Lo que el Mediterráneo se tragó

Por: María Alejandra Ahuamada M.

El crucero Rhapsody of the Seas hace parte de la cadena Royal Caribbean International, y es una de las muchas embarcaciones de lujo que cubre la ruta del mar Mediterráneo.

El elegante crucero cuenta con piscina, centro fitness y de belleza, solárium, una amplia variedad de restaurantes, pista de jogging, mini golf y un teatro, entre muchos otros atributos. En sus 32 metros de ancho y 264 metros de largo tiene capacidad para hospedar a 2.435 personas, y sus precios rondan los 400 y 3000 euros, dependiendo del tipo de habitación, duración y fechas de viaje.

Es una gran ironía saber que por las mismas aguas que surcan majestuosamente cruceros como el Rhapsody también transiten peligrosas barcazas (en su mayoría botes de pesca) saturadas de refugiados, desplazados o inmigrantes; de los cuales, 2.748 han muerto ahogados en lo que va del año, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). La única similitud entre las precarias embarcaciones y los cómodos crucero, son los países de llegada y de salida de los pasajeros: Grecia, Italia, Turquía y España. Ah, y también los precios a pagar, porque, aunque parezca insólito, la travesía en uno de estos peligrosos botes puede llegar a costar lo mismo o más que un viaje de vacaciones y placer.

Fue en una de estas barcazas de 15 pies donde viajaba Aylan Kurdi, el niño sirio de 3 años, cuyo cuerpo sin vida fue hallado tendido sobre la playa de Bodrum, en Turquía, la semana pasada. Una dolorosa imagen que tocó a la puerta de la frontera europea con tanta fuerza y resonancia, que por fin logró atraer los ojos del mundo y las reacciones de países desarrollados como Alemania, Estados Unidos y Australia ante esta catástrofe humanitaria.

Los migrantes (en todas sus manifestaciones: refugiados, desplazados, indocumentados y asilados) no sólo sufren la tragedia de la guerra, la persecución y la pobreza; también son vulnerables al tráfico humano, la explotación, el secuestro, la esclavitud y al abuso sexual durante su éxodo hacia distintos países. Y, muchas personas, como el pequeño Aylan, mueren frecuentemente sofocados al interior de contenedores o atravesando el desierto del Sahara, mientras son transportados hacia una “nueva vida”. Para los contrabandistas, el tráfico de migrantes representa un negocio lucrativo. Nada más.

Mafias de traficantes reinan en las costas de Libia y de Turquía. Según datos de la agencia de la Unión Europea Frontex, la ruta del Mediteráneo Este se ha convertido en la más concurrida. En lo que va del año unas 110.000 personas ingresaron a la UE por Italia y otras 200.000 por Grecia y la Ruta Balcánica (Macedonia-Serbia-Hungría). Para acceder a cualquiera de estas peligrosas travesías, migrantes provenientes de países como Siria, Irak, Afganistán y África subsahariana deben pagar hasta 9.000 dólares, aproximadamente, dependiendo de su proveniencia, ingresos y el país de destino dentro de territorio Europeo.

¿Qué están haciendo los países del mundo para enfrentar la crisis de refugiados?

Frente a esta crisis, hasta ahora, el plan de acogencia y distribución discutido dentro de la Unión Europea es impulsado, sobretodo, por Alemania y Francia, países que junto a Suecia, Italia y Reino Unido sobrellevan el 75% de las solicitudes de asilo. Tristemente, mientras que Alemania se embarca en los valientes preparativos para la recepción de 800.000 refugiados; los cuatro Estados centroeuropeos que entraron juntos a la UE en 2004: Hungría, Polonia, República Checa y Eslovaquia, rechazaron este viernes las cuotas de migrantes obligatorias que buscaba imponer la UE.

Alrededor del mundo, otras naciones también han decidido tenderle la mano a las víctimas. En Sur América, por ejemplo: Argentina, Chile, Paraguay, Uruguay y Brasil ofrecen asilo a solicitantes sirios. En el caso de Brasil, hasta el momento ha acogido alrededor de 2000 migrantes, más que muchos estados europeos. Al norte del continente, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, se comprometió a abrir las puertas del sueño americano a 10.000 refugiados sirios para el próximo año; y, en Australia, el primer ministro, Tony Abbott, anunció la admisión de 12.000 desplazados de la guerra en Irak y Siria.

Sin embargo, se puede hacer más y se debe hacer más. No podemos dejar que tragedias como la del pequeño Aylan se sigan presentando, a causa de la negligencia y la falta de valores y solidaridad. Lo que el Mediterráneo se tragó y se seguirá tragando son vidas humanas, sus historias y sus sueños de alcanzar algo que por derecho les corresponde: una vida digna y plena.

¿Cuántas otras vidas tendrá que tragarse el mar antes de que se tomen medidas conjuntas y suficientes por todos los países del mundo para enfrentar esta urgencia humanitaria?


 

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