Por: Francisco Manrique.
Hoy, en el mundo, uno de los mayores retos para estas sociedades, es el envejecimiento de su población. “En el 2050 el número total de Personas Adultas Mayores, será igual al de la población mundial en 1945”.
Este cambio demográfico viene acompañado de dos tendencias simultáneas, cuyo impacto es muy grande. Por un lado, las tasas decrecientes de fertilidad como resultado de un cambio de actitud de las parejas jóvenes y de la independencia económica de la mujer. Por el otro lado, hay un aumento significativo en la longevidad de la gente, producto de los avances médicos y sociales, lo cual se traduce en que las personas lleguen en mejores condiciones en el momento de su retiro.
En países como China, Japón, Italia, España, Rusia y Alemania, la proyección hacia adelante de este fenómeno, tendrá un inmenso impacto en sus economías y en su capacidad de crecimiento. Cada vez tienen menos gente productiva, y cada vez más gente dependiente. El caso japonés es aún más dramático: se prevé una disminución significativa de su población en los próximos treinta años. De ahí que entienden que es necesario preparar a la gente para tener un envejecimiento activo, enfrentar la gestión de la edad en el trabajo y la preparación para la jubilación.
Sin embargo, en AL estas tendencias no son materia de preocupación, a pesar de que el proceso de envejecimiento es un fenómeno global. Este cambio demográfico afecta hoy a muchos países en todos los continentes, con la salvedad del Africa, donde la población joven está creciendo a un ritmo mucho mayor. De continuar las tendencias demográficas actuales a nivel mundial, se calcula que, en los próximos 35 años, por primera vez el número de adultos mayores superará al número de jóvenes, llegando a ser un 22% de la población mundial.
En los país con aumentos significativos de adultos mayores, en los cuales existe la conciencia de la magnitud del problema que tienen en su manos, los gobiernos de turno han trabajado en la implementación de políticas de estado, que han tenido impacto en los Sistemas de Seguridad Social. Tal impacto se traduce en la generación de rutas de atención diferencial en salud para personas mayores, en los que la promoción y la prevención de la enfermedad, así como la atención primaria, son componentes esenciales de los servicios de cuidado y atención.
Así mismo, se ha empezado a implementar un sistema de pensiones no contributivas adscritas al pago de impuestos. Finalmente, los sistemas de promoción y protección social han adquirido un enfoque diferencial para el adecuado cuidado de las personas mayores. Todo lo anterior, se hace desde un enfoque para visibilizar la atención centrada en las necesidades de estas personas, y convertirlas en el eje de estos servicios y programas.
Sin embargo, en países como Colombia, hay una inconsciencia en relación al proceso del envejecimiento. Pocos saben que en 10 años, nuestro país tendrá la tasa más grande de crecimiento de población mayor de 60 años de toda AL. En ese momento, el 15% de la población será considerado “adulto mayor”. Para el caso de Bogotá, en sólo cinco años, esta población habrá crecido el 55% !!!.
Las estadísticas muestran que, el 80% de las personas de más de 60 años, tienen un problema de salud crónico; el 50% tienen por lo menos dos enfermedades crónicas; el 50% dicen que su salud y su memoria no es buena; la mayoría de los adultos mayores no hacen actividad física regularmente, por lo menos, tres veces por semana; la mayoría sufren de malnutrición (ya sea por sobrepeso o por bajo peso); muchos tienen síntomas depresivos, ya que cada vez viven mas solos; la mayoría toma más de un medicamento y se han caído por lo menos un vez.
Lo increíble de todo lo anterior, es que el tema no es materia de preocupación en Colombia. De hecho, este fenómeno que ya está en proceso, nos encuentra muy mal parqueados para responder a los retos producidos por estos cambios demográficos. Pero, ¿cuáles son esos retos?
El primero está en hacer visibles los estereotipos relacionados con la vejez, que se la considera como “una enfermedad”, que lleva a la dependencia y a la pérdida de capacidades. Además del anterior prejuicio, y en relación con él, es muy común encontrar la creencia, que los viejos se vuelven niños con la edad, no son productivos, ni pueden aprender cosas nuevas; se llevan mal con los jóvenes; son una carga; son feos y cascarrabias, incapaces de decidir por sí mismos; es mejor sobre-protegerlos porque no les gusta estar solos; son avaros y tacaños; son descuidados y no les gusta arreglarse bien; no tienen vida sexual ni sexualidad.
Frente a estos prejuicios, y como reto adjunto, está el deber de dar a conocer que las personas adultas mayores son recursos muy valiosos para sus comunidades, sus familias y para la economía de un país. Este nuevo paradigma está siendo reconocido por aquellas sociedades donde hay un cambio demográfico muy grande, como ya se explicó.
Otro reto está en visibilizar y atender las situaciones de desigualdad en términos de ingresos, pensiones, educación y género que tienen un alto impacto social. A nivel económico, hay una pérdida del bono demográfico, con consecuencias graves en la productividad y el crecimiento. También, en los próximos diez años habrá un incremento del 1% del PIB en los costos de la salud. Este fenómeno estará motivado especialmente por el alto costo de la atención a las enfermedades crónicas -(especialmente cardiovasculares)- y por la paradoja de que habrá más personas enfermas, pero con una mortalidad decreciente.
Asociado al incremento de la enfermedades crónicas hay la creciente necesidad de personas capacitadas para el cuidado de los adultos mayores. Debido a la transición demográfica hacia el envejecimiento, serán estas personas, las que necesitarán una creciente carga de asistencia, por largos periodos de tiempo, y con un nivel progresivamente mas complejo y demandante.
En América Latina y el Caribe se aumentó, entre el 2000 y 2010, en un 23% la prevalencia de la necesidad de cuidados en la población de edad avanzada. Se proyecta que para 2020 se habrá incrementado en un 47%, lo que se traducirá en que, más de diez millones de personas mayores de 60 años, requerirán asistencia médica cotidiana.
Un área muy preocupante es el aumento del Alzheimer y la demencia senil. A nivel global, se estima que en el 2013 el número de personas afectadas era de 44 millones. En el 2030 esta cifra será de 76 millones y de 135 millones para el 2050. Hay un incremento del 14% sobre las proyecciones realizadas en el 2010 !!!. America Latina, tiene la más alta prevalencia de esta enfermedad con el 8.5% de la población mayor de 60 años. La falta de educación es un factor que duplica el riesgo de este tipo de enfermedades.
Dado el cuadro anterior, una gran preocupación del adulto mayor es el acceso oportuno a los servicios de salud, para atender el incremento de las enfermedades crónicas, el aumento de los problemas de deterioro neuro-cognoscitivo -(con las consabidas dificultades de memoria)- y los que afectan su movilidad. Esta preocupación aumenta cuando se evidencia que hay una ausencia de una ruta de atención en salud que propicie un envejecimiento activo, que conduzca a una longevidad saludable.
Pero una adecuada atención en salud no es el único reto. A nivel de AL, el 50% de la población que labora lo hace de manera informal y no cotiza a pensión. Quizás a ello se deba que sólo 1 de cada 4 adultos mayores recibe pensión – ( En Colombia es menos del 10%)- y la red de apoyo a nivel familiar se viene debilitando.
El aumento del número de personas mayores, en un contexto de vulnerabilidad social creciente, da origen al grave problema expuesto al inicio de este blog: cada vez hay una menor disposición por parte de las familias a cuidar de estas personas. En el caso de optar por mantenerlos en el hogar, dicha responsabilidad recae en las mujeres. Esta dinámica limita su acceso a un trabajo remunerado, lo cual aumenta el impacto económico al interior del núcleo familiar.
Ahora bien, también hay cada vez más casos extraordinarios de personas mayores de sesenta años que han demostrado mantenerse muy activas por muchos años. Estas experiencias nos muestran que, con una adecuada manera de proceder, se puede llegar a envejecer con calidad de vida. Veamos.
Hay casos extraordinarios documentos como el del maratonista Fauja Singh que empezó a correr a los 89 años y a los 103 años completó la maratón de Toronto en 8:11´06´´. Otro casos: el pesista Charles Eugster, de 93 años, que ganó una decatlón a esa edad, o Robert Marchand, de 102 años, que recorrió en bicicleta 26 Km en una hora. Todos estos casos demuestran que los años no son un impedimento para alcanzar metas grandes, en la última etapa de la vida.
Jaime Pedraza, medico ginecólogo, al ser entrevistado hace unos años sobre el sexo a la tercera edad, respondió: “Margarita, mientras la persona quiera, pueda y tenga con que, ¿porque no?”.
Aquí cabe una pregunta: ¿qué significa vivir mejor en la tercera edad? ¿Será que es vivir sin enfermedad? o ¿será que es vivir sin discapacidad o sin dependencia?. Lo que si es cierto es que “la persistencia de ideas rígidas acerca del curso vital y de estereotipos discriminatorios contra la vejez, limita nuestra capacidad para encontrar soluciones innovadoras”.
El envejecimiento activo significa: darle a las personas adultas mayores la posibilidad de participar plenamente en la sociedad; fomentar sus oportunidades de empleo; permitirles contribuir activamente a través del voluntariado y de programas intergeneracionales; permitirles vivir con independencia adaptando la vivienda, las infraestructuras, la tecnología y el transporte.
En la sabiduría de los Incas había mucha claridad respecto a sus ancianos: “Mantener ocupado al viejo de acuerdo a sus condiciones psicofísicas” – El mensaje era muy claro: el ocio no productivo era un delito. Era la responsabilidad de toda la comunidad encargarse de atenderlos y fomentar en ellos su autocuidado.
He querido mostrar en este blog una realidad que es invisible en Colombia, pero que en muy poco tiempo tendrá mucho impacto. Como tantas cosas que nos suceden, nos cogen sin preparación, a pesar de tener las alarmas puestas en el horizonte.
De nuevo, quiero agradecer al Dr Carlos Ossa por la información suministrada para esta columna y para la anterior.
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