Por: Carlos Guevara Mann
Es sabido que, entre junio y julio de 1826, se llevó a cabo en nuestra capital la primera reunión de Estados americanos. Conocido como el Congreso Anfictiónico de Panamá, inició sus deliberaciones el 22 de junio y las culminó el 15 de julio de aquel año.
Asistieron delegados de Centroamérica, Colombia, México y Perú, además de observadores del Reino Unido y los Países Bajos. En aquella época, Centroamérica constituía una sola unidad política. Años más tarde se desmembraría en las cinco repúblicas de la actualidad.
Lo mismo sucedió con Colombia, nombre con el que se conocía al Estado que entonces abarcaba a Ecuador, Panamá, Venezuela y Nueva Granada, la parte central, la cual conserva la denominación de la gran república fundada en Angostura, en 1819. Los gobiernos de Chile, Buenos Aires (hoy, Argentina) y Brasil, también convocados, no asistieron a la cita.
Estados Unidos fue invitado como observador, a insistencia de Francisco de Paula Santander, vicepresidente de Colombia, encargado del poder ejecutivo mientras Simón Bolívar, presidente de Colombia, ejercía como jefe del ejecutivo peruano (1824-1827). El ministro (embajador) estadounidense en Bogotá, Richard Anderson, fue designado observador, pero enfermó y falleció en Cartagena antes de que pudiese llegar a Panamá.
El otro observador estadounidense, John Sergeant, destacado hombre público de Pennsylvania, arribó al istmo después de la conclusión del congreso. Eran tiempos de traslados lentos, por barcos a vela y, en tierra firme, a caballo o a lomo de mula.
También es conocido que el Congreso Anfictiónico no produjo inmediatamente los resultados esperados. El propio Bolívar, cuya más cara aspiración era la creación de una “nación de repúblicas” americanas—como lo expresó, en 1822, al Libertador chileno Bernardo O’Higgins—exteriorizó su desencanto.
Uno de sus principales biógrafos, el profesor John Lynch, comenta que “el proyecto no cumplió con sus expectativas y empezó a desconfiar de la posibilidad de que éstas se hicieran realidad” (Simón Bolívar, pág. 287).
Aun así, el cónclave sentó las bases fundamentales de la colaboración institucionalizada entre los países del nuevo mundo y produjo un tratado de “unión, liga y confederación perpetua”, cuyo aspecto central era una alianza de Estados para defender su independencia recientemente adquirida, promover el comercio, procurar la eliminación del tráfico de esclavos y propiciar la solución pacífica de controversias, a través de una “asamblea general” establecida con carácter permanente, que se reuniría “cada dos años, en tiempo de paz, y, cada año, durante la presente y demás guerras comunes” (Art. 11).
Aunque solo Colombia ratificó el tratado, la asamblea de 1826 dio un paso fundamental hacia la cooperación internacional que conocemos hoy y es una característica principal del sistema internacional basado en normas (que algunas dictaduras, como Rusia y China, intentan destruir). Así lo reconoció, en 1976, la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU), la cual destacó al Congreso Anfictiónico de Panamá como precursor de la Organización de los Estados Americanos (OEA) y de la propia ONU (A/RES/31/142).
En la época en que se reunieron en nuestra capital los plenipotenciarios americanos, Panamá era, para Gaspard Mollien, famoso explorador francés que nos visitó en esos años, “la ciudad más importante de Colombia” (Viaje por la República de Colombia en 1823, pág. 176). Lo decía, sobre todo, por su posición estratégica—el punto que motivó a Bolívar a designarla como sede del concilio—y por su comercio, aún activo cuando visitó Mollien, sobre todo gracias al “trasiego de tropas” hacia las campañas libertadoras en Suramérica, como lo apunta Alfredo Castillero Calvo en 1821: La independencia de Panamá y su época.
A partir de 1826—año del congreso—sin embargo, “la economía del país se hunde hasta tocar fondo”, explica el Dr. Castillero (pág. 599).
Para Mollien, “a primera vista”, la ciudad de Panamá “tiene para un europeo algo agradable: vuelve a encontrarse con casas de tres pisos, en las que viven varias familias; con los gritos, con el ruido y con el constante ir y venir de sus ciudades.” Más de cerca, sin embargo, se hacen evidentes al trotamundos los impactos del descuido, el desgobierno y la falta de civismo de la población, “principalmente una suciedad excesiva”.
Por todas partes, asevera Mollien, “se meten las gallinas y las palomas, al paso que en el patio los cerdos se alimentan con todas las basuras que se tiran por las ventanas, único sistema que hasta ahora se haya descubierto para hacerlas desaparecer” (pág. 316). De la mano de la suciedad va la insalubridad, otro rasgo que remarcan los comentaristas de la época.
Germán de La Reza, principal historiador de la anfictionía americana, sostiene en su artículo “El traslado del Congreso anfictiónico de Panamá al poblado de Tacubaya” (2006) que “la falta de salubridad se convierte en un problema mayor.” Una epidemia de fiebre amarilla causa el 14 de junio el fallecimiento de James Le Mesurier; el mes siguiente muere Leonard Childers, ambos secretarios de Mr. Dawkins, el observador británico.
El Congreso Anfictiónico se reunió en la sala capitular del convento de San Francisco—designado “Salón Bolívar” en la década de 1930 y declarado Monumento Nacional, con ese nombre, mediante la Ley N°63 de 1941. En la actualidad forma parte del “Sitio Arqueológico de Panamá Viejo y Distrito Histórico de Panamá”, uno de los lugares del Patrimonio Mundial de la UNESCO.
En dicha inscripción, el Salón Bolívar tiene la categoría de Atributo de Valor Universal Excepcional bajo el criterio (vi) de los parámetros de la lista patrimonial.
Por lo que representa para la historia de Panamá, América y el mundo, el Salón Bolívar y sus espacios complementarios, incluyendo la Sala de Actas, el patio interno y el local de dos plantas de la Sociedad Bolivariana de Panamá, deben ser adecuados y puestos en valor, bajo estrictos criterios de conservación patrimonial y beneficio cultural, sobre todo, de cara al bicentenario del Congreso Anfictiónico, que será conmemorado en 2026 y que dirigirá la atención mundial a nuestro país.
El autor es politólogo e historiador, director de la Maestría en Asuntos Internacionales en Florida State University, Panamá y presidente de la Sociedad Bolivariana de Panamá.
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