“Apartheid” moderno en los clubes sociales

Por: Lorenzo Zanello.

El hombre puede ser sagaz en encontrar diferencias entre las personas y ciego para sus infinitas igualdades.


La historia nos ha enseñado que los procesos de segregación fragmentan el tejido social y generan dinámicas de violencia. Recordemos como ejemplo de segregación el apartheid sudafricano, que desde 1948 hasta 1994 dividió a los diferentes grupos sociales con la creación de lugares separados, como residencias, puestos en el transporte público y baños.

Estos procesos, que son cuestionables moralmente e incompatibles con la visión contemporánea de desarrollo, han dejado su huella en la historia. Es popularmente conocido que El Pentágono, sede del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, se construyó con el doble de baños necesarios pues por ley debía diferenciarse por razas; aún hoy el exceso de baños en la emblemática edificación sirve de vestigio histórico para recordarnos que el hombre puede ser sagaz en encontrar diferencias entre las personas y ciego para sus infinitas igualdades.

Pero no todos los procesos de segregación han estado o están respaldados por el Estado, como los casos antes mencionados; también existen formas impulsadas por los intereses privados y que pueden ser tan sutiles que rayan en la invisibilidad.

Como barranquillero me embriaga el orgullo de ser una ciudad reconocida por su amable acogida a los foráneos sin importar origen o etnia, pero me da un duro guayabo cuando entre nosotros persiste la necesidad de diferenciarnos, no por lo que somos, sino por lo que creemos ser; pues todos somos iguales (así lo respalda la constitución política nacional).

Un caso que ha asaltado mi curiosidad es observar que los clubes sociales de estrato alto en la ciudad, así como en otras latitudes, piden a sus miembros que si con el socio ingresa una trabajadora doméstica, también llamada “nana”, lo debe hacer vestida de blanco y usará exclusivamente los baños aprobados para ellas. Así como en El Pentágono, encontramos en estos clubes sociales baños “exclusivos para socios” y baños para “nanas”.

Lo curioso de la situación es que quien designa esta diferenciación es el club social, persona jurídica carente de una relación contractual con la trabajadora doméstica, quien ingresa a él como parte de la familia socia, o en su defecto, como invitada o acompañante. Mientras que los clubes sociales se amparan en el derecho fundamental de asociación que les permite establecer su propio reglamento, existe un fallo de la Corte que afirma que la libertad de asociación no debe prevalecer sobre los derechos fundamentales, en este caso el de las trabajadoras domésticas de sus socios a la no discriminación.

Esta forma de segregación ejerce una violencia emocional sobre las trabajadoras domésticas, quienes están siendo instrumentalizadas por sus patrones (razón de su vinculación contractual) dejando a un lado la humanidad de la persona.

Los clubes sociales buscarán abolir esta práctica cuando sus socios se quiten la venda y rechacen esta situación.


 

Debes loguearte para poder agregar comentarios ingresa ahora