Por: Eduardo Chávez López. – Director de Catorce6.
América Latina vive una efervescencia de movimientos sociales ambientalistas que ha encontrado en la reacción contra la implantación de grandes proyectos de minería, de infraestructura o de electricidad, su principal aliento. La última década ha sido testigo de importantes agitaciones sociales en México, Perú, Chile, Argentina o Ecuador comparables con las sucedidas aquí en el Tolima contra La Colosa, en el Huila contra El Quimbo, en Quindío contra la minería en Cocora o en La Macarena contra el bloque petrolero Serranía.
En un ambiente tan polarizado como el colombiano cualquiera de las respuestas a estos interrogantes produce un señalamiento inmediato como extremista de izquierda o de derecha; por eso muchos que quieren intervenir prefieren sustraerse de la discusión. Hace el mismo daño al ambiente, señalar a quien opina de extremista como sustraerse del debate para evitar ser señalado. Con ello simplemente estamos retrasando la adopción de las políticas que se requieren y la definición de los procesos y procedimientos para aplicarlas.
Hace el mismo daño al ambiente, señalar a quien opina de extremista como sustraerse del debate para evitar ser señalado.
A la democracia y al medio ambiente le es útil tanta diversidad de opiniones sobre temas ambientales. Los radicales ambientalistas son fundamentales para una mirada crítica de proyectos que se conciben de espaldas a la naturaleza y ven lo ambiental como un obstáculo para la generación de riqueza. Los radicales desarrollistas son importantes para entender la necesidad de imaginar dinámicas productivas que generen ingresos y mejoren la calidad de vida de la sociedad. Las posiciones entre estos extremos abundan en argumentos, cada vez más serios, sobre riesgos y oportunidades que tenemos los colombianos en materia de crecimiento económico.
El ruido de la ideologización no permite ver, por ejemplo, ni al académico que innova herramientas de monitoreo y control ambiental ni al empresario que invirtió en reconversión de sus procesos para hacerlos más limpios. Un fruto de ese diálogo va a ser el modelo de desarrollo que hemos venido aplazando y que el momento impone. Es importante que cada cual conserve su énfasis pero que todos podamos aproximarnos para podernos escuchar.
Nota publicada en la Revista Ambiental Catorce6, reproducida en PCNPost con autorización.
SOURCE: Revista Ambiental - Catorce6
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