La desconfianza institucional y su impacto en los medios

A los medios tradicionales les corresponde la responsabilidad de evitar los defectos que hoy vemos en los silos de las redes sociales como fuente de información y orientación.


Por: Francisco Manrique.

Al ver la excelente recepción que ha tenido mi serie sobre la desconfianza en las instituciones, y su efecto en diferentes áreas de la vida ciudadana, he decidido escribir esta semana sobre el impacto de la desconfianza en la institución de los medios de comunicación. El tema es tan crítico como el que traté de la Justicia, y de los casos tan aberrantes, como el comentado en mi Post anterior, La desconfianza institucional y su impacto en la violencia de género.

Desde la época de, Gobels, Ministro de Información de Hitler (o mejor de desinformación), este siniestrado personaje entendió el poder de una mentira, cuando repetida mil veces, era capaz de cambiar totalmente la percepción de la realidad en la mente de las masas.

En la actualidad, cortesía de las famosas redes sociales, estas se han convertido en instrumentos sofisticados para lograr el mismo efecto. El resultado es que la verdad es sólo una opción, y donde la normas de la decencia se olvidaron, permitiendo las mentiras y los insultos sin restricción.

El problema de los medios tradicionales, es que están amenazados por la fragmentación de su industria y por los inmensos cambios en sus modelos de negocio. Para congraciarse con su audiencia, pueden ceder fácilmente  a la tentación de manipular la información. El resultado, es un disminución importante  de periodistas y medios que defiendan la verdad, sustentada en datos y hechos documentados. El impacto es muy grave: el surgimiento del mundo de la post verdad donde esta se ve de forma relativa o como una ilusión.


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mohamed_hassan / Pixabay


Aquí vale la pena anotar algo sobre el concepto de “la verdad”, que hoy está bajo un ataque incesante: no tiene un solo lado ni un solo dueño. Y el llegar a ella, implica una labor ardua de confrontación de puntos de vista y de ideas diferentes.

Como lo mencionaba el periodista Bret Stephens del New York Time, en una disertación reciente que hizo en la Universidad de Michigan, el periodismo tradicional está bajo asedio  por diferentes tendencias que están comprometiendo sus sostenibilidad y credibilidad. Veamos

El primer factor es el tema económico, que hoy ha hecho cerrar a muchos diarios. La fuente tradicional de la publicidad se ha ido hacia otros medios. Sin recursos, no es fácil mantener una organización que tenga la profundidad de reportería e investigación.

El segundo factor de asedio es el cultural. El efecto de la post verdad, es que la credibilidad institucional en los medios tradicionales está cada vez más comprometida. Y las nuevas generaciones, los utilizan cada vez menos para conseguir la información y formar su opinión sobre los acontecimientos que los afectan. Lo que está por fuera de su radar lo ignoran y no les interesa. O lo que es pero, no les creen.

El tercer factor son los grandes cambios tecnológicos. Con el surgimiento del Internet, y los avances que han permitido la explosión de las redes sociales, la manipulación de la información ha facilitado que sea muy “difícil distinguir los hechos de las opiniones, las noticias reales de las falsas.”

Pero hay otro factor que está teniendo una gran impacto: el político. En el caso de los Estados Unidos, tiene nombre propio: Donald Trump. Este personaje ha decidido atacar de manera frontal a los medios que lo cuestionan y diariamente reportan sobre sus desafueros. Pero este caso no es el único. De hecho, atacar a los medios tradicionales se ha convertido en el blanco preferido de los populistas y dictadores. Nuestro vecino Venezuela es el mejor ejemplo.

Sin embargo, el cerco que más preocupa a muchos periodistas, como el señor Stephens, es la ira de parte de sus lectores. Estos se sienten que no se tienen en cuenta “sus intereses, gustos y evolucion“. Su ira destruye la reputación y credibilidad de la profesión de periodista. Pero como lo menciona este señor, la calidad de la audiencia determina la del periodismo.

Cuando el nivel de profundidad de los lectores se degrada, no son curiosos, no prestan atención, y cuando su reacción es airada ante un análisis que va en contravía de sus creencias y opiniones, se está minado seriamente la calidad del trabajo periodístico. Y en el proceso, se sigue deteriorando la confianza en la instituciones de comunicación, el oficio del periodismo,  y en los medios que lo soportan.

La tarea no es nada fácil en el mundo actual del periodismo, cuando se tiene que lidiar con personas que solo leen o escuchan lo que refuerza sus creencias y consolida una mentalidad tribal. O cuando desconocen los hechos del cambio climático, banalizan la historia del Holocausto o se inspiran en Hitler. Y tiene razón Stephens cuando afirma, que lo grave no es quienes difunden estas ideas, sino que haya las personas que las aceptan sin cuestionar.

