Escuelas, salud y nutrición — por qué el coronavirus nos exige repensar qué es la educación

Buscamos minimizar el impacto de la pandemia en una generación de estudiantes.


Por: Carmen Burbano

El año pasado, el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, advirtió que el mundo se “enfrenta a una crisis de aprendizaje” ya que 250 millones de niños y niñas en edad escolar no asistían a la escuela.

Un año después, con la pandemia de coronavirus en pleno apogeo, Guterres indicó que “nos enfrentamos a una catástrofe generacional que podría desperdiciar un potencial humano incalculable, minar décadas de progreso y exacerbar las desigualdades arraigadas”.

Para evitar esta amenaza, debemos reimaginar cómo brindamos una educación inclusiva y de buena calidad. Esto comienza con la expansión del concepto de “educación” en sí mismo para incluir el bienestar de los niños y niñas, lo que a su vez requiere inversiones urgentes y sustanciales en servicios de salud y nutrición basados en las escuelas.

Ya para mediados de abril, las cuarentenas por la pandemia de la COVID-19, mantenían a un impresionante 94% de los alumnos de todo el mundo fuera de la escuela. De golpe, estos niños y niñas fueron privados de mucho más que su educación: la escuela es el lugar en donde los más pobres, especialmente, reciben la asistencia nutricional y de salud que les permite seguir aprendiendo. En las comunidades más pobres, las escuelas se encuentran entre las estructuras más importantes de cohesión y apoyo familiar.


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En América Latina y el Caribe, 154 millones de escolares han dejado de asistir a clases debido a la pandemia. Distribución de comidas escolares en Colombia. Fotos: WFP/Archivo


Las escuelas brindan a las familias pobres acceso a apoyo e incentivos, tanto financieros como no financieros, destinados a abordar las desigualdades estructurales. Desde abril, alrededor de 370 millones de niños y niñas dejaron de recibir sus comidas y servicios de salud en las escuelas. Sin la plataforma escolar y sin acceso a programas de salud y nutrición, problemas como el hambre, la pobreza y la desnutrición se agravan para cientos de millones de menores y sus familias, lo que afecta sus posibilidades de recuperarse de la crisis provocada por la COVID-19.

Este asunto nos ha afectado a todos y a nuestras familias sin importar el lugar en donde vivamos. Recientemente atrajo la atención de los medios cuando el jugador del Manchester United, Marcus Rashford, hizo un llamado al Gobierno británico para que siguiera entregando comidas escolares mientras las clases siguieran suspendidas.

De hecho, más de 70 países han adaptado sus programas para seguir apoyando a los niños y niñas durante el cierre de las escuelas mediante raciones para llevar a casa, bonos o transferencias en efectivo. El WFP ha llegado a 6.9 millones de niños en 45 de los países más pobres. Esta lógica debe ser adoptada por todo el sector educativo mientras planifican la reapertura de las escuelas. Por esta razón, WFP y UNICEF se han asociado para abogar por una reapertura segura de las escuelas en los países más pobres y para llegar a 10 millones de los niños y niñas más vulnerables con paquetes de salud y nutrición.

Cuando no tienen acceso a una comida nutritiva, el aprendizaje se vuelve más difícil. El hambre y las deficiencias nutricionales también harán más difícil que regresen a clases después de las cuarentenas: las últimas estimaciones indican que 24 millones de niños y niñas nunca regresarán a la escuela, siendo las niñas las más desproporcionadamente afectadas.

Hoy, frente al riesgo de perder a millones de estudiantes, los líderes mundiales se están uniendo en la campaña #SaveOurFuture (#SalvemosNuestroFuturo, en inglés) y exigen que reunamos los fondos necesarios y hagamos los cambios de política que estos tiempos demandan. Debemos ir más allá de simplemente regresar al status quo pre pandemia y comprometernos a rehacer un mejor sistema educativo.

Solo si invertimos en el aprendizaje y en el alumno, e inyectamos recursos en los programas escolares y de nutrición, podremos garantizar que toda una generación de los niños y niñas más vulnerables no se quede atrás. La escuela es el lugar en donde se abordan las necesidades más amplias de una comunidad, de un niño y una niña, e insto a todos a tener en cuenta esa lección mientras defendemos el Objetivo de Desarrollo Sostenible 4 de la ONU en esta crisis sin precedentes.

Necesitamos realizar un esfuerzo colectivo para garantizar el regreso a un entorno escolar seguro con una infraestructura educativa mejorada, sistemas de datos y servicios escolares de salud y nutrición.

Muchos niños y niñas recibieron un paquete integrado de salud y nutrición escolar antes de la crisis, pero estas intervenciones rara vez llegaron a los más pobres y vulnerables, aquellos que más las necesitaban. Ahora son más importantes que nunca porque no solo mitigan el hambre sino que también brindan poderosos incentivos para que los padres reinscriban a sus hijos en la escuela.

Sé que estamos sintiendo los efectos de la recesión más dura en la historia reciente, pero tengamos en cuenta los miles de millones que se ganarán con este tipo de inversión en el capital humano, especialmente en la educación de las niñas. Redefinir el significado de “educación” en estos términos podría cambiar las reglas del juego. De no hacerlo, será catastrófico.

Carmen Burbano es Directora de Alimentación Escolar del Programa Mundial de Alimentos.


Nota publicada en WFP – Programa Mundial de Alimentos, reproducida en PCNPost con autorización.


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SOURCE: Programa Mundial de Alimentos

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