Por: Andrés Quintero Olmos.
Gerda le pregunta a su esposo:
-“¿Hay algo que me quisieras decir?”.
– “¿Hay algo que quisieras saber?”, le contesta aquél.
– “Soy tu esposa, lo sé todo”.
Casarse es una aventura psicológica, y a veces en la mitad de la aventura aparecen rasgos desconocidos de la otra persona, y las últimas noticias de este país pudieron darnos un esbozo de esto.
El actor Eddie Redmayne, el mismo que hizo el papel de Stephen Hawking en La teoría del todo, vuelve a las pantallas grandes con La chica danesa, en la cual interpreta al doble personaje de Einar y Lili. La cinta es inspirada en la vida real de Lili Elbe, también conocida como Einar Wegener, quien fue la primera persona en haberse sometido a una cirugía de cambio de sexo. El guión muestra cómo, frente al deseo rampante del esposo de encontrarse a sí mismo, una pareja de pintores europeos de los años 20 se ve obligada a transformarse física y psicológicamente.
– “¿Exactamente qué pasó ayer por la noche?”, pregunta Gerda. “Hubo un momento en que no fui yo, hubo un momento en que sólo fui Lili”, responde Einar.
De un género a otro, de un metabolismo a otro, de un tono a otro, de un caminar a otro, de un gusto a otro, de unos intereses a otros, de un cuarto operatorio a otro, de un ser a otro.
– “Pienso los pensamientos de Lili, sueño con sus sueños (…) Todos las mañanas me prometía a mí mismo que iba a pasar el día entero como un hombre”, expresaba Lili con impotencia.
Sí, aceptar que su organismo desea otro sexo, que su mente desea otros pensamientos, que su cuerpo desea otra ropa y que sus fantasías desean otro fondo, es esto el epicentro de la frustración; es esta la trama y el tenaz realismo de los transexuales.
– “Pienso que soy una mujer”, le dice Einar a su médico. “Y yo también lo pienso”, rebate Gerda.
A veces la fuerza del ser es más poderosa que la voluntad corporal y los predeterminados roles sociales. No es un alter ego, y menos un doctor Jekyll y un míster Hyde que se esconde, o una bipolaridad existencial que sólo brota a partir de una inestabilidad hormonal. Es simplemente nacer con el cuerpo equivocado; es tener el sexo biológico aquí y la identidad de género allá. Como decía Edwin, el transformista de la novela de Alonso Sánchez Baute intitulada Al Diablo la maldita primavera: “no soy más que una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre”. Difícil resulta entender, desde una cultura conservadora y una heterosexualidad definida, el sufrimiento de tener que ser lo que uno no es, porque uno simplemente suele ser lo que es. Pero la angustia y la impotencia son reales y dramáticas y van más allá de la existencia. Para los transexuales, es un desafío constante a la muerte, porque mejor vale morir que existir así.
– “Necesito a mi esposo, ¿lo puedes traer?” le pide Gerda a Einar. “No puedo”, confiesa.
Imagen en página principal cortesía de David Castillo Dominici en FreeDigitalPhotos.net
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