La colombiana Caterine Ibargüen sigue sumando lauros a su rico currículum, y con un brinco de 15,08 metros se llevó la medalla de oro del triple salto femenino de los Juegos Panamericanos de Toronto-2015, con récord incluido.
La Emperatriz Caterine levantó de sus asientos al público del Estadio Panamericano de la Universidad de York con un último brinco que le dio el récord más no el oro, pues éste lo había asegurado desde su tercer intento.
Lo de Ibarguén fue demoledor. Ese último salto de 15,08 le dio una triple alegría: su segunda medalla de oro consecutiva en el triple salto de los Juegos Panamericanos, récord de los justa y la mejor marca del año. “Ese era el gran objetivo. Conseguir un récord panamericano y asegurar el oro para mi Colombia, y gracias a Dios se logró”, expresó la saltadora antioqueña momentos después de su gran resultado.
Ibargüen pulverizó el récord panamericano de 14,92 m, que ella misma había establecido en Guadalajara-2011. “No iba a tomar ese último salto, pues ya había asegurado el oro. Pero mi entrenador me dijo que lo hiciera, y salió el récord. Estoy muy contenta”, añadió la morena de 31 años, que ganó la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Londres-2012.
La actual campeona mundial de triple salto no tuvo rivales este martes en la defensa de su corona panamericana, pues la medallista de plata, la brasileña Keila Costa, se quedó lejos con su salto de 14,50 m, mientras el bronce fue para otra colombiana, Yosiry Urrutia, que marcó 14,38 m.
“Muy lindo que dos colombianas puedan subir al podio del triple salto. Creo que eso nunca había pasado en Juegos Panamericanos”, apuntó Ibargüen.
Un salto de la pobreza a la fama:
Medallista en cuanto torneo se ha presentado, récords y marcas conquistadas a lo largo de 11 años de carrera, jugosos contratos publicitarios, una cuenta corriente en el banco que le da tranquilidad, nada de eso ha cambiado a Ibargüen, que como muchos colombianos humildes tiene una historia de pobreza extrema a sus espaldas.
Caterine vivió casi toda su infancia al lado de su abuela, Ayola Rivas, pues sus padres, Francisca y William, se habían separado. La abuela tenía mano rígida para la educación, y aunque en la casa no sobraba la comida ni el dinero, los libros de Caterine se priorizaban. Así pudo estudiar con buenos resultados en el Colegio San Francisco de Asís, de Apartadó.
Un entrenador de la escuela le vio el talento en bruto y la inició como velocista. Tenía piernas fuerte de patearse las calles de Apartadó ayudando a su abuela a reparir la colada de ropa que le daban para lavar, y ganarse unos pesos. A los 14 años se mudó a Medellín, bajo el ala de la entrenadora cubana Regla Sandrino, quien la convenció para que practicara saltos. Probó en el alto, el largo y el triple, y fue en este último donde descubrió su nicho.
Después otro gran brinco. Mudanza a Puerto Rico para entrenar con otro prestigioso cubano, especialista en salto triple, Ubaldo Duany, quien reside hace años en la isla boricua.
“Cuando vi su fuerza y velocidad le dije que se dedicara sólo al triple. Tiene todas las condiciones para esta disciplina, que es una de las más duras del atletismo”, dijo Duany a la AFP.
El entrenador sonríe cuando ven como los periodistas acosan a Caterine. “Si supieran todo el esfuerzo que hace. Además de entrenar, esa muchacha que tu ves ahí estudia enfermería, entrena y todavía le alcanza el tiempo para ayudar a los demás”, dice Duany.
La colombiana vive hace tres años en Puerto Rico junto a a su novio, Alexánder Ramos, atleta de los 110 m con vallas también entrenado por Duany. En la Isla del Encanto, Ibargüen entrena y cursa séptimo semestre de enfermería en la Universidad Metropolitana.
“Creo que la clave de todo el que quiera triunfar en la vida es perseverancia, y humildad. Nunca olvidar de donde saliste ni quien eres”, dice la colombiana, que a sus 31 años vive el mejor momento de su carrera. (AFP)
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