“Aquí solo daban trabajo a los hombres, no a las mujeres”

Sandra Gutiérrez nos cuenta las razones por las que tuvo que migrar para sostener a su familia en El Salvador.


Sandra tiene 20 años y fue en su momento una migrante interna por cuestiones económicas y climáticas. El Salvador, al igual que sus vecinos centroamericanos, ha experimentado cinco años consecutivos de sequía y lluvias excesivas que han destruido sus cosechas. “Mi esposo antes cosechaba maíz y frijol, pero estos años no han sido muy buenos. Ya no se cosecha igual sino menos, así que yo tuve que salir a trabajar”, dijo Sandra.

Desde pequeña, Sandra siempre quiso trabajar la tierra. Así que, para apoyar a su esposo, Sandra decidió dedicarse al jornaleo, pero “aquí solo daban trabajo a los hombres, no a las mujeres”, acotó.

Se vio obligada a migrar a San Miguel, la segunda ciudad más grande de El Salvador, y la más cercana a su comunidad, para mantener el contacto con su esposo y su hija, de 4 años. En San Miguel trabajó limpiando mesas en restaurantes y casas de familia.

5 años de sequías

Sandra y su comunidad se encuentran entre el 2.2 millones de personas que perdieron sus cosechas en 2018, según un análisis de la seguridad alimentaria llevado a cabo por el Programa Mundial de Alimentos (WFP) y los gobiernos en Centroamérica.

El maíz y el frijol son los alimentos básicos de las familias, pero estos cultivos son altamente vulnerables a las variaciones climáticas: un retraso en las lluvias puede arruinar cosechas enteras, y eso es lo que ha estado ocurriendo durante los últimos cinco años — que acumulan los más bajos niveles de lluvia en registro.



La sequía recurrente y los fenómenos climáticos extremos han provocado la pérdida de cultivos, semillas y animales, la falta de empleo en el jornal, la pérdida de ingresos y la migración. Todos estos factores han agudizado la inseguridad alimentaria y la desnutrición entre las familias del Corredor Seco centroamericano.

Más del 25% de los hogares encuestados por WFP en su análisis indicaron que no tienen suficientes ingresos para cubrir los costos de la canasta básica de alimentos. Un 30% de los hogares que tienen un familiar que ha migrado, indicaron que los efectos adversos del clima en sus cosechas y en su capacidad para comprar alimentos como las razones para migrar.

Con apoyo de WFP, Sandra y un grupo de 17 mujeres y hombres se organizaron para cultivar un huerto comunitario en el caserío La Onda. En este huerto han cosechado chiles verdes, tomates, pepinos y otros cultivos de ciclos cortos.

El Programa Mundial de Alimentos y los gobiernos de los países se enfocan en apoyar a Sandra y a sus comunidades a que se hagan resilientes a los efectos del cambio climático. Esta resiliencia se logra apoyándolos a que diversifiquen sus cultivos, es decir, que además de cultivar maíz y frijol (que son cosechados una vez o dos veces al año), también cultiven chiles verdes, tomates, pepinos y otros productos que pueden cosecharse más veces al año. Así tendrán alimentos frescos para su consumo y el excedente podrán venderlos en los mercados locales.

En otras comunidades centroamericanas, WFP y los gobiernos proveen asistencia técnica y recursos para la cría de abejas, de tilapias y de gallinas para que las comunidades tengan otra fuente de alimentos y de ingresos.

Sandra, por su lado, está agradecida con el proyecto ya que puede finalmente trabajar la tierra, puede apoyar a su esposo y estar cerca de su pequeña hija. Siente alegría porque tiene el conocimiento para montar su propio huerto y con alimentos frescos, ya no necesita comprarlos.

“Es importante que las mujeres participemos en esto porque no solo el hombre tiene la capacidad de sembrar”, dijo Sandra. “Al saber como hacer las cosas podemos trabajar para nuestro beneficio. Yo le voy a enseñar esto a mi hija”, sentenció.


Nota publicada en WFP – Programa Mundial de Alimentos, reproducida en PCNPost con autorización.


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SOURCE: Programa Mundial de Alimentos

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