¿Y la economía?

Por: Andrés Quintero Olmos.

Durante todo este 2015, la economía ha venido suavizando su aterrizaje a ritmos bajos de crucero, debido principalmente a precios bajos en combustibles fósiles que han logrado minar el potencial de crecimiento que estará para finiquitar diciembre en 3%. Pero esto no fue todo.

A este panorama de materias primas baratas, habría que añadirle lo poco seductora que resultó ser, para las inversiones, la última reforma fiscal del Gobierno que buscó tapar un hueco presupuestal, tras un año de gastos reeleccionistas.

Consecuencia grave de estos fenómenos es que la inversión extranjera directa en el país haya caído a octubre 2015 en un 29%. Esto ha conllevado a que, más allá de la apreciación unilateral del dólar, hayan ingresado al mercado interno menos dólares, lo cual obviamente ha presionado hacia una devaluación del peso colombiano de alrededor 40% frente a esta moneda, siendo la segunda divisa más devaluada de la región.

Esta situación no parece desvelar al Gobierno porque podría potencializar naturalmente las exportaciones nacionales. Lo que no es entendible es que las cifras contradigan al Ejecutivo: desde el principio del año, es decir, desde que más o menos el dólar está en niveles récords, nuestras exportaciones vienen disminuyendo en 35%, llegando a desestabilizar el déficit de cuenta corriente por encima del 6% del PIB. La pregunta del millón es la siguiente: si no hubiese habido una fuerte devaluación del peso, ¿en cuánto habrían disminuido las exportaciones?

Lo bueno es que el consumo interno parece haberse fortalecido en estos últimos tiempos: se destaca el comportamiento del comercio, de los servicios financieros, de las actividades inmobiliarias, de construcción y de la agricultura (gracias esencialmente a esporádicos y frágiles repuntes de la producción de café).

Sin embargo, preocupa que la inflación vaya a cerrar el 2015 por arriba del 6%, lo cual no se observaba desde hace 4 años. Por eso, el Banco de la República ha tenido que elevar su tasa de interés, aunque tardíamente (a sabiendas del fenómeno del niño y la devaluación), hasta llegar a niveles de 5.5%. También preocupa que el déficit fiscal vaya a estar por el 3% (al límite de la regla fiscal), lo cual evidenciaría el arribo próximo de una nueva reforma tributaria que tendrá que aumentar el recaudo a altura de 1% del PIB (se habla de una ampliación del IVA). Finalmente, no parece de buen augurio que el mercado accionario, representado en el índice Colcap, vaya a terminar el 2015 con una desvalorización de más de 25%.

Por todo lo anterior, el 2016 no parece llegar con buenas perspectivas. Aunque el rendimiento de la economía para el próximo año tiene proyecciones similares a las del 2015, las cosas se podrían salir de las manos si el precio de petróleo no repunta, si el fenómeno del niño se acentúa, si la FED decide aumentar bruscamente su tasa de interés y si el Banco Central Europeo no ve resultados en sus estímulos monetarios.

Por eso el reto estará en torno a que el Banco de la República no siga actuando ante la inflación a posteriori y que el Gobierno no presente una aberrante reforma tributaria que ahuyente aún más a las inversionistas o agrave la formalización de la economía.


 

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