Por: Khateeja Mallah.
El cultivo de los campos es lo único que sé hacer, es mi única fuente de ingresos. Empecé a trabajar en los campos con mi padre cuando tenía 10 años, y después lo seguí haciendo con mi esposo, al que fui dada en matrimonio cuando tenía 13 años.
Enviudé hace casi tres años y tengo que mantener a siete hijas y un hijo. Yo era una persona sin tierras; no tenía derechos sobre los cultivos ni sobre la tierra donde trabajo.
Es un trabajo durísimo, especialmente por el rigor de los veranos. Como mujer, hay muchas cosas que no me gustan, como tener que negociar para que se respeten mis derechos laborales, o tener que soportar comentarios ásperos de parte de los terratenientes.
A veces me siento frustrada con mi forma de vida, pero miro a mis hijas e hijo y sé que debo disimular mi impotencia y ser fuerte: debo enfrentar todo lo que suceda, lo bueno y lo malo, para darles un futuro mejor.
Tener acceso legal a la tierra, un lugar donde vivir, y recibir una parte de los cultivos que planto y cosecho era inimaginable. [Hasta que] conocí mis derechos y los beneficios de los contratos de arrendamiento y de la tenencia de tierras en las capacitaciones [de ONU Mujeres] a las que asistí. Las sesiones me enseñaron que yo tenía valiosos conocimientos y experiencia en materia de agricultura y, sobre todo, que tenía derechos.
Ahora, por primera vez en la vida, puedo decir que una cosa es mía. Esta tierra, hasta el horizonte, es mía: este papel lo dice. ¡Es mi tierra y yo soy su reina! Estoy ansiosa por recibir los frutos de mis enormes esfuerzos en los campos, por que llegue el día en que mis hijas y mi hijo sean más grandes y puedan tener buenos ingresos. Ese será el día en que me sentaré, respiraré tranquila, y empezaré a disfrutar la vida”.
Khateeja Mallah (Durdana) (31) es una viuda del distrito Dado de la provincia Sindh, en Pakistán. Es una de entre 1.214 mujeres agricultoras sin tierra que han recibido derechos de tenencia sobre la tierra por medio de un programa que aplican ONU Mujeres, la FAO y la OIT. Por medio de los contratos de arrendamiento, los hombres terratenientes bajo sistemas feudales y tribales arriendan su tierra a mujeres agricultoras por un plazo acordado, lo que les proporciona acceso a la tierra, un lugar donde vivir, y la oportunidad de gestionar las granjas y recibir una parte de los beneficios de los cultivos. Estos esfuerzos reflejan el Objetivo de Desarrollo Sostenible #1, sobre erradicación de la pobreza, que incluye metas sobre la propiedad y el control de las tierras, así como el ODS #2, sobre la agricultura sostenible, que incluye el acceso seguro y equitativo a las tierras.
Nota publicada en ONU Mujeres, reproducida en PCNPost con autorización
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SOURCE: ONU Mujeres
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