La nueva economía

Por: Francisco Manrique.

“Vivimos en una época de cambios extraordinarios: cambios que están redefiniendo la manera en la que vivimos, la manera en la que trabajamos, nuestro planeta y el lugar que ocupamos en el mundo” Barack Obama.

En su discurso magistral ante el Congreso de los Estados Unidos sobre el Estado de la Unión, Barack Obama enfatizó varios temas que refuerzan las ideas planteadas en algunos de mis Posts anteriores. En la primera parte de su exposición, se refiere a los monumentales cambios que se están viendo en el mundo, consecuencia del  impacto de la tecnología. En su última presentación como Presidente, antes de retirarse a finales de este año, da una excelente ejemplo de la importancia de la visión del futuro en el ejercicio del liderazgo, para enfrentar los cambios que están en marcha y que se acelerarán en los próximos años.

Obama confronta a la sociedad americana con una realidad incuestionable: los grandes cambios obligan al Estado, y a sus instituciones regulatorias, a acompasar estas tendencias. Lo deben de hacer sin interferir en la dinámica de la capacidad innovadora, que sustenta el desarrollo de empresas con crecimiento exponencial, base de lo que hoy se reconoce como “la nueva economía”.



El fenómeno de “la nueva economía” se ha disparado por el acceso masivo al Internet. Esta tendencia se ve reflejada en la posición dominante que han adquirido algunas empresas que han crecido exponencialmente y que hoy dominan sus sectores. Algunos ejemplos emblemáticos: eBay y Amazon en retail, Netfix en la distribución de películas, Airbnb en la oferta de camas como habitaciones hoteleras, y Apple con iTunes en el acceso a la música, etc.

La nueva economía promueve de manera muy clara el auto empleo. Es muy fácil vincularse a las plataformas que la caracterizan y que hoy dominan algunos sectores, donde el ingreso que se tiene está en función de la cantidad de trabajo que se quiera dar.

Un ejemplo emblemático y muy polémico es el de  Uber. Esta empresa se ha convertido en la compañía de mayor crecimiento en la historia, llegando a una capitalización de 60 billones de dólares en sólo cinco años. Lo más interesante de este caso, es que este crecimiento lo ha realizado sin haber contratado a ningún conductor, o comprado una flota de autos. De hecho,  está recurriendo a una capacidad que no se estaba utilizada.

Uber es un ejemplo de creación de valor extraordinario en los sitios donde opera, al redefinir el modelo de negocio que ha puesto patas arriba a las empresas de taxis, y contra la pared, a las autoridades regulatorias que no entienden ni saben cómo responder a este tsunami. Este tipo de empresas se apalancan en un software sofisticado, que utiliza inteligencia artificial,  para conectar a las personas interesadas, con los dueños de los autos, de manera muy efectiva y con un excelente servicio.

En California, hay otro caso exitoso reportado por la revista Time. Postmates es una compañía que provee servicios de entrega por demanda. Esta empresa consigue a personas dispuestas a prestar el servicio de llevar cosas, que alguien necesita, desde un piano hasta una comida de restaurantes que no tienen servicios a domicilio. Importante: esta persona no trabaja como empleado de la empresa que hizo la conexión entre los dos.

Las personas que trabajan para este tipo de empresas, no lo hacen con un contrato de trabajo, ofrecen sus servicios en los tiempos libres, y lo hacen cuando quieren. Para vincularse, no es necesario tener experiencia y tampoco una entrevista de trabajo. Las solicitudes de servicio les llegan a través una aplicación -App- que tienen en sus teléfonos inteligentes, donde les llegan las instrucciones correspondientes. El éxito ha sido total.Lo que tiene en común los ejemplos anteriores, es la tecnología del internet, que permite conectar a las personas que necesitan un servicio, con las personas que están dispuestos a proveerlo por un precio determinado. El demandante del servicio utiliza el App que le hace muy fácil y amigable solicitar lo que necesita. El oferente encuentra en la tecnología un contacto de calidad con la demanda, que de otra forma nunca tendría acceso.

