Amanecerá y veremos

Por: Francisco Manrique.

Al presidente saliente Juan Manuel Santos se le recordará por haber firmado un acuerdo con las FARC, pero dejó incompleta la tarea y hoy estamos comenzando a ver las consecuencias. Una iniciativa necesaria que terminó dividiendo al país. Y la mayor ironía: su implementación quedó en manos de su más feroz opositor. Algo que debía haber sido una política de Estado, terminó siendo percibida por millones de colombianos como un capricho mal ejecutado y personal.

Con esta introducción, no quiero referirme en este Post al proceso de paz. Lo traigo a colación para subrayar una falla que ha sido protuberante de nuestros dirigentes políticos: la incapacidad de lograr consensos para construir unas políticas de largo plazo para la sociedad. Parecería que construir acuerdos sólidos y sostenibles en el tiempo, es casi un imposible metafísico en nuestra cultura política.

Cuando en el 2010 Santos, propuso por primera vez, que la Innovacion fuera una de las cinco locomotoras del desarrollo, y se le diera recursos vía el 10% de las regalías, muchos aplaudimos. Parecía que finalmente se había entendido que la ciencia, la tecnología y la innovación (CTI), eran fundamentales para la economía y la sociedad en general.

Quienes habíamos tenido la oportunidad de viajar en esa época, para visitar las regiones exitosas en el mundo, pudimos observar el impacto que CTI jugaba en su prosperidad. Pero también, pudimos dimensionar la inmensa brecha que teníamos que cerrar. Por esta razón, era tan trascendental la decisión del primer Gobierno de Santos en este tema,. Se estaba enviando una señal muy poderosa, a los diferentes actores económicos y académicos, lo que es una responsabilidad esencial del Estado.

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TeroVesalainen / Pixabay

Al igual que el proceso de paz, la política de innovación se quedó a medias. Por lo menos se firmó el acuerdo con las Farc durante estos largos ocho años, que para bien o para mal, copó la agenda nacional pero cuya implementación está en el aire.

En el caso de CTI, el interés del Gobierno Santos, no aguanto los primeros cuatro años. Dejó de ser un tema relevante en el segundo plan de desarrollo del 2014 que termina el próximo 6 de agosto.

Adicionalmente, el apoyo económico de las regalías quedó mal diseñado porque se le dio mas peso político, y no tecnico, al uso de esos recursos. El resultado no se hizo esperar. Escándalos por el mal uso de estos dineros, trámites muy complejos, y la utilización de estos recursos en vías terciarias, con el pretexto de que no habían habido proyectos para financiar.

Entonces no es de extrañar, que COLOMBIA ande como los cangrejos en esta materia. Esto lo muestran los datos publicados recientemente, por el Sistema Nacional de Competitividad, Ciencia, Tecnología e Innovación, del Índice de Competitividad Global para el 2017. Quedamos muy mal ya que Colombia ocupó el puesto 65 entre 127 economías evaluadas, siendo el quinto en América Latina, incluso por debajo de Panamá. Pero aún el resultado es más grave, porque el país bajó dos puestos en el índice agregado frente al del 2016.

Como lo menciona Gabriel Silva, en su reciente artículo en el diario El Tiempo: “En producción de conocimiento y tecnología obtuvimos el puesto 81, incluso por debajo de la mayoría de economías del mundo en desarrollo. Es decir, somos buenos empresarios y negociantes, pero pésimos en ‘hard innovation’, que es la que lleva a los países a dar un verdadero salto adelante”.

Discrepo parcialmente del articulista cuando afirma, que la razon de este pobrísimo desempeño, se debe en haber convertido a la innovación en “una religión y no un objetivo concreto con metas para lograr resultados en el mediano plazo”. Ojalá se hubiera convertido en una religión, porque estaríamos teniendo un cambio cultural.

La cultura juega un papel protagónico en la nueva economía basad en CTI. La razón es muy sencilla de entender. Se valora mucho el desarrollo del talento y su uso productivo, que permite convertir las buenas ideas en empresas potentes y competitivas. Pero también, porque la investigación se orienta hacia las áreas donde el pais quiere resolver problemas críticos o dar saltos cuánticos que le mejoren su capacidad de generar valor.

