La personalidad ambigua de Amanda Knox, para unos un ángel y para otros un demonio, fue clave en el largo proceso judicial en los tribunales italianos, que la condenaron y la absolvieron sucesivamente, y que este viernes la exculparon definitivamente.
Con su bello rostro sin maquillaje y sus ojos azules, la joven Amanda, de 27 años, no parecía corresponder al perfil de asesina cuando fue acusada en noviembre de 2007 de haber acuchillado salvajemente a su compañera de piso Meredith Kercher, une británica de 21 años.
Los jueces que la interrogaron a lo largo de su interminable saga judicial, la describieron como una muchacha coqueta a la que le gustaba mucho la fiesta, probar toda suerte de drogas, coleccionar las conquistas masculinas, dejando a la vista sus juguetes sexuales y su lencería osada, en el apartamento que compartía con otras tres jóvenes.
Para la acusación, Meredith fue asesinada porque se negaba a participar en un juego sexual con Amanda y su novio italiano, Raffaele Sollecito, coacusado del asesinato, y con un inmigrante oriundo de Costa de Marfil, Rudy Guédé, juzgado por separado.
Meredith fue encontrada en un charco de sangre el 2 de noviembre de 2007 degollada y semidesnuda.
Afectuosa, sana y deportista:
La familia Knox ha presentado siempre una imagen opuesta de Amanda, describiéndola como afectuosa, sana y deportista. “¿Cómo podría ser capaz de tal violencia? ¿Cómo podría haber hecho daño a una de mis amigas?”, espetó Amanda al principio del proceso en apelación en noviembre de 2010.
Es difícil saber a ciencia cierta quién es Amanda, sobre todo porque se convirtió en un fenómeno mediático con el seudónimo de “Foxy Knoxy” (Knoxy astura y sexy” en la red MySpace, que asegura que lo eligió por sus habilidades futbolísticas. Su “Rostro de ángel”, título de un libro sobre su caso, se asomó a las primeras páginas en el mundo entero.
Sobre todo en Gran Bretaña, donde la prensa tomó con frecuencia partido por la familia de Meredith, y en Estados Unidos, donde dominan los seguidores convencidos de Amanda.
Condenada en primera instancia a 26 años de cárcel en diciembre de 2009, Knox, que siempre se declaró inocente, dijo que inicialmente había admitido su presencia en el lugar del crimen porque se había venido abajo tras los largos interrogatorios policiales sin abogado ni intérprete.
Durante los cuatro años que pasó tras las rejas, la joven estudiante de la Universidad de Washington rezó mucho y leyó con pasión a Dostoievski y Hemingway, según un parlamentario italiano que escribió un libro sobre ella.
“Registro detallado”:
En este libro y en sus entrevistas a través de sus abogados, Knox confió sus sueños de libertad, su ambición de convertirse en escritora, en madre y su interés en el budismo y el cristianismo.
Desde que regresó a Estados Unidos después de su liberación en 2011, la joven reanudó sus estudios de idiomas y escribió su autobiografía en la que habla sobre todo de su manera de concebir el sexo, y de cómo cambió desde que llegó a Europa. “Detestaba sentirme dependiente de alguien. Me quería sentir fuerte y gozar sexualmente, y no preguntarme ¿Me quiere? ¿Me querrá aún mañana?”, escribe.
Raffaele Sollecito dio su propia versión de los hechos en un libro en el que acusa a la estadounidense de “comportamiento extraño” y pone en duda que estuviera a su lado la noche del crimen, lo que constituyó la coartada principal de la joven.
“¿Quién es Amanda Knox? Posee un doble rostro: de un lado es angelical, buena, llena de compasión, casi una santa, y de otro lado es demoníaca, diabólica y solo aspira a comportamientos límites y extremos”, lanzó uno de los abogados de la acusación.
La justicia italiana finalmente lo ha decidido, al absolverla definitivamente el viernes, al término de una increíble saga judicial que no ha retirado totalmente el halo de misterio que sigue rodeándola. (AFP)
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