Bienvenidos al mundo de la nueva economía. Hoy estas empresas, que no existían hace cinco años, generan diariamente cientos de miles de transacciones en el mundo. En este nuevo entorno, la relación empleado empleador ya no funciona con las viejas reglas, lo cual está generando mucha confusión en los entes reguladores.
Estas nuevas compañías, se llama así mismas, “plataformas” conectoras. Su modelo se basa,  en la capacidad de configurar muy rápidamente, unas comunidades muy grandes de personas que demandan sus servicios, así como de quienes los ofrecen.
En el artículo del Time que trata de explicar este nuevo fenómeno económico, se hacen algunas preguntas muy relevantes: ¿pueden los algoritmos, que se utilizan cada vez más en el corazón de estas plataformas, reemplazar a los gerentes? ¿Se están generando nuevos cambios en las leyes laborales como consecuencia de estos nuevos modelos de negocio? Y yo añadiría: ¿qué tan preparadas están las instituciones reguladoras, para afrontar estas nuevas realidades, sin estrangular la capacidad innovadora de los nuevos emprendedores?

Esta última pregunta es muy relevante en casos como el colombiano, donde las autoridades cedieron a la presión de los pocos “dueños del negocio de cupos de venta de taxis”, como Uldarico Peña. No aprovecharon la oportunidad, para coger el toro por los cuernos, para poner en cintura un sector que ofrece un pésimo servicio al usuario. Se prefirió el camino más fácil.

Ahora, como veremos más adelante, este fenómeno también se está viendo en otras partes. Es la manifestación clásica de la resistencia al cambio. Sin embargo, hoy estamos viendo que el usuario del servicio, como es el caso del transporte, está adquiriendo cada vez más voz. Ya no se resigna a aceptar el mal trato por la falta de control y de unas regulaciones obsoletas.   Los usuarios han sido los primeros en manifestarse a favor de Uber, en muchas ciudades del mundo donde hoy se ofrece este servicio.

Hoy, se le está dando un nombre a la nueva economía: la economía compartida (sharing economy), pero que también se le conoce como la economía por demanda. Lo que nadie puede negar, al mirar las múltiples experiencias que se están viendo en diferentes partes del mundo, es que la demanda por este tipo de servicios es inmensamente grande y viene creciendo exponencialmente !!!

El Time menciona, que las investigaciones realizadas en los Estados Unidos, muestran que el 44% de los adultos – unos 90 millones- han participado en este tipo de transacciones, jugando el papel de prestamistas, tomadores de crédito, chóferes, huéspedes y anfitriones. Es una explosión disruptiva que no tienen precedentes en la historia.

También, se calcula en 22 millones de americanos, las personas que hoy en día han trabajado, como contratistas independientes en este tipo de servicios. Estas personas tienen la libertad de trabajar cuando quieren, pero al mismo tiempo, no tienen acceso a los servicios de protección social de un empleado típico. A las empresas, que utilizan este tipo de personas, este pool de capital humano, les significa unas economías muy grandes en sus costos laborales. A cambio de este beneficio, ceden el control que podría tener una compañía, con empleados con contrato laboral   tradicional.

La gran polémica que se está generando, por parte de  empresas como Uber, se está centrando en su responsabilidad con relación al contratista, al cliente, y por lo tanto a las entidades regulatorias. Y en especial, al nivel real de control que ellas tienen al final en la prestación de su servicio.

El argumento principal que están utilizando estas nuevas compañías, es que son empresas de tecnología, que conectan la oferta disponible, y que de otra forma no existiría, con una demanda cada ves más exigente de un excelente servicio. Además, aducen que no tienen control sobre el conductor, ya que este puede operar cuando quiere, e inclusive desconectarse del app.

La respuesta del sector tradicional de taxis ha sido en ocasiones muy violenta, porque aducen que ellos si están controlados, y por lo tanto,  tienen que cargar con costos que los Uber no tienen. Exigen que estas empresas nuevas sean sometidas a las mismas reglas y consecuencias.

Ahora bien, surge la pregunta: ¿quiénes son la personas que han resuelto ofrece sus servicios, a través de este tipo de plataformas? Las investigaciones que se han hecho, muestran que estas personas normalmente tienen otras fuentes de ingreso, y algo muy importante: en las encuestas realizadas, se sienten satisfechas con la experiencia de trabajar para estas empresas bajo la modalidad de independientes.