Cuando se analizan los casos nacionales más exitosos, como es el de Israel y Singapur, se observa que hay una clara intencionalidad del Estado, que se manifiesta en unas políticas claras de largo plazo, acompañadas de unos recursos importantes para sostenerlas, especialmente al inicio de las mismas. Pero este proceso debe de ser acompañado de un movimiento empresarial y de investigación, que juega par y pasó con el gobierno de turno, para ir mostrando resultados concretos en el avance del plan nacional trazado.

No es que se haya agotado la solución macroeconómica propuesta hace ocho años por Santos, como lo afirma Silva, es que en la práctica nunca despegó. Eso no quiere decir que el campo de la microeconomía no sea necesaria, aplicada a movilizar a un país para desarrollar una verdadera cultura que valore la innovación. Se necesitan las dos trabajando en tándem como lo demuestran los casos ya mencionados.

En lo que si estoy de acuerdo con el articulista citado, es que no se puede empacar en el mismo costal el fortalecimiento de la educación y el desarrollo de CTI. No estoy de acuerdo en separar este último tema de la competitividad. Veamos más en detalle las razones para mi posición.

No es posible jugar en el tablero mundial con las economías más avanzadas, ni pensar en cerrar la inmensa y creciente brecha que nos separa de ellas en términos de inversión en CTI, si no estamos formando a la gente adecuada, con los conocimientos y habilidades pertinentes que son requeridos en el siglo XXI. Por lo tanto, podemos buscar educar por educar, pero si no entendemos el tipo de gente que se requiere en esta nueva economía, no tenemos ninguna oportunidad de avanzar. Más bien, como los cangrejos, estaremos retrocediendo cada día más.

Por lo tanto, la discusión para fijar una política pública relacionada con la educación, no puede ignorar el tema de la pertinencia a la que me refiero en el párrafo anterior. Y por razones similares, el desarrollo de las ciencias básicas, debe de ser más orientada a apoyar objetivos claros del desarrollo del país. Se que este es un tema muy controversial, pero es terriblemente práctico, cuando se entiende que hay recursos muy escasos y unas necesidades tan grandes.

Los mismos criterios deberían orientar la política que fomente la adopción tecnológica de las empresas y las organizaciones estatales a todos los niveles. Hoy la tecnología impulsa la transformación digital a gran velocidad. Necesitamos estar corriendo para no quedarnos atrás. Y la innovación también se da cuando se transplantan buenos modelos de negocios e iniciativas exitosas, teniendo en cuenta el contexto local.

Y en cuanto a divorciar estos temas de la competitividad, tampoco estoy e acuerdo con Silva. De hecho, todos ellos son esenciales para lograr competir en un entorno mundial cada vez más exigente. A esta hora, ya debe de ser evidente que no podemos seguir dependiendo de la venta de materias extractivas como el petróleo. Necesitamos unas bases mucho más sólidas para generar valor agregado que no tenemos.

En lo que sí estoy de acuerdo con él, es que la firma de un tratado de libre comercio, no es sino la compra de un billete para pode ofrecer productos y servicios más sofisticados. Y esto se da, si tenemos la capacidad de ofrecerlos en mercados que los valoran y pagan por ellos. Por esta razón, es esencial la cultura de CTI para competir basada en una educación que forma a la gente que lo entiende y lo practica.

También, estoy de acuerdo con el articulista es en su siguiente comentario : “Ahora que Duque está en serio en darle un papel protagónico a una política de innovación, llegó la hora de pasar de la retórica a los hechos, evitando los errores que nos tienen donde estamos a nivel global. En cuatro años tenemos la esperanza de más nueces que cáscara en esta materia”.

Amanecerá y veremos decía mi mamá. Teniendo en cuenta los múltiples chicharrones que enfrenta el nuevo gobierno, hay que estar pendientes para ver si Duque logra implementar una verdadera política de Estado en CTI. Nuestro futuro depende de ello y no solo de la paz.

Pero también, el nuevo Presidente, deberá de tener una mente abierta para aprender de los errores de su antecesor, y de los aciertos que también los hubieron. Aprender y reconocer serían unas señal poderosa para unir al país, como lo ofreció en su discurso de posesión. El futuro debe ser la base y no el pasado.

¿Será que lo entiende, lo logra y lo dejan actuar? Por el bien de todos, espero que así sea.


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