Por: Andrés Quintero Olmos.
En una nación donde casi todo, o mejor dicho, todo se hace a partir de contactos, favores o palancas, pocas personas se abstienen de tener conflictos de interés. Al contrario, los colombianos buscamos todas las formas posibles de estar justamente en el conflicto de interés, es decir, en “la rosca”. Entre más haya en nuestro entorno elementos que mezclen los poderes públicos, económicos y sociales, más nos sentimos realizados personal y profesionalmente. Por eso, el mejor signo social no podría ser otro que el de estar relacionado con su probable fuente de trabajo. Eso es estar en “la movida” en este país.
Por ejemplo, ¿nadie se ha preguntado cómo puede ejercer periodismo Diana Calderón, una de las periodistas más influyentes del país, en una de las cadenas radiales más importantes del país, siendo ella novia del actual ministro del posconflicto, Rafael Pardo? ¿No hay aquí un claro conflicto de interés que atenta contra la objetividad periodística de la mencionada? ¿No tendría ella que declararse impedida por ética profesional en cuanto a los temas que tienen relación directa con las aspiraciones o responsabilidades públicas de su pareja? Otro ejemplo: Alberto Casas, periodista de la W, y su compañera, Maria Emma Mejía, embajadora ante la ONU.
En Francia, durante las elecciones presidenciales de 2012, ocurrió una situación similar que debería inspirarnos. La periodista estrella, Audrey Pulvar, y el precandidato presidencial y futuro ministro, Arnaud Montebourg, también fueron novios a pesar de encarnar un claro conflicto de interés. La sociedad francesa no dudó en poner de relieve el impedimento ético que sufría la periodista. Tras ser debatido durante varias semanas, la opinión pública concluyó que, si querían seguir con su relación amorosa, uno de los dos tenía que desistir de sus pretensiones u obligaciones profesionales.
El problema era claro: periodismo, política y amor no pueden convivir sin afectar la objetividad del derecho a informar y ser informado. Después de varias semanas de controversias, ninguno de los protagonistas tomó acciones para subsanar el conflicto. Por eso, los medios de comunicación en donde trabajaba Audrey Pulvar (Canal+, France Inter y France 2), no tuvieron otro remedio que dictar medidas preventivas: retiraron a la periodista de toda responsabilidad informativa y de opinión.
En Colombia, han pasado ya varios años desde que se hizo público el noviazgo entre Pardo y Calderón y parece que a nadie le perturbara. Lo mismo para Casas y Mejía. Parecen intocables. Pero culturamente, no es de sorprenderse; extraño hubiese sido que Caracol Radio o la W tomaran medidas al respecto.
Boten sus hojas de vida. Dejen de estudiar que hasta los más pulcros de la meritocracia consiguen sus puestos por conexiones, y si no los consiguen de esta manera se mantienen en ellos a pesar de personificar el más alto choque moral de interés.
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