Los filipinos conquistan las cocinas del mundo

 AFP PHOTO / Jay DIRECTO

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Si usted está de vacaciones en un crucero por el Mediterráneo, jugando en un casino de Asia o cenando con el presidente de Estados Unidos tiene muchas posibilidades de que un cocinero filipino le haya preparado la comida.

Desde los años 1970, millones de filipinos han emigrado para trabajar como camareros u obreros de la construcción. Pero en los últimos años la formación profesional ha ido mejorando, también en el sector de la hostelería, y cada año salen de las escuelas de cocina filipinas miles de chefs que se van a trabajar por todo el planeta.

“Siempre me ha interesado la cocina, sobre todo la pastelería, incluso cuando era un niña”, explica a la AFP Rochelle Evaristo, una exempleada de banco que ahora está estudiando en una escuela de cocina en Manila administrada por el gobierno.

“También quería trabajar en el exterior, mi primo vive en Canadá y me dijo que allí necesitan cocineras”, asegura esta joven menor de 30 años, una de las mayores de su clase de 39 estudiantes, en la que la mayoría son adolescentes.

Más de 10 millones de Filipinos trabajan fuera de su país, en su mayoría como camareros, marineros u obreros.

Pero según el subdirector de la escuela de Evaristo, Teodoro Pascua, los jóvenes aspiran cada vez más a convertirse en cocineros, panaderos y pasteleros. Su escuela —una de las 2.500 que existen en el país, en la mayoría privadas pero también algunas púbicas— ofrece un curso básico de seis meses.

Entre 2010 y 2014 cerca de 180.000 filipinos trabajaron en las cocinas de barcos de todo el mundo, 72.000 de ellos como cocineros y el resto como pinches y camareros, según datos del ministerio de Trabajo.

En el mismo periodo, otras 65.000 personas trabajaban en el sector de la hostelería en el extranjero. Los filipinos tienen la ventaja de hablar bien inglés y son conocidos por su capacidad para adaptarse fácilmente a un país extranjero.

“Estas ‘soft skills’ [capacidades que permiten a un profesional relacionarse mejor en el trabajo] nos distinguen de los vecinos y de los trabajadores de otros países”, asegura Pascua.

De lavaplatos a cocinero del sultán:

Un caso emblemático y que despertó muchas vocaciones es el de Pablo Logro, un lavaplatos que terminó convirtiéndose en cocinero personal del sultán de Omán.

Logro empezó a trabajar en un restaurante chino de Manila, donde ayudaba a preparar bollos. Luego fue asistente del cocinero de un hotel de la capital, donde se hizo amigo de un cliente árabe que le ofreció un empleo en el palacio del sultán de Omán. Allí, durante sus diez años, sirvió comida a miembros de la realeza y a jefes de Estado.

A su regreso a Filipinas se convirtió en el primer filipino en dirigir un hotel de cinco estrellas y luego decidió dejar su trabajo para abrir una escuela de cocina. Hoy es un cocinero famoso que tiene su propio programa de televisión.

Otra historia de éxito es la de Cristeta Comerford, que trabajó en la cocina de la Casa Blanca para Bill Clinton y George W. Bush y ahora también para Barack Obama, a quién ha hecho descubrir platos tradicionales filipinos como la lumpia (rollitos de primavera) o el adobo (carne marinada con sal, ajo y vinagre).

Sin embargo las ambiciones de Rochelle Evaristo, la alumna de la escuela de Manila, son mucho más modestas y aspira a ganar un poco más de los 14.000 pesos mensuales (300 dólares) que cobraba cuando era empleada de banco.

“Mi primo [en Canadá] dobló su salario con respecto al que tenía aquí”, donde trabajaba como jefe de cocina de una cadena de restaurantes.

Aunque los salarios son variables, los cocineros cobran más que los obreros o las empleadas domésticas. Estas últimas ganan 400 dólares al mes en Arabia Saudí y 530 en Hong Kong, mientras que un asistente de cocina en un crucero empieza ganando 900 dólares. (AFP)


 

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