Ahora bien, muchas personas recurren a esta alternativa porque no pudieron acceder a otro tipo de trabajo, porque es fácil matricularse y también porque tienen toda la libertad de dejar de trabajar cuando quieren. Otro particularidad, de las personas que ofrecen sus servicios a través de estas plataformas, es que tienen un carácter muy diverso, concentrando específicamente, en las áreas urbanas.

Lo impresionante, es que trabajos con mayores habilidades y conocimientos, como son la consultoría y la enseñanza,  también están recurriendo a plataformas similares. Esta revolución está representando un cambio significativo en el contrato social, lo cual tiene a los políticos quienes se encargan de la regulación legal, en una situación muy complicada.

Sin embargo, se vislumbran problemas en el horizonte. En algunas encuestas realizadas en los Estados Unidos, los independientes han manifestado su insatisfacción porque los márgenes que están obteniendo son muy bajos, en razón a los costos que tienen que cubrir para participar en esta nueva economía: el uso del celular, el parqueadero, además de los protocolos que les exigen las compañías.

En los Estados Unidos,  que hoy va a la vanguardia de la nueva economía, esta situación ha llevado a unos grupos personas que hoy trabajan con estas nuevas plataformas, a presentar demandas colectivas para obtener los reembolsos de los gastos en que incurren prestando el servicio. El argumento que están utilizando los abogados que los representan, es que ellos son empleados de estas empresas, y por lo tanto, deben de ser compensados como tal.

Por definición el contratista es alguien que puede tener diferentes clientes, ofrecerles tarifas distintas, y organizar el tiempo de su trabajo de manera independiente. Sobre esta persona, la empresa no ejerce un control directo, como si lo hace si fuera un empleado tradicional con contrato laboral. Sin embargo, esta distinción no está clara con algunas de las compañías que operan en la nueva economía, porque en efecto, ejercen  diferentes mecanismos de control para quienes utilizan sus aplicaciones y buscan acceso a la demanda del servicio.

En el ejemplo de Uber, esta empresa define las tarifas que los chóferes pueden cobrar, así como se reservan el derecho de despedir a quienes no han tenido una calificación sobresaliente del usuario. Sin embargo, los chóferes que le prestan servicios a esta empresa, tienes la posibilidad de poder desconectar su celular cuando quieren, lo que les da una característica de contratistas independientes.

Se ha encontrado que estas personas no tienen un patrón de trabajo estándar. Algunos pocos dependen de este tipo de actividades para los ingresos mensuales, pero la mayoría tienden a prestar esporádicamente su trabajo, como personas retiradas que están buscando unos ingresos, tener compañía, y de paso utilizar más productivamente su tiempo. Esta gran diversidad de perfiles y de motivaciones, no se puede tipificar como un trabajo tradicional, lo cual hace muy difícil que se pretenda regular la actividad.

Una tendencia que se está abriendo camino en los Estados Unidos, es la de obligar a las empresas como Uber, a cumplir con estándares que no perjudiquen a los trabajadores, pero sin restringir su capacidad de innovar. Y hablando de innovar, se abre la discusión sobre la revisión  del contrato social a la luz de estas nuevas empresas que están generando cambios tan disruptivos en muchas industrias.

En un próximo Post, y como complemento al de esta semana, me referiré a una característica adicional muy importante de esta nueva economía: el fascinante mundo de la “nueva economía colaborativa”. En ella se combina la eficiencia y escala de las grandes organizaciones, con la flexibilidad, creatividad y capacidad de innovación de las personas que participan a nivel individual y como comunidad. Y el planteamiento más interesante que aporta esta nueva perspectiva: el tránsito de un mundo de escasez a uno de abundancia, a partir de la utilización más productiva de activos subutilizados con la ayuda de nuevas tecnologías.



Termino este Post, refiriéndome de nuevo al discurso de Obama: ” Vivimos en una época de cambios extraordinarios: cambios que están redefiniendo la manera en la que vivimos, la manera en la que trabajamos, nuestro planeta y el lugar que ocupamos en el mundo”. El problema es que en Colombia parecería que nos nos hemos pellizcado ante esta realidad. En lugar de proyectarnos hacia el futuro, seguimos anclados en nuestro pasado. Y mientras tanto, como lo escribí en un Post anterior, nos va a dejar el tren de la historia.


Debes loguearte para poder agregar comentarios ingresa ahora