Por: Alicia Bárcena.
Secretaria Ejecutiva de la CEPAL.
El mundo vive hoy un cambio de época. El aumento sin precedentes de la desigualdad global, los efectos cada vez más agudos del cambio climático y el papel ambivalente que juega la revolución tecnológica, que multiplica capacidades y amaga el empleo, son señales que develan que el estilo de desarrollo imperante se ha vuelto insostenible.
Estos desequilibrios han movilizado a la comunidad internacional que ha planteado una hoja de ruta al 2030, una Agenda para el Desarrollo Sostenible que refleja con claridad la amplitud y urgencia de los desafíos globales y que ha puesto al combate a la desigualdad en su centro.
Materializar los Objetivos de Desarrollo Sostenible exige poner en marcha y consolidar instrumentos específicos para su implementación. A este efecto, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) propone un marco analítico que complementa la Agenda 2030 sobre la base de la perspectiva estructuralista del desarrollo y desde el punto de vista de los países de América Latina y el Caribe.
El concepto ordenador de la propuesta cepalina es el cambio estructural progresivo: un proceso de transformación hacia actividades y procesos productivos que 1) sean intensivos en aprendizaje e innovación, 2) estén asociados a mercados y a la provisión de bienes y servicios en rápida expansión, que permitan aumentar la producción y el empleo, y 3) favorezcan la protección del medio ambiente y el desacople entre del crecimiento económico con las emisiones de carbono.
Para lograr el tránsito hacia estas nuevas estructuras productivas se requiere un nuevo conjunto de instituciones y coaliciones políticas que las promuevan a nivel global, regional, nacional y local.
El mundo requiere de una nueva gobernanza que asuma la tarea de crear los necesarios bienes públicos globales de hoy y mañana. Entre ellos, un nuevo sistema financiero internacional, la seguridad climática, implementar el Acuerdo de París de 2015, perfeccionar las reglas de comercio y propiedad intelectual, y asegurar la más amplia participación en la revolución de los datos.
Asimismo, el proyecto de integración regional debe ser potenciado pues configura el espacio más natural para la creación de encadenamientos productivos, aprovechando la proximidad geográfica y la complementariedad entre las economías nacionales. Es esencial fortalecer la red de seguridad financiera regional, coordinar las políticas fiscales y de atracción de inversión extranjera directa, avanzar en la creación de un mercado único digital, y por cierto, articular un fondo de resiliencia para los países del Caribe.
Es momento de dar un gran impulso ambiental en América Latina y el Caribe, es decir, generar un paquete integrado de inversiones públicas y privadas coordinadas en distintas áreas para redefinir los patrones energéticos, de producción y consumo, basados en el aprendizaje y la innovación.
América Latina y el Caribe tiene hoy una oportunidad única de cambiar su estilo de desarrollo y terminar con los desequilibrios económicos, sociales y ambientales que impactan a sus habitantes.
Nuestra región enfrenta los desafíos de la Agenda 2030 con una tasa de crecimiento inferior a la de otras regiones del mundo en desarrollo, una persistente vulnerabilidad externa y una reducción del espacio fiscal en casi todos los países.
En este escenario, debemos abordar caminos para elevar la inversión, sobre todo en infraestructura, energía e innovaciones tecnológicas para detener el deterioro ambiental. Al mismo tiempo es necesario adoptar políticas sociales que permitan el acceso universal a la salud y la educación, y que busquen lograr el pleno empleo.
Estas políticas tienen un gran impacto sobre la productividad. Pero la productividad y la universalización de derechos deben ir de la mano: una no es sostenible sin la otra.
Debemos generar empleo y capacidades locales en torno a la revolución tecnológica y participar en la generación de conocimientos, bienes y servicios con foco en la inclusión social y el cuidado ambiental.
Pese a la adversidad del contexto económico que enfrenta la región, el momento actual abre caminos esperanzadores. Llegó el momento de especificar los instrumentos y las acciones que tomaremos, de implementarlas y ponerlas en marcha.
A eso apuntan las propuestas que la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) presentará durante su reunión bienal más importante: el trigésimo sexto período de sesiones que se celebrará del 23 al 27 de mayo en Ciudad de México con la participación de altas autoridades de nuestra región.
Ha emergido una ambiciosa y urgente agenda con el crecimiento, la sostenibilidad y la igualdad en el centro. Frente a ella latinoamericanos y caribeños debemos ser protagonistas de nuestro desarrollo. Desde nuestra propia realidad, reconociendo dificultades y potencialidades, imaginando el mañana desde el Sur.
Nota publicada en CEPAL, reproducida en PCNPost con autorización
SOURCE: CEPAL
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