“El valiente se llevará a la novia”, la película de Bollywood que parece no terminar nunca, cumple 20 años en cartelera en un viejo cine de Bombay, un melodrama hindi con una frase imborrable que empieza con “señorita” en español y que conoce hasta el presidente estadounidense, Barack Obama.
En la pantalla aparece la bandera nacional, los espectadores se ponen en pie al sonar el himno de la India y la proyección comienza con la puntualidad británica que merecen sus primeras escenas desarrolladas en Londres.
En el patio de butacas, medio lleno un domingo, tararean los primeros acordes de la banda sonora y jalean la aparición de los protagonistas: los entonces jóvenes Shah Rukh Khan, el galán, y Kajol Puri, la guapa a la que conquistar.
Así ocurre cada día en un rincón de un país inmenso como la India a las 11.30 de la mañana desde que el 19 de octubre de 1995 se estrenó esta cinta de Aditya Chopra, una película que ha roto toda la lógica del consumo cinematográfico.
El viejo cine-teatro Maratha Mandir de la capital financiera india, sede de la megaindustria del cine bollywoodiense, recuerda en un cartel en la fachada que “Dilwale Dulhania Le Jayenge” (DDLJ, como se llama en hindi) logró en diciembre del año pasado sus 1.000 semanas ininterrumpidas de cita diaria con una audiencia incansable.
Cuando a su productora, Yash Raj Films, se le ocurrió anunciar en febrero de este año que tras 1.009 semanas dejaría de proyectar “El valiente de corazón se llevará a la novia”, su título completo traducido del hindi, la protesta fue tal que tuvo que rectificar a los dos días, los únicos en los que no se proyectó en dos décadas.
“Pensábamos quitarla después de mil semanas, pero no lo hicimos por la demanda del público. Cuando la pusimos la primera vez, pensábamos que seguiría por un año y así pasaron 10 años y ahora 20. Creemos que seguirá otros 10 años sin ningún problema”, declaró a Efe uno de los responsables de la sala, Praveen Rane.
Van pasando los años y la obra sigue consiguiendo llenar a diario “un tercio de la sala”, de 1.105 butacas, subrayó Rane. “Es la biblia de más de una generación y después de 20 años sigue funcionando, porque aunque la gente se la sabe de memoria, sigue captando su sensibilidad. Es una historia arraigada en las emociones, sobre todo por el romance, que cala mucho en la gente, en especial en los jóvenes, y va pasando de una generación a otra”, explicó la crítica de cine india Anuprama Chopra.
Chopra se pregunta si “en otra cultura se entendería como aquí”, destacando el tono melodramático y el vestuario antiguo, así como la falta de escenas de sexo.
Hasta Obama se sabe alguno de sus famosos diálogos, como demostró en enero cuando en su visita a la India recitó en público una de las frases más famosas de “DDLJ”.
“Senorita, bade bade desho mein…”, es decir, “Señorita, en grandes países, pequeñas cosas como esta siguen ocurriendo”.
Por 15, 20 o 25 rupias (entre 22 y 38 centavos de dólar), se puede conseguir un billete para disfrutar de más de tres horas de este melodrama que ya en abril de 2007 estableció un récord mundial de 600 semanas seguidas de exhibición.
Para Afreen Khan, una joven incondicional de la película, merece la pena verla una y otra vez, “aunque hayas venido diez o quince veces” como ella. “Es que te encanta la música, el talento de los actores, la pareja que forman, el romance que se crea”, confesó a Efe Rajeev Kumar, de nuevo en la sala pese a haberla visto “muchas veces”.
La primera parte del largometraje transcurre entre Londres y Suiza, donde el protagonista repite un recurrente “señorita” en su intento de conquistar a la chica, sin saber que el padre de ella ya le ha encontrado un futuro esposo en la India.
Tras un descanso a mitad de la película y después de una breve visita a la cafetería del cine, digna de una película de época, la acción se traslada a la India sin perder intensidad pese a su duración y sin que parezca que hayan pasado 20 años desde su estreno, y no solo porque se haya digitalizado la imagen.
La última escena, el esperado final feliz después de tres horas de melodrama, convierte el auditorio en una auténtica apoteosis, con los espectadores en pie, aunque se lo sepan de memoria.
La proyección se despide con un “Ven, enamórate”, hasta mañana a la misma hora en el sitio de siempre, sin fecha de caducidad. Luis Ángel Reglero EFE
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