Una bola de cristal del Caribe. ¿qué nos puede decir la experiencia de las islas caribeñas acerca de la inversión en resiliencia climática?
Por: Kristalina Georgieva.
En el Caribe, las personas ya están viviendo el futuro. Es un mundo donde
El último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) representa una dura advertencia de lo que puede suceder si la temperatura mundial aumenta más de la meta de 1,5 grados centígrados. Si este aumento llegase a 2 grados, veremos sequías e inundaciones mucho peores, calor extremo y a cientos de millones de personas sumidas en la pobreza.
Hoy en día,
, no obstante, los países del Caribe enfrentan desafíos bastante singulares.Si se agregan otros tipos de desastres, las pérdidas anuales promedio llegan a más o menos 2,5 % del PIB por isla al año. En términos de daños económicos, esto hace que el Caribe sea aproximadamente 10 veces más vulnerable que el resto del mundo.
Es más, los huracanes de gran intensidad pueden devastar las economías de las islas pequeñas en una mayor medida que lo que estos promedios indican. Por ejemplo,
.Las naciones caribeñas se concentran correctamente en la adaptación al cambio climático, y ayer asistí a una conferencia con líderes de la región, organizada conjuntamente por el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Interamericano de Desarrollo y otros asociados. Juntos, reflexionamos sobre cómo podemos de manera colectiva mejorar la resiliencia y la adaptación en el Caribe.
Países como Jamaica, Granada, Santa Lucía, Dominica, y San Vicente y las Granadinas están invirtiendo en medidas de adaptación, y explorando activamente instrumentos financieros que pueden proporcionar seguros y transferir los riesgos que presentan los fenómenos meteorológicos extremos. Su experiencia indica que hay tres esferas de intervención para reducir el impacto de los desastres naturales derivados del cambio climático.
Primero, invertir en preparación. Esto implica aumentar la resiliencia de la infraestructura pública y de las empresas privadas, contando con sistemas de alerta temprana para ayudar a salvar vidas y reducir los daños. E igual de importante es priorizar las intervenciones.
Segundo, crear fondos de emergencia y utilizar seguros. Esto implica ahorrar más durante las buenas épocas para estar preparados para el próximo desastre, aplicando políticas fiscales anticíclicas y diseñando mecanismos de transferencia de los riesgos a los mercados mediante la cobertura conjunta de riesgos en todos los países. Por ejemplo, el Fondo de Seguro contra Riesgos de Catástrofe para el Caribe (CCRIF) es un mecanismo de seguros que proporciona desembolsos rápidos para aliviar problemas de flujo de efectivo que algunas economías pequeñas enfrentan en el corto plazo después de un desastre. Con posterioridad a los huracanes de 2017, ocho países caribeños recibieron desembolsos del CCRIF por un monto total superior a los USD 50 millones.
Y tercero, proteger a los más vulnerables y usar redes de protección social para la adaptación. Después de un huracán, una cuestión clave es asegurar la prestación y la continuidad de servicios públicos esenciales, como salud, educación y otros, que normalmente se ven interrumpidos por largos periodos luego de un desastre. En Dominica y San Martín, el Banco Mundial trabaja con los Gobiernos para mejorar la eficiencia de los servicios sociales e identificar a las poblaciones vulnerables que necesitan mayor asistencia después de un desastre.
Las consecuencias del cambio climático en el mundo son mucho más dramáticas de lo que imaginamos inicialmente. Estamos observando incendios forestales graves, tormentas sin precedentes e inundaciones y sequías desastrosas. Si no se adoptan medidas urgentes, otros 100 millones de personas podrían caer en la pobreza. Los efectos del cambio climático están ante nosotros y el momento de actuar es ahora. Y los países del Caribe lo están pidiendo fuertemente. Nos dicen que invertir en resiliencia climática y adaptación es una necesidad imperiosa. Si lo hacemos bien, nuestra infraestructura será más sólida e inteligente, y tendremos los recursos financieros para responder rápidamente cuando ocurra un desastre. Si se hace mal y se actúa demasiado lento, millones de personas perderán sus hogares y medios de subsistencia y se verán sumidas en la pobreza.
En el Banco Mundial escuchamos este llamado y estamos aumentando el financiamiento relacionado con el clima. En 2018, invertimos una cifra récord de USD 20 500 millones en actividades de mitigación y adaptación al cambio climático, cumpliendo nuestra meta climática fijada para 2020, dos años antes de lo previsto. La próxima semana, daremos a conocer nuevas metas relacionadas con el clima y nuestro Plan de Acción de Adaptación y Resiliencia. Y algo muy importante para los países vulnerables, como aquellos en el Caribe, es que estamos posicionando el tema de la adaptación en el centro de la agenda mundial. Y de hecho ya copresidimos con Bill Gates y Ban Ki-moon la Comisión Global de Adaptación al Cambio Climático que promoverá el tema y servirá para intercambiar las evidencias y mejores prácticas sobre la aceleración de las medidas de adaptación.
Los Gobiernos, las empresas y los ciudadanos en el Caribe han tomado conciencia de la realidad del cambio climático porque la naturaleza ha devastado sus comunidades. Están tomando medidas, pero saben que hay mucho por hacer. Otros países han atravesado por situaciones similares, lo que presagia que vendrán más tiempos difíciles a menos que el mundo aprenda de sus experiencias antes de que sea demasiado tarde.
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Nota publicada en Voces, Perspectivas del desarrollo del Banco Mundial, reproducida en PCNPost con autorización
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