Brasil: los riesgos tras la destitución

Por: Simon Ticehurst.

Oxfam InternationalDirector América Latina y el Caribe.

Oxfam logoLos últimos acontecimientos en Brasil han estado marcados por el fin del mandato de Dilma Rousseff. ¿Qué implica lo que ha pasado para la democracia en Brasil y en América Latina?

Viví en Brasilia de 2011 a 2014. Durante esos años, había constantes rumores en la capital sobre una posible salida de Dilma para colocar a Temer en su lugar. Lo que hemos visto en estos últimos meses, es la crónica de un proceso de destitución anunciado.

Las manifestaciones masivas del 2013 en Brasil – iniciadas por el Movimento Passe Livre – fueron los primeros indicios de que no todo estaba bien y era evidente el desgaste político del PT y el estancamiento económico del país. Pero resulta que Dilma ganó las elecciones en octubre del 2014 con 51.6% de los votos válidos. Más de 54 millones de brasileños votaron por un nuevo período presidencial del PT. Sin embargo, menos de dos años después Dilma y el PT están fuera del poder.


Brasil


Lo de Dilma no es una destitución cualquiera, aunque se haya realizado dentro de la legalidad procesal. En los últimos años, Dilma ha vivido con la amenaza de una espada de Damocles, con la posibilidad latente de perder el poder de un solo, como resultado del peculiar sistema presidencialista brasileño que obliga las más raras coaliciones entre más de 30 partidos, normalmente incompatibles entre sí, para lograr un mínimo de gobernanza y estabilidad política, pero sin realmente poder transformar de fondo las estructuras.

La democracia en América Latina sufre el mismo dilema

No es casual que el informe de Latinobarometro del 2016 se titule “El Declive de las Democracias”. El análisis de Oxfam Brasil “Democracia en Riesgo” habla de una herida política en la vida de la nación y este contexto no es tan diferente del resto de la región. En estas democracias imperfectas en las que vivimos, es evidente cómo las elites económicas, cuya concentración de riqueza supera los niveles históricos, ejercen un poder desproporcional sobre el juego democrático a favor de sus intereses privados, y cada vez más lejano del interés público.

Pero más allá de la democracia, lo que está pasando en Brasil presenta un desafío, igualmente preocupante para el futuro del país y la región. Todos nos hemos dejado llevar por la discusión sobre la democracia, el golpe o no golpe en Brasil, pero hay que mirar en clave lo que está pasando con las políticas sociales brasileñas, mundialmente reconocidas.

Mi aproximación a Brasil, más allá de su historia y cultura fascinantes, vino de los tiempos de los primeros Foros Sociales Mundiales. En tiempos del auge del fundamentalismo de mercado, en el 2003, me encontraba entre las multitudes que escuchamos las palabras el recién elegido presidente Lula, en el Foro Social Mundial en Porto Alegre.

Lula hablaba de realizar un sueño, “un sueño que no es mío, sino un sueño que es de todos ustedes, que habrá un día que en este país ningún niño irá a dormir sin un plato de comida y ningún niño despertará sin un desayuno, habrá un día en que en este país las personas podrán morir, porque nacemos para morir, pero nadie morirá de desnutrición como mueren hoy en este país.”

De ese sueño del Hambre Cero, surgieron en Brasil un despliegue de políticas económicas y sociales que han tenido mucho éxito en reducir la pobreza y la desigualdad en lo que históricamente había sido el país más desigual en el mundo.

No han sido solamente medidas de combate al hambre, sino un conjunto de políticas públicas que incluyen transferencias de ingresos vía Bolsa Familia, promoción de la agricultura familiar, promoción de derechos de las mujeres y de la población afrodescendiente, seguro social y aumento real del salario mínimo, o sea, una suerte de ciclo virtuoso que apostaba por una visión del desarrollo basado en derechos y que ha tenido impactos significativos en la reducción de la pobreza y desigualdad.

Según los datos del Instituto Brasileiro de Geografia y Estatística (IBGE) la pobreza en Brasil entre 2003 y 2014 ha caído de un 24% a un 7% y la pobreza extrema de un 8% a apenas 2.5%. Los niveles de reducción de la pobreza se mantuvieron incluso durante la crisis financiera del 2008-09.

Según la FAO, en el mismo período, se logró una reducción en un 82% el número de personas desnutridas, a apenas 1.7% de la población para el 2014, casi cumplido el sueño de Lula. El programa de Bolsa Familia logró mantener a 36 millones de personas fuera de la pobreza extrema.

El politólogo brasileño André Singer, quien documentaba el fenómeno de lo que llamaba “el Lulismo”, describe esta era como uno de los mayores períodos de compresión de la sociedad -comparable en términos históricos con el “New Deal” de Roosevelt, después de la Gran Depresión en los Estados Unidos, o el Estado de Bienestar introducido en la post segunda guerra mundial en Inglaterra. En 10 años, Brasil disminuyó 1 punto el índice de GINI, que mide la desigualdad. Un cambio espectacular.

En julio este año tuve la oportunidad de almorzar en São Paulo con Tereza Campello, quien fuera Ministra de Desarrollo Social en el gobierno de Dilma. Tereza fue una de las arquitectas de estos exitosos programas sociales, y mostraba las cifras con orgullo, pero también me contó de los riesgos de interrupción de esos programas en un gobierno de Temer. 

Son riesgos que ahora se hacen muy presentes. La lista de las propuestas de Temer es de alto impacto e incluye, entre otras: una enmienda constitucional para congelar a los niveles de 2015 el gasto social durante los próximos 20 años; el recién aprobado Programa de Parceria de Investimento que privatiza 34 iniciativas de servicios de transporte, energía y saneamiento (incluyendo aeropuertos, tranvías, hidroeléctricas, carreteras); la reducción de espacios institucionales dirigidos a garantizar los derechos de las mujeres y los jóvenes y la igualdad racial; y, la propuesta de reducción de los derechos laborales.

¿Está claro el mensaje, no? Con una democracia debilitada y una creciente concentración de la riqueza y del poder de las elites ¿qué desarrollo podemos esperar? Desgraciadamente Brasil está dando otra lección para la región, y ya no es un sueño para los más vulnerables, es una pesadilla.


Nota publicada en Oxfam, reproducida en PCNPost con autorización


 

SOURCE: Oxfam

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