"Cada gota cuenta", se puede leer en la sede de la Reserva Sudafricana de Leche Materna (SABR), una amplia red de bancos que aprovisionan 87 hospitales y alimentaron a 2.845 niños en 2015.
Personal de la Reserva Sudafricana de Leche Materna (SABR) en Johannesburgo, noviembre 24, 2015. AFP / STEFAN HEUNIS
Patrick, gran prematuro, nació con 1,2 kilos y su “salvación”, según su madre, fue el banco de leche creado gracias a la generosidad de madres que donan para luchar contra la elevada mortalidad infantil en Sudáfrica.
“Era una cuestión de vida o muerte”, explica su madre, Annerleigh Bartlett. Tras el nacimiento del pequeño antes de cumplirse los siete meses de embarazo, “yo no tenía subida de leche y la leche infantil estaba descartada”, ya que puede dañar en algunos casos los intestinos de los prematuros.
Durante las dos primeras semanas de vida, Patrick bebió leche donada de manera altruista por madres anónimas a través de bancos de leche materna.
El principio de estos ‘lactarium’ es simple. Las mujeres se extraen leche que a continuación se redistribuye entre los bebés que lo necesitan, tras haber sido analizada y pasteurizada. Un servicio de distribución rápida garantiza el transporte de este precioso líquido.
“Cada gota cuenta”, se puede leer en la sede de la Reserva Sudafricana de Leche Materna (SABR), una amplia red de bancos que aprovisionan 87 hospitales y alimentaron a 2.845 niños en 2015.
En la sala donde se encuentran las reservas nacionales, siete congeladores encierran cientos de botellas de leche selladas. “Deben alentarse los lactarium para reducir la mortalidad (…) de bebés que no pueden ser amamantados”, reconoce el ministerio de Salud.
Sudáfrica, la segunda economía africana, cuenta con tasas de mortalidad aún elevadas (32,8 de cada 1.000 nacimientos en 2013) y retrasos en el crecimiento “mucho más elevados que en países con un nivel de desarrollo comparable”.
Tasa de lactancia muy baja:
La constatación es inapelable. Según Unicef, un niño amamantado exclusivamente tiene 14 veces más posibilidades de sobrevivir en los seis primeros meses de vida, que un niño alimentado con leche infantil.
Y Sudáfrica presenta una tasa de lactancia muy baja (7,4%).
“Muchas mujeres pobres están convencidas de que los ricos dan leche infantil [artificial]. Entonces, ellas hacen lo mismo”, lamenta Stasha Jordan, directora de la SABR.
Muchas madres sin ingresos también se ven obligadas, semanas después de haber dado a luz, a buscar trabajos durante el día, por lo que no están al lado del bebé cuando tiene ganas de comer.
Estas madres, procedentes de ambientes desfavorecidos, “no tienen los medios de comprar suficiente leche y no alimentan suficientemente a sus hijos”, explica Chantell Witten, investigadora nutricionista de la universidad sudafricana del Noroeste.
La lactancia también se ha enfrentado, hasta hace poco, a campañas “agresivas” de los fabricantes de leche en polvo, según Stasha Jordan.
La distribución gratuita hasta 2011 de leche artificial, en el marco de la lucha contra la transmisión del virus VIH entre madres y hijos, tampoco ayudó a la generalización de la lactancia. En Sudáfrica, alrededor de un tercio de las madres son seropositivas.
Reticencias:
Los especialistas constatan, no obstante, un cambio de mentalidad. Desde 2012, hay una ley que prohíbe la publicidad de la leche en polvo en tiendas y paneles publicitarios.
En conformidad con las directrices de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Sudáfrica anima ahora a las madres seropositivas bajo tratamiento de antirretrovirales a dar el pecho. Y el gobierno, consciente de la utilidad de los lactarium, está regulándolos.
Los bancos de leche y los pediatras chocan en ocasiones con las reticencias culturales o psicológicas. “Nos incomodaba la idea de dar a nuestras gemelas un líquido procedente de otra persona”, recuerda Pradesh Mewalala, padre de Anya y Ariana, nacidas prematuramente. Sus padres finalmente aceptaron.
Antes de la entrega a las familias que la necesitan, la leche recogida pasa estrictos análisis microbiológicos. Los donantes también deben someterse a un análisis de sida y de hepatitis B.
Patrick tiene ahora siete meses y es encantador. Su madre, una asistente contable de 39 años, consiguió finalmente darle el pecho y, además, decidió convertirse en donante de leche para el banco Milk Matters en Ciudad del Cabo.
“Me sentía en deuda con la institución que salvó a mi hijo”, explica. Annerleigh extrajo tres litros de leche en pocos meses, cantidad suficiente para alimentar “20 bebés durante 24 horas”. AFP
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