La justicia empieza por casa

Por: Alvaro Villanueva, MD. 

De mi padre recuerdo, que después de perder a mi abuelo cuando no había cumplido sus doce años, logró todo a través de su sacrificio, tenacidad y dedicación al estudio; nunca supe cómo hizo para salir del Colegio Pinillos de Mompós a la Universidad de Cartagena y volverse abogado. Tenía una sala con vitrinas llenas de libros, que llegaron a invadir todas las habitaciones y hasta el garaje, disponibles para empezar a leer. Me enseñó la justicia como un elemento primordial para la vida y el desarrollo de las comunidades, al respecto decía, “podemos ser pobres o ricos, pero nunca dejar de ser justos”.

Pensamos que la vida tiene desde sus principios la posibilidad de ser injusta, nacemos para morir, y nos desarrollamos para envejecer. Estamos alegres, para en algún momento estar tristes, y somos jóvenes y fuertes, para al final ser débiles y viejos. Entonces para qué nacemos, discusión griega de Aristóteles y Platón, nunca dirimida, para la que cada uno tiene en su interior una respuesta. Las diferencias de raza, de creencias religiosas, o políticas, o de poder, riqueza, belleza, inteligencia, y las diferentes facultades que Dios nos dio, nos hacen llegar al concepto de la justicia, así, quien nació ciego o sordo o con otras alteraciones orgánicas, puede pensar junto con sus familiares y amigos, que la vida es injusta, como cuando pierde un hijo, o se queda sin hogar. Con el tiempo se da uno cuenta que no es así, porque muchas cosas buenas la vida nos depara, como decía el célebre canta autor y juglar, Leandro Díaz en su linda canción, Dios no me deja, “he sufrido mucho en esta vida, dirían que es mentira si yo no cantara. Si la pena matara en seguida, ya de este hombre nadie recordara. El, la vista me negó, para que yo no mirara, y en recompensa me dio los ojos bellos del alma”.

La justicia existe desde los principios del hombre, destacándose históricamente la de los griegos y los romanos. Pero, no hay duda que la principal repercusión de la falta de justicia es en la salud. Cuando la salud no se atiende como un derecho con el cual debemos contar todos, cometemos el peor crimen de toda la humanidad, una verdadera injusticia.

Nace el hombre justo o se vuelve justo en la sociedad? Fuera de las influencias genéticas, no comprobadas, se necesita no solo ser justo con uno mismo, sino también con los demás. Por eso no solo puede ser injusto, quien nace en un hogar pobre, abandonado, producto de padres delincuentes o que abandonaron a sus hijos. También lo puede ser aquel que nació en rica cama, sin necesidades, y hasta con buena educación y aprendizaje. A este, lo puede desviar la ambición, la avaricia, la envidia, la codicia, por los bienes terrenales que lo llevan a pasar por encima de la justicia.

La justicia no solo debe ser férrea, sino también efectiva y por hombres rectos y probos, sino que debe llevar al arrepentimiento, permitiendo en algunos casos el perdón. Poner la mejilla para corregir al agresor, no es para nuestros tiempos, la otra frase, ojo por ojo y diente por diente, hacen difícil la interpretación de la Biblia. Desafortunadamente no hay nadie quien pueda tirar la primera piedra. Ni siquiera es el pueblo el dueño de la justicia, al que muchas veces se ha abandonado, como sucede en algunos municipios del país y en algunas zonas de las grandes ciudades. Recuperar la estructura de la justicia sería mejor, que invertir en forma desordenada nuestros propios recursos. Con este logro mejoraríamos un país que se debate en medio de la injusticia.


 

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