Por: Andrés Quintero Olmos.
Existe una norma que todas las culturas o sociedades han repetido incansablemente desde el principio de la humanidad, siendo esta la única ley social que nos caracteriza. El pensador francés Claude Lévi-Strauss la desarrolló en 1949. ¿Cuál es? La prohibición del incesto. Sí, esta es la única norma que tienen en común todas las civilizaciones que hayan existido, desde las tribus indígenas más aisladas o primitivas hasta las sociedades más interconectadas y modernas del mundo. Asimismo, no hay ninguna sociedad que no haya prohibido sistemáticamente el incesto. Su explicación es biológico-genética y se sostiene desde la matriz de la supervivencia de la especie.
Existe otra ley que nuestra humanidad ha repetido casi universalmente: el homicidio en el seno del mismo grupo social. Esta regla ha tenido varias excepciones, como la pena de muerte o los sacrificios religiosos, o varias exoneraciones, como la legítima defensa o el estado de necesidad, pero ha sido tan generalizada que es universal. Su explicación es sociológica y su fundamento es la supervivencia y convivencia del grupo social.
Lastimosamente -dirían algunos- una cosa es la normatividad y otra cosa es la realidad. Y sí, a pesar de existir leyes universales, a veces estas no se respetan de manera sistemática, poniendo en riesgo, si sus infracciones son continúas, a las sociedades o, incluso, a la especie humana.
Un buen ejemplo de esto ha sido la utilización del incesto por parte de las dinastías monárquicas para mantener la “pureza” de su linaje, lo cual irremediablemente ha conllevado a su extinción. Otro ejemplo podría ser Colombia: una sociedad que, desde sus primeros suspiros, ha observado cómo el homicidio ha sido su más caracterizada tendencia social, no obstante su prohibición, lo cual la ha llevado, en varias oportunidades, al borde del abismo.
De esta manera, lo importante para la supervivencia o convivencia de la especie o de las sociedades no es solamente que exista la regla universal, sino que se cumpla. El riesgo es, por tanto, que la prohibición caiga culturalmente en desuso o sea imperfectamente aplicada.
El arquetipo ideal de este riesgo, en cuanto a la interdicción universal del homicidio, es la impunidad o los perdones generalizados, los cuales parecen estar materializándose en nuestro país. Gran parte de la sociedad colombiana al querer exonerar o atenuar las responsabilidades de las guerrillas, en pro de una pacificación del país y desde la perspectiva del delito político, se olvidan del correspondiente castigo natural que establecen las prohibiciones universales.
Amanecerá y veremos si habrá o no nuevas violencias, pero algo estará claro: las leyes universales nunca se equivocan por ser simplemente análogas a la naturaleza humana.
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