La credibilidad y confianza en la institución que se denomina el cuarto poder, constituido por los medios de comunicación, se fundamenta en la capacidad que tengan de cuestionar y desafiar el poder y la autoridad constituida. Pero también, y esto es fundamental hoy en día, poner a prueba las creencias y los supuestos que forman la opinión de la gente.

No es fácil hacer sentir incómodos a sus audiencias a través de las noticias que traen  “nuevas ideas, y desafíos”. Tampoco lo es, ir en contra de sus prejuicios, miedos y odios. Y aún  menos, mostrar con datos e investigaciones serias, que las creencias están equivocadas. Los ejemplos abundan en el tema climático, los alimentos genéticamente modificados, etc.

La  misión de los medios, es informar, pero no de cualquier manera.  Deben de promover la reflexión, romper la complacencia y generar acción. El riesgo es la pérdida de subscriptores o de audiencia. Y en el entorno actual, mantener la atención para que esto no suceda.

A pesar de estos peligros, su misión debe ser la de defender la libertad de expresión contra populistas como Trump, y dictadores como Maduro, Putin o Endogan. Para todos ellos, esa libertad se constituye en una amenaza que los puede desenmascarar porque muestra la verdad. En estos casos, la verdad es muy poco popular. Y en estos entornos, es un crimen permitir las opiniones encontradas o divergentes, y los puntos de vista contradictorios.

Y parte del reto del ejercicio del periodismo serio, para no perder la credibilidad y confianza institucional en los medios, es la defensa sin cuartel de la libertad de expresión y la información sin manipulación. Es su obligación exponer ideas distintas y contradictorias, que permitan debatir, de manera más inteligente y profunda, la compleja realidad que hoy tenemos.

Muchos cambios importantes se han dado porque los medios ayudaron a la divulgación de ideas que rompían los paradigmas existentes. De paso, arriesgándose a sacar a las audiencias de sus zonas de confort. Solo así, como lo decía Learned Hand en 1944, el espíritu de la libertad es aquel en el que no se está muy seguro de que es correcto” invitando a la curiosidad y la apertura a opiniones opuestas.

Y como le menciona Stephens, en su disertación en la U de Michigan, la prensa liberal en el caso del New York Time, debe defender “las virtudes de la apertura, la razón, la tolerancia, el disenso, el debate respetuoso y profundo, la conciencia individual, el sentido de la decencia y el sentido del humor”. Aceptar que cada lado de una opinión, tiene el derecho de tenerla, pero valorando los respectivos aportes.

En el debate político actual en Colombia, el comentario anterior del papel de los medios, en especial la prensa escrita y la TV, es fundamental para entender que se está hablando de los valores que deberían de modelar nuestra cultura política. Lamentablemente no es así.

A los medios tradicionales les corresponde la responsabilidad de evitar los defectos que hoy vemos en los silos de las redes sociales como fuente de información y orientación. Los más protuberantes son: “que se callen las opiniones diversas, se arruine la reputación de las personas porque se promueve la manipulación de la información, o porque se acepta que sean utilizados para humillar a otros”.

Y estoy alineado con un comentario que hace Stephens refiriéndose a la sociedad gringa: “es justo afirmar que los Americanos de diferentes corrientes ideológicas, sienten que hay muchas cosas que hoy están terriblemente equivocadas, en nuestra vida social y política, especialmente en los últimos años. Una de ellas, y estoy seguro de esto, es que estamos perdiendo muy rápidamente la capacidad de dialogar, de hablarnos los unos con los otros”.

Tener la capacidad de oír ideas diferentes puede ser bastante incómodo para algunas personas. Pero como lo comenta Stephens, “esto no significa una herida. Una provocación intelectual no significa un asalto físico. Es un estímulo que en el tiempo, puede mejorar nuestros propios argumentos, e inclusive, cambiar nuestra mentes”. Como nos caen de bien estas reflexiones para el momento actual de Colombia.

El colapso de la valoración de la verdad, la desconfianza decreciente en las instituciones del Estado, los medios de comunicación, los dirigentes políticos, y la indiferencia de la gente que acepta ser manipulada como borregos por las redes sociales, sirven para explicar la desconfianza que hoy muestra las encuestas en las instituciones en general. Por esta razón, es fundamental reconstruir la confianza en todos ellos, porque son vitales para el funcionamiento viable de una sociedad. La confianza es el pegante que la mantiene funcionando a pesar de su diversidad y diferencias.


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