Apenas terminadas las negociaciones de Bonn, los defensores del clima cuentan con la diplomacia y, en primer lugar, con el G7, para ir resolviendo la cuestión estadounidense, una pesada “espada de Damocles” que amenaza la lucha contra el calentamiento global.
Durante diez días, los negociadores de 196 países se reunieron en la sede de la convención del cambio climático de ONU para debatir sobre cómo aplicar el acuerdo de París. Una tarea difícil teniendo en cuenta que el segundo país del mundo en emisiones de gases de efecto invernadero, Estados Unidos, amenaza con abandonar el proceso.
El presidente estadounidense, Donald Trump, prometió durante su campaña que se retiraría del pacto mundial adoptado a finales de 2015 para frenar un calentamiento global sin precedentes. Desde entonces se ha mostrado vacilante, hasta anunciar que no decidiría nada antes de volver de su primera reunión del G7, que se celebrará en Sicilia el 26 y 27 de mayo.
Más que en Bonn, “es en las cumbres donde se traduce el impulso político”, afirma David Levaï, del Instituto de Desarrollo Sostenible (IDDRI). “El G7 será indicativo de las nuevas alianzas: cómo crean los Estados una dinámica para hacer frente a Trump”.
“Si Donald Trump no ve claras las implicaciones de sus decisiones, entonces corresponde a los otros dirigentes del G7 asegurarse de que lo entiende”, defiende Mohamed Adow, responsable para el clima de la oenegé Christian Aid.
Canadá, Alemania y Francia están considerados pilares esenciales. Sin embargo, no se da por sentado que este tema se vaya a incluir en el comunicado final.
Y después vendrá el G20, en julio, en Hamburgo.
“Trabajamos duro con numerosos amigos de todo el mundo para convencer a Estados Unidos de que permanezca en el Acuerdo de París”, afirmó en Bonn Jochen Flasbarth, el secretario de Estado alemán de Medio Ambiente.
Se ha elaborado un texto sobre el clima para el G20. Los estadounidenses añadieron una nota que daba cuenta de sus “reservas en este momento”, dijo Flasbarth a la AFP. “Estados Unidos está reexaminando su política climática”, agrega la nota.
“Todo el mundo está a la expectativa, es la gran espada de Damocles”, subraya David Levaï. “Pero el tiempo de vacilación estadounidense ha permitido que la comunidad internacional, las empresas de los países -¡incluso Tiffany’s!- perfeccionen los argumentos políticos, diplomáticos, económicos… sobre la importancia de seguir” en el acuerdo.
El papa también
Se trata, pues, de mantener a Estados Unidos. ¿Pero a qué precio? “No podemos alejarnos del Acuerdo de París, del marco jurídico. Pero existen flexibilidades”, afirma Flasbarth. ¿Cuáles? “Habría que verlo en detalle, es demasiado pronto para decirlo”.
“Queremos que se queden, pero no a cualquier precio”, insiste Yamide Dagnet, del laboratorio de ideas estadounidense WRI.
En particular, la revisión a la baja de los compromisos de reducción de emisiones, que Washington planteó en París en 2015, estaría mal vista por algunos. “Esto sería política y moralmente inaceptable”, considera el negociador malí Seyni Nafo.
Mientras tanto, Donald Trump ya ha anunciado recortes en la financiación de la ONU y la revisión de los programas medioambientales de la administración Obama.
Por el momento, es difícil evaluar el impacto en las emisiones globales. Preguntado en Bonn durante reuniones formales, el delegado estadounidense no aportó ninguna precisión sobre las emisiones futuras de su país y se limitó a decir que ese punto “se está revisando”.
En cualquier caso, en el plano financiero, Washington solo invertirá 2.000 millones de dólares de los 3.000 que le había prometido al Fondo verde de la ONU, lo que afectará al presupuesto del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC).
Por último, también se teme que se produzca un efecto dominó.
“Esto puede tener un efecto corrosivo en la voluntad de otros países”, advierte el experto estadounidense Elliot Diringer, del laboratorio de ideas C2ES. La acción climática “sigue siendo un desafío para muchos, y una marcha atrás por parte de la primera economía mundial daría alas a los defensores de determinados intereses”, por ejemplo, las industrias de combustibles fósiles.
En este contexto, China, primer contaminante y en plena ofensiva proclima, podría tener un papel movilizador, considera Mohamed Adow: “Trump de chico malo, China, de policía bueno”.
Según los observadores, otras citas importantes podrían servir para reforzar la presión, como la cumbre UE-China del 2 de junio en Bruselas o el “Diálogo de Petersberg”, una reunión ministerial que Alemania organiza desde 2010 y que el lunes congregará a 35 países.
Además, Trump se reunirá el 24 de mayo con el papa Francisco, otro ferviente paladín de la lucha contra el cambio climático. AFP
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