas situaciones de múltiples violencias y desigualdades que se viven y siguen acumulando en la región más desigual y violenta del planeta, que se inscriben y normalizan en los cuerpos de las mujeres y las niñas generación tras generación, desde Oxfam, sentimos la necesidad de comprender mejor lo que está sucediendo y preguntarnos: ¿Qué podemos hacer para transformar el continuo de la desigualdad y la violencia contra las mujeres y las niñas en América Latina y el Caribe?, ¿Cómo incidir en imaginarios que reproducen y naturalizan la violencia?, ¿Qué estrategias pueden ser más efectivas?
Grupo de Derechos de las Mujeres y la Justicia de Género de Oxfam de LAC:
En el Grupo de Derechos de las Mujeres y la Justicia de Género de Oxfam de LAC valoramos la importancia de repensar e incidir en las narrativas e imaginarios que explican, conectan, sostienen y multiplican las violencias. Y pensamos que la mejor forma de hacerlo es a partir del debate y el encuentro con organizaciones y redes de mujeres y feministas, que desde sus acumulados organizativos, teóricos y activistas poseen el mejor conocimiento y experiencia en plantear el problema y poner en marcha alternativas de solución y transformación.
Nota publicada en Oxfam, reproducida en PCNPost con autorización
SOURCE: Oxfam
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