Ataviada con un kimono y arrodillada en silencio sobre un tatami, la sexagenaria japonesa Yasue Tomita parece estar preparándose para una ceremonia del té. Pero en realidad hace su debut como actriz pornográfica.
Tomita, de 61 años, desafía la rigidez de la sociedad nipona. Pertenece al club cerrado de un mercado que florece en Japón: el de la gerontopornografía o pornografía de abuelos, que explora los límites del erotismo y rompe las normas sociales. Confiesa estar “un poco oxidada” pero da rienda libre a su ansia de vivir: fuera el punto y el ganchillo, paso a las películas X. “Me gustan los pasatiempos artesanales pero quería probar otra cosa ahora que mi cuerpo todavía funciona”, dijo a la AFP antes del inicio del rodaje.
“Me gusta el sexo y ésta es mi última oportunidad antes de hacerme demasiado vieja. Estoy muy nerviosa. Me pregunto si debo hacerlo, sobre todo delante de tanta gente… Pero todo el mundo debería seguir sus fantasías. Solo espero poder hacerlo”, dice esta ex empleada de una empresa de piezas para automóviles.
Forma parte, con su hija, de las actrices inscritas en una agencia especializada en el amplio mercado de los vídeos para adultos, una enorme industria en Japón. “Nos apuntamos juntas a través de internet y yo fui la primera en recibir una propuesta, algo que no me esperaba”, cuenta Tomita.
Las actitudes en relación al comercio del sexo y la pornografía son menos puritanas en Japón que en otros lugares del mundo.
Placeres prohibidos:
Y en el país del sol naciente, el mercado de las personas mayores es importante: una cuarta parte de los japoneses tienen más de 65 años y esta proporción debería alcanzar el 40% en 2060, debido a la baja tasa de natalidad y a una longevidad en aumento.
Las películas para adultos representan un negocio de unos 2.000 millones de dólares anuales. Un 20-30% de este cine está protagonizado por hombres y mujeres con canas y arrugas. ¿Para qué público? No sólo para la tercera edad, señalan los profesionales del sector. Desde hace diez años, la demanda se ha disparado y la gerontopornografía parece tener un buen futuro.
El género despegó gracias al hoy octogenario Shigeo Tokuda, el papa del X con canas, que ha protagonizado cientos de películas con bellas jovencitas. “Cada uno tiene unas ganas y unos gustos sexuales diferentes”, subraya el director Fumiaki Kimura.
“El cine porno con actores mayores se ha vuelto muy popular en la última década. Las parejas de cierta edad lo ven juntas porque pueden sentir una proximidad y una familiaridad con gente de su misma generación”. Y “los jóvenes lo aprecian porque están hartos de ver siempre lo mismo”, dice.
Shigeo Tokuda, quien se acuesta con actrices que podrían ser sus nietas, también tuvo como efímera compañera de reparto a Fujiko Ito, dos años más joven que él.
Estrella del porno, Natsuko Kayama, de 44 años y 25 de oficio, está dispuesta a continuar durante décadas. “Me gustaría batir el récord de longevidad”, anuncia de entrada.
Bodas en minifalda y… amor:
Si la pornografía atrae a un segmento de la tercera edad, otro, más numeroso, busca más prosaicamente compañía en el ocaso de su vida, a veces después de haber perdido o dejado a un compañero.
Una necesidad que explotan las empresas de encuentros. Entre ellas, Ai Senior, especializada en personas mayores, tiene 6.000 miembros inscritos, algunos de ellos de más de 90 años.
Yosuke Komori, de 66 años, y su esposa de 57, Mutsuko, se conocieron por esta vía. Ambos habían estado casados con otras parejas antes de darse el sí quiero hace cuatro años. “Creo que una vida sexual sana es una parte importante del matrimonio”, señala Mutsuko, que se casó con un atrevido vestido corto contra la opinión de sus hijas. “Pero la comprensión mutua en una relación es todavía más importante”.
El tímido Yosuke también va más allá de lo físico: “Estoy más contento cuando la siento feliz. No quiero parecer cursi, solo quiero hacerla sonreír. De hecho, lo importante es el amor”. (AFP)
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