El nacimiento del segundo hijo del príncipe Guillermo y su esposa Catalina será el broche de oro a cuatro años en que pasaron de encarnar una pareja de estudiantes a consolidarse en la realeza británica.
Desde que Guillermo salió del hospital con su primer hijo Jorge y su mujer, en julio de 2013, la pareja representa a un tipo de padres muy diferentes de los anteriores progenitores reales y hablan de noches en vela o de cambiar pañales.
Con la ayuda, eso sí, de la niñera española Maria Teresa Turrión, una castellana de Palencia que fue elegida por ser una de las mejores de la prestigiosa escuela de Norland.
En cualquier caso, la paternidad llevó al príncipe Guillermo a decir y hacer cosas hasta entonces inéditas de un futuro soberano.
También la percepción que el público tiene de Catalina ha cambiado con la maternidad.
La escritora Hilary Mantel llegó a decir a principios de 2013 que Catalina era “un maniquí de escaparate, sin personalidad propia, totalmente definida por lo que lleva”.
Su sinceridad sobre el día a día del embarazo, combinada con su atención a los asuntos públicos, han hecho que el respeto aumente.
Rompiendo con el protocolo, las primeras fotografías oficiales de Jorge, el futuro rey, fueron tomadas por su abuelo Michael en el ambiente relajado de su casa familiar en Berkshire, al oeste de Londres.
Pese a su esplendida boda en la abadía de Wesminster, la pareja quiere mantener un perfil bajo en los medios, a los que Guillermo responsabiliza en parte de la muerte de su madre, la princesa Diana, cuando huía de los fotógrafos en un auto a toda velocidad en París.
La pareja vive gran parte del tiempo en Anmer Hall, en una casa de su abuela, la reina Isabel II, en la región de Norfolk, y Guillermo ha empezado a compaginar el protocolo con un trabajo de piloto de helicóptero-ambulancia.
Sus esfuerzos han ayudado a aumentar el apoyo a la monarquía, que es ahora de un 80%, el más alto en décadas.
Sin embargo, la factura millonaria de 4,5 millones de libras ($6,7 millones, €6,1 millones), a cargo del contribuyente, para la renovación de sus 20 habitaciones y apartamentos del palacio londinense de Kensington reveló los límites de la existencia “normal” de la pareja.
Camino difícil:
Atrás quedan los días despreocupados de la pareja en la Universidad de Saint Andrews en Escocia, donde se conocieron mientras estudiaban historia del arte.
Catalina vistió de “rojo brillante” en su primera cita con el segundo en la línea de sucesión al trono, en septiembre de 2001.
La pareja tuvo altibajos y, en junio de 2003, Guillermo dijo a la prensa que no tenía una novia estable, mientras que Catalina salía con otra persona.
En navidad de 2003, sin embargo, se vuelve a decir que son pareja y, cuando son fotografiados en unas vacaciones de esquí en marzo de 2004, el palacio no niega la relación, que es lo máximo que suele hacer en estos casos.
De nuevo, en abril de 2007, fuentes de palacio dicen que han roto, un hecho atribuido a la carrera de piloto de Guillermo y a fotografías suyas con varias mujeres.
En su única entrevista conjunta, en noviembre de 2010, Guillermo dijo que siempre supo que “había algo muy especial en ella”. “Pasamos por altibajos como toda relación, pero nos recuperamos y seguimos”, dijo.
En unas vacaciones en Kenia en octubre de 2010, le propuso matrimonio dándole el anillo de compromiso de su madre.
Su boda fue un despliegue de pompa y boato, con un millón de personas en las calles de Londres y 2.000 millones de telespectadores.
Con el título de duque y duquesa de Cambridge, emprendieron su primer viaje real en junio y julio de 2011, visitando Canadá y California, en un viaje que los vio forjar su propio estilo, mezclando deberes ceremoniales con acontecimientos más relajados, como un partido de básquetbol.
Durante otro viaje al extranjero, la pareja se vio obligada a lidiar con la publicación de unas fotos de la duquesa tomando el sol en topless en Francia.
Y luego llegó el príncipe Jorge, en julio de 2013. (AFP)
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