Las dinastías

Por: Andrés Quintero Olmos.

El periódico The New York Times y la revista The Economist estudiaron recientemente el fenómeno de las dinastías políticas. Concluyeron que en Estados Unidos el hijo de un Gobernador tiene 6 mil veces más posibilidades que el promedio de los ciudadanos en ser él mismo Gobernador y que, bajo la misma lógica, el hijo de un Senador tiene 8 mil veces más posibilidades de ser Senador.

Demostraron que las empresas que representan el 8% de la capitalización bursátil mundial son dirigidas por personas que tienen familiaridad con los líderes políticos de su propio país. Asimismo, encontraron que las diez familias más ricas de Portugal controlan 34% de la capitalización bursátil y 29% las de Francia y Suiza. De ahí la concentración de poder: sin política no hay riqueza económica y sin capital no hay poder público, y algunos parecen saberlo muy bien.

El columnista Abelardo De La Espriella hizo muy bien hace un par de meses, en calificar a los miembros de la familia Galán como “intocables”. Debido a que, más allá de heredar la familiaridad del caudillo liberal, han heredado y acaparado sagradamente su legado electoral y, más grave aún, su moralidad, sin ellos haber tenido que demostrar sus propios méritos e idoneidad.

Han ocupado todos los puestos existentes en este país por derecho divino: embajadas, consulados, ministerios, consejerías, etc. y todos los avales partidistas posibles. Más preocupante aún es que los Galán hayan querido monopolizar no sólo los puestos burocráticos, sino también los frutos de algunos contratos estatales multimillonarios, en clara sospecha de tráfico de influencias. En la actualidad, la Fundación Galán, dirigida por la hermana de la madre de los Galán, Maruja Pachón, ha obtenido contratos de la Presidencia de la República por un monto superior a 114 mil millones de pesos (sólo en los últimos dos años), sin que mediara licitación pública alguna, esto es, obteniéndolas a dedo.

¿Por qué Presidencia de la República escogió a esta fundación y no a otra? De perogrullada: porque Juan Manuel Galán es Senador y es uno de los líderes de la Unidad Nacional, entiéndase Unidad Nacional de Mermelada, y que Carlos Fernando Galán, siendo también Senador, es la mano derecha del Vicepresidente.

El otro hermano, digamos el otro hermano legítimo, Claudio Galán, se ha dedicado a recibir lo faltante: recibió una embajada en Austria y un consulado en Francia como para que recordara sus tiempos de adolescencia en París, durante los cuales su madre ya era embajadora. Además de esto, los Galán han promovido el delfinato alrededor suyo (como para que entre ellos se devolvieran favores): han ayudado a Rodrigo Lara Restrepo, Miguel Uribe Turbay y Simón Gaviria Muñoz a conseguir cualesquiera avales o puestos disponibles, logrando materializar lo que algunos han calificado como el “cartel de los delfines”.

Los Galán son sólo la punta del iceberg en las dinastías colombianas. Mi generación tendrá el desafío de parar con este círculo vicioso de poder en nombre de la igualdad de oportunidades; otra utopía mía en estas tierras de soledad intergeneracional donde reinan y gobernarán “los hijos de”.


 

 

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