Universidad y desarrollo

Por: Carlos Francisco Guevara Mann.

Vivimos en una época de “multipolaridad compleja”, caracterizada por la existencia de varios polos de influencia (Estados, organismos internacionales, entidades transnacionales) que transmiten su poder a través de diversos canales (militares, políticos, económicos, culturales, científicos, morales). Esta multiplicidad de protagonistas y categorías de poder nos obliga a pensar seriamente en el papel que corresponde a un Estado pequeño, sin poderío bélico ni político evidente, en el sistema internacional.

Un propósito de esta reflexión es, por supuesto, encontrar la fórmula de participación en dicho sistema que más propenda al bienestar de la población nacional y, al mismo tiempo, más contribuya a realizar los objetivos comunes de la humanidad. Se trata de un ejercicio dinámico y continuo que debería llevarse a cabo permanentemente en espacios como el Consejo de Gabinete, la Asamblea Nacional, el Consejo Nacional de Relaciones Exteriores y los gremios profesionales, así como en universidades y centros de pensamiento.

Es lamentable que dicha actividad no se efectúe con regularidad y seriedad, pues podría contribuir significativamente a la definición de las políticas públicas. La falta de estudio juicioso y concienzudo de los asuntos nacionales explica en alguna medida la improvisación, inconveniencia y desatino de muchas de estas políticas, impregnadas de clientelismo y corrupción, así como una incapacidad para determinar prioridades y rectificar rumbos equivocados.

A Panamá le conviene promover su potencial como centro de transporte y servicios mercantiles, demostrado a lo largo de los siglos. En la actual coyuntura, la mejor manera de hacerlo es a través del combate frontal a la corrupción, el mejoramiento del sistema judicial y la armonización y simplificación de los trámites burocráticos.

También le convendría a Panamá aprovechar sus posibilidades de transformarse en un punto mundial de generación y transmisión de conocimientos. Esta apuesta no solo ayudaría a crear y mejorar la calidad del capital humano. También podría dejar ingresos significativos al país y posicionarlo mejor en el ámbito internacional. No en vano se habla, en nuestro mundo de multipolaridad compleja, de “superpotencias de la ciencia” (BBC Mundo, 21 de mayo de 2011).

La idea de que Panamá se convierta en un centro de creatividad científica y humanística es de vieja data. Ochenta años atrás, el presidente Harmodio Arias Madrid definió con mucha claridad el potencial que tenemos para desenvolvernos en ese ámbito.

“Si bien es cierto que es pequeña la República de Panamá”–expresó el mandatario–“también lo es que la especialísima posición geográfica del istmo, su reducido porcentaje de analfabetismo, su posición de punto convergente de comercio y de ideas le dan derecho a considerarse como centro propicio para que a él concurran mentalidades selectas desde los cuatro puntos del orbe a divulgar su tesoro de verdad y de ciencia, por medio de la Universidad Nacional”.

En el discurso aludido, que pronunció el 7 de octubre de 1935, con motivo de la fundación de la Universidad de Panamá, agregó el presidente Arias Madrid:

“No es extraño en la historia el caso de un pueblo pequeño en extensión que se hace grande por sus instituciones de cultura, hasta influenciar con ellas vastas regiones y pueblos poderosos llegando a darles las bases de su civilización. En la historia Antigua Atenas nos da el ejemplo clásico. Grecia fue, por Atenas, más grande que los pueblos más fuertes que ella. Y para citar un ejemplo contemporáneo, dentro de nuestra América, el Uruguay ha sabido ser un índice de cultura y de ciencia para pueblos de la América Hispana de mayor extensión y poderío”.

Por los motivos señalados, el rescate de la Universidad de Panamá debe ser un compromiso de todo aquel que manifieste interés por el mejoramiento de la educación y la creación de oportunidades. La Universidad está llamada a contribuir singularmente al desarrollo nacional, por lo cual no puede haber lugar, en sus claustros, para la persecución política, la supresión de ideas, la corrupción, el fraude y la mediocridad.

El saneamiento presupuestario es un punto de partida fundamental para la recuperación de la Universidad de Panamá. En aras de ese objetivo, la Contraloría General de la República –que se ha comprometido a ejecutar una auditoría prolija en la casa de Méndez Pereira (La Prensa, 7 de marzo) – no puede defraudar a la ciudadanía.


© Blogs Uninorte, 2015


(Columna publicada en La Prensa, Panamá, 11 de marzo de 2015)


 

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