Los robots -Mini Kirobo, RoboHon, Lin-Chan, Robopin, entre otros- pululan este año en el Salón de la electrónica japonesa Ceatec, aunque algunas de estas minicriaturas se parecen más a figuras animadas, cuya inteligencia se encuentra alojada en una nube informática o en el cerebro humano.
Lin-Chan (nombre de un robot-asistente, de Sharp) es capaz de encender el aire acondicionado si se le dice que hace demasiado calor o decirnos palabras tranquilizadoras si le comentamos que estamos cansados: Masaki Takeuchi, uno de sus inventores.
Lin-Chan se acuerda además del nombre de cada uno de sus interlocutores.
Pero, en realidad “todo reposa en los servicios contenidos en los servidores externos (cloud computing) que tienen funciones de inteligencia artificial”, explica el ingeniero.
“Optamos por ese tamaño (unos 15 cm) y esa forma (una bola) para que ese robot-asistente sea lo suficientemente visible pero tampoco tenga una excesiva presencia que podría incomodar”, agrega.
Mini Kirobo tampoco es inteligente, reconoce Toyota, que lo fabricó inspirándose en Kirobo, el robot que fue enviado al espacio.
Su descendiente es capaz de conversar con su amo o aportarle informaciones, porque está dotado de funciones de telecomunicación con un servidor que concentra todos los datos y algoritmos para analizar y poder reponder.
Por su parte, Fujitsu, creador de Robopin, explica que la “inteligencia artificial no sólo se aplica a estas criaturas”, que imitan más o menos al hombre o al animal, “sino también a todos los aparatos de la vida cotidiana”.
Fujitsu planea introducir una dosis de inteligencia artificial en un cajero automático, y Sharp en las aspiradoras autónomas y en los hornos de microondas.
El distintivo AI (inteligencia artificial por sus siglas en inglés) figura a menudo en los aparatos para destacar la capacidad intelectual de los objetos, que podrían superar a los humanos.
Aún muy lejos de la inteligencia humana
Superar a los humanos es posible en determinados casos -ajedrez con el cálculo anticipado de todos las jugadas posibles, clasificación de cajas de medicamentos por un robot industrial-, pero la capacidad de evaluar cada situación en función de una cantidad inconmensurable de parámetros, como lo hace el cerebro humano, sigue siendo un objetivo muy lejano, considera el diseñador de robots Katsumori Sakakibara.
“Tome el ejemplo de un robot androide (con figura humana) capaz de hacer la limpieza. Encuentra en el suelo un tornillo de un Meccano de su hijo. Primero va a pensar en arrojarlo, pero quizás lo reconozca y cambie de opinión. Pero, ¿persistirá en arrojarlo al recordar que en la víspera el niño decidió tirar el juguete a la basura?”, pregunta Sakakibara.
“Un humano puede hacer ese razonamiento en muy pocos segundos. Para que un robot pueda igualarlo será necesario bastante tiempo”, responde Sakakibara, creador del robot Caiba.
Nada iguala a la inteligencia y la comunicación humanas, y por esa razón Caiba no es inteligente y se limita a replicar los gestos de un ser humano o retransmitir su palabra, explica el ingeniero.
Caiba es teledirigido por una persona que, además, escucha lo que el robot capta con sus micrófonos y ve en una pantalla (o un casco-pantalla) lo que el robot ve con sus cámaras.
Cuando el instructor mueve los brazos, el robot hace lo mismo y cuando gira la cabeza el aparato lo imita casi en tiempo real.
Se pueden colocar esos robots, comandados por una sola persona, en varios puntos distantes de un aeropuerto. Eso permite al piloto estar virtualmente presente en varios lugares a la vez y responder a las demandas sucesivas de varios viajeros sin tener que desplazarse. La AI perfecta, sigue siendo el cerebro humano: Katsumori Sakakibara.
AFP
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