París-Santiago, Tokio-Bali, Estambul-Teherán: jamás viajar tan lejos fue tan fácil… ni tan contaminante. Por ello, los profesionales del turismo tratan de hacer sus ofertas cada vez más “verdes”, a tono con las preocupaciones asociadas al cambio climático.
A escala mundial, el transporte aéreo representa el 3% de las emisiones de CO2 y, teniendo en cuenta los otros contaminantes, representa el 5% de las actividades humanas con incidencia en el cambio climático.
“Si no se hace nada para reducirlas, las emisiones ligadas al transporte aéreo, de las cuales tres cuartas partes corresponden a viajes turísticos, se triplicarán para 2050, dada la previsión de aumento del tráfico aéreo”, alerta Lorelei Limousin, responsable de políticas sobre el clima y los transportes de la Red Acción Clima (RAC), que incluye a oenegés como WWF, Greenpeace u Oxfam.
Ya sea por filosofía o estrategia, los primeros touroperadores que comenzaron a reducir su impacto climático fueron los especializados en el turismo de aventura.
En 2010, el grupo Voyageurs du monde (VDM, Viajeros del Mundo, en español) lanzó una iniciativa para reducir su huella de carbono compensando el 100% de las emisiones de sus trabajadores y el 10% de las de sus clientes gracias a programas de reforestación.
El proyecto representa una inversión anual de 500.000 euros para un resultado neto de 9,3 millones de euros en 2014. “Calculamos el impacto de los viajes en avión de cada cliente, que es cuando produce la mayor parte de las emisiones” explica Lionel Habasque, director general delegado de VDM.
Pero en lugar de refacturar ese coste al cliente, el grupo dice tomarlo de sus “márgenes”, unos 5 euros por viaje fuera de Europa o un euro, dentro.
¿Subida del precio del billete?
El touroperador “Bali Autrement” (Bali de otra manera, en español) eligió facturar a sus clientes la compensación de sus viajes. En su caso, se limita a vuelos internos en Indonesia, lo que representa un sobrecoste máximo de 13 euros por viajero. “No es obligatorio, pero a día de hoy todos nuestros clientes participan”, constata su responsable Jérôme Leclercq, que niega que se trate de un instrumento de marketing.
Por su parte, los grandes touroperadores (como Nouvelles Frontières o Thomas Cook), reunidos en el sindicato Seto, están empezando a adoptar acciones en ese sentido.
“Nos ha llevado tiempo, porque no solo el marco legal no lo exige, sino que no hay presión por parte del consumidor o presión económica, dado que el precio de la tonelada de CO2 se ha hundido”, reconoce su secretario general, Jürgen Bachmann.
La organización presentará para finales de 2015 una etiqueta elaborada junto a una asociación ecológica, que prevé evaluar el impacto en CO2 de los viajes.
El grupo Air France-KLM ha prometido reducir sus emisiones de CO2 un 20% para 2020 respecto a 2011, gracias a la mejora de la eficacia energética de la flota y el “eco-pilotaje”. “Hoy nuestro consumo medio es de 3,44 litros por pasajeros a los 100 kilómetros, un 38% menos que en el año 2000”, asegura la responsable de desarrollo sostenible de Air France.
Pero para Renaud Bettin, de Geres, la ONG que lanzó la primera plataforma de compensación de carbono en Francia, “el desarrollo de las mejores tecnologías no será suficiente para contrarrestar la subida exponencial del tráfico aéreo”.
La único manera de hacer los viajes “eco-compatibles”, opina, es optar por medios de transporte que consuman menos CO2 o encarecer el precio de los billetes. (AFP